viernes, 21 de enero de 2011

LA MIRADA TUBERCULOSA SOBRE LA VIDA


Le hablaba el otro día sobre la manera que tenía Kafka de ver el mundo: el dia que saltó la noticia del comienzo de la primera gran carnicería de siglo XX, él se fue a la piscina. No es una chulería eslava como se ha de entender tal conducta. Es el mirada tuberculosa sobre la vida. Dicho sea como una metáfora, aunque fuera esta enfermedad la que acabó con el autor de la Metamorfosis diez años mas tarde.

Cuando nos asomamos a algunas de la ventanas informativas de que disponemos, ¿qué es lo que queremos? Que alguien nos hable y nos diga algo. ¿Y ese alguien que quiere?, evidentemente que le escuchemos. Evidentemente quiere que le escuchemos, pero, ¿por qué quiere que le escuchemos? No es tan evidente. Quiere que lo escuchemos o solo quiere hablar. Y nosotros, ¿queremos realmente escucharle o solo queremos pasar el rato, entretenernos? Lo cierto es que él ha decidido colarse en la ventana informativa y darle al pico, y nosotros hemos decidido abrirla. Si no hay mas responsabilidad que esta, ya se puede imaginar lo que puede dar de si semejante conjunción. La gran intuición de Kafka fue darse cuenta, mucho antes de que fuera una realidad atosigante, de la cantidad de inanidad, a parte de corrupción, que hay en los medios de comunicación de masas. Ese desplante, iendose a la piscina el mismo dia que estalla lo mas grave que puede estallar entre humanos lo dice todo. Por la misma razón, no lo dude, el dia que nos digan que nos han echado del euro, dia que ya está mas cerca, el menda se va la playa o a esquiar, dependiendo de la inclinación del sol.

Todo sentimiento altera la percepción y toda alteración en la percepción induce un sentimiento. Estos sentimientos se manifiestan en dos ámbitos. Uno es el más obvio, iluminado com si fuese una superficie mas o menos pulida y siempre transitable, es el que nos garantiza la seguridad de las conmociones indiscutibles. Es el ámbito de los medios de comunicación de masas. El otro es como un magma oscuro que se cuece por debajo de lo que se ve, es una forma de riesgo. Es el ámbito de la guerra y de todos sus aliados necesarios. Se trata de la emoción delante del misterio de la existencia del mundo y de la vida, delante de la perplejidad que nos produce su condición inabarcable. Pero se trata, también, de la necesidad de encontrar un sentido que ligue los acontecimientos y las cosas que pasan delante del lector. Los dos ámbitos sentimentales viven juntos en el lector, los distingue su analisis racional, no el ajetreo de la vida cotidiana.

Los profesionales de la información buscando la pureza de la verdad para contarla acaban siempre en el banco de la desolacion y la podredumbre. Es su trágico destino, queriendo poder verlo todo, acaban ciegos. Esta distición es lo que llevó a Kafka a tomar la decisión de irse a la piscina y coger la pluma, en lugar de coger las armas o leer febrilmente los periódicos. La metamorfosis, 1915, fue el resultado de tan oportuna decisión. Un trozo de auténtica verdad sin salir del territorio de si mismo. Mientras, soldados y periodistas quedaron atrapados para siempre en el fango y el frio de las trincheras europeas.