viernes, 31 de diciembre de 2010

EN EL AÑO QUE VIENE

Ofrecía el otro día la red como vía de escape y como forma de encontrar el sentido en un mundo sin esperanza, no porque me preocupe semejante virtud cardinal, muy al contrario, me parece la única prescindible de las tres. Lo dije para evitar caer en la desesperación. Bienvenidos sean los desesperanzados, pero cuidado con los desesperados que alguna vez soñaron con un mundo mejor y que no supieron ver que tal propósito, por muy loable que sea, lleva dentro el huevo de la serpiente: mas pronto que tarde, llega su inevitable caducidad y posterior desaparición.

Ademas, socialmente, seguimos sin aceptar del todo lo que significa lo ocurrido en el continente europeo, y por ende en el mundo, hace ya sesenta y cinco años. Fractura irrestañable de una idea de la civilización y, como no, de su progreso y representación. ¿Como se puede vivir sin esperar nada ni a nadie? En esas estamos. Como la maquina de vapor, el ferrocarril, el coche y el avión fueron hijos de un tiempo lleno de esperanza, no dude que las nuevas tecnologías digitales lo son de este tiempo desesperanzado, que es el nuestro y que debe ser sin desesperación. Otra cosa son las monsergas de los ludditas de temporada.

Le dejo muestra de un libro para arrancar los primeros días del nuevo año. Se titula "Una mujer de nada", de Leonor Paque.

Alguna vez le he dicho que toda vida es vivida. Es el correlato necesario de la desesperanza y la manera de no caer en la desesperación que acompaña a ver desaparecer, o no acabar de llegar a ver, el mundo imaginado, sea propio o colectivo. A punto de acabar el año, tal vez haga balance y llegue a la conclusión de que su vida le parezca poca cosa, después de todo. Sin embargo, el libro nos dice que la vida mas ingrávida y anodina puede insuflar aliento a quienes la rodean. No va de autoayuda ni nada de todo eso. Las protagonistas son mujeres sin esperanza. Nada mas y nada menos. Y ya esta. Pero su poca cosa de vida es mucho para muchas. Hay que aprenderlo, haciendo callar la berrea de la vanidad que nos ciega y ensordece. Es eso de antes, cuando le dije que en esas estamos. Con ello no quiero decirle solo que es lo que
hay, aunque sea cierto. Yo creo que es lo que ha habido siempre, mucho y variado, en la superficie y en el fondo. Deje los futuros de
colorines para los pintamonas y los contadores de chistes.

Los años no son por sí mismos felices ni funestos, afortunados ni lúgubres; son como nosotros hacemos que sean. Usted ya sabe. Haga lo que haga en el que viene, no se desespere. Usted me aprenda.