jueves, 23 de diciembre de 2010

SIN SUERTE Y ESPERANDO

Son casi las siete de la tarde, y estoy en la Biblioteca. Es una tarde tranquila, y ya va para hora y media que ha caído el sol por el horizonte. No blancas, pero si largas. Noches muy largas. Hace mucho frío y los lectores entran y salen buscando el calor de los libros o de Internet. Vaya usted a saber que buscan. En días invernales así, ásperos, duros, inclementes, el rumor de la frontera adquiere todo ese fulgor imaginario que me atrapa. Todos sus relieves se ofrecen al espectador por si quiere sentir y comprender un poco más. Me digo que tengo que volver a ver los primeros cuarenta minutos de Bailando con lobos. Ay, esos mitos. El pueblo presenta ese aire fantasmal que tanto aturde y atemoriza a los de la gran ciudad. “¿Qué se puede hacer aquí en el invierno?”, le escuché un día de agosto a dos que entraron despistados a la Biblioteca. El tono era altivo y la intención de abundante desdén. Tipos sobrados de suficiencia, que no se pararon a pensar que a quien preguntaban le cabe al mismo tiempo seguir amando la gran ciudad y haber aprendido a amar la frontera. Esa falta de complejidad y ambigüedad, a la que cuesta tanto encomendarse. ¿Saco el hacha o no saco el hacha?, pensé que era la cuestión. Saco el hacha, resolví. “Lo que no nos dejáis hacer gente como vosotros en el verano”, les contesté mirándoles, como si les entregara un libro, a la cara. Touchés, y acabamiento inmediato de la arrogancia capitalina.

De repente entra un lector asiduo y me dice, así de sopetón, “he llegado a la conclusión de que somos pobres, de que no lo hemos dejado de ser nunca”. La literalidad de los números que oculta o la ambigüedad de las palabras que muestra, ¿a que me atengo? La lotería, otra vez se esta vendiendo mucha lotería, me dice. Cuando vienen mal dadas, cuando tenemos que tomar decisones de envergadura y con determinación inquebrantable, Doña Manolita se impone por goleada a la Providencia o a Hegel o a Keynes, a la hora de elegir quien nos acompañará en nuestro incierto y confuso destino. Nunca llegaremos a nada, sentencia.

Experiencias que se cruzan en la Biblioteca, en invierno o en verano, con el AVE entrando ya por el Norte helado y el Gordo de la Lotería huyendo hacia el sur lluvioso. Pobres y sin suerte, somos menos que pobres. Esperando que el nuevo año comienza pronto y que el frío haga mas profunda nuestras pisadas. Qué menos.