domingo, 26 de diciembre de 2010

TROPEZAR EN NAVIDAD

"El ser humano ocasionalmente se tropieza con la verdad, pero en la mayor parte de las ocasiones se levanta y sigue su camino". Winston Churchill

Y como las hormigas, volvemos a las obligaciones del hormiguero. Tropezamos y al hacerlo, sin darnos cuenta, viendo lo que no entendemos nos hemos hecho inteligentes. ¿Hormigas inteligentes? o ¿humanos inteligentes? ¿Por que nos cuesta tanto aceptar esta paradoja? ¿por que no nos encomendamos a las chispas que dispara en forma de ambigüedad y complejidad? No queremos aceptar que van contra la uniformidad del hormiguero y a favor de nuestra individualidad. Al levantarnos del tropezón, percibimos la dimensión autentica de nuestra soledad y el miedo que nos provoca desde fuera la fuerza del hormiguero. Pero no hay vuelta atrás. Al tropezar, el torpe ha provocado a un orden ancestral que no admite provocaciones. Delante de el, toda la explanada de su inteligencia, donde cabe igualmente lo mas brillante y lo mas estúpido. Detrás, vivir, muriendo por el hormiguero.

El siglo XX ha sido el que mas tropezones alberga en sus actas, por tanto, el mas brillante y el mas estúpido. También el menos armonioso. De tanto tropezar hemos perdido la armonía atávica del hormiguero. ¿Como siendo tan inteligentes hemos cometido tantas estupideces? ¿Es que nos atemoriza la verdad fuera del hormiguero? ¿Es posible que individuos inteligentes y libres, orgullosos de su autonomía, puedan convivir armoniosamente? Sin remedio, el mundo esta mal hecho. ¿Por que siempre son los otros quienes nos ponen la zancadilla? o ¿por que vamos ciegos? ¿Es esta extraña melancolía la que nos embarga nada mas salir del hormiguero? ¿Cien años son pocos años o son mas que suficientes para darnos cuenta que nuestro trágico destino es tropezar, una y otra vez, para acabar volviendo al hormiguero? ¿Y la verdad, entonces? ¿Que se la quede el diablo o que la venda el mercado?

Le dejo un pasaje de uno de los diarios de John Cheever, uno de los nuestros, que no dejo de tropezar sin abandonar nunca el hormiguero.

"Abrumado por la soledad, decidió sorprender a la familia volviendo antes de Navidad. Su esposa lo recibió en el aeropuerto con la noticia de que se había enamorado de otro y vivía con él desde hacía tres meses. Habló sin parar hasta que él le dijo que estaba bien, que lo comprendía, y sólo le pedía que lo llevara al hotel. Entonces ella dice: '¿Cómo puedes ser tan desconsiderado? Las luces del árbol están encendidas y hemos comprado regalos para ti; además, mamá, papá y los chicos te esperan'. Y él dice: Acabas de decirme que mi vida contigo y los niños se ha terminado. Acabas de decirme que ya no puedo vivir contigo. Ahora quieres que vuelva disfrazado de Papá Noel. Y nunca me han gustado tus padres'. Entonces ella responde: No sabía que fueras tan cruel. No ha sido culpa mía que me haya enamorado de Henry. Fue más fuerte que yo. Actúas como si lo hubiera hecho a propósito. ¿Qué quieres que les diga a papá y mamá? No saben nada. Nos hemos pasado toda la tarde decorando el árbol sólo por ti. Te esperan, se han puesto su mejor ropa'. Y él, que desea ver a sus hijos y las cuatro paredes de su casa, vuelve”.