miércoles, 19 de enero de 2011

DONDE YO LO VIERA

El dia 2 de agosto de 1914 Franz Kafka apunta en su diario: "Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, Escuela de Natación".

En proporción al contenido de la entrada, no hay ninguna otra entre 1910 y 1923 que sea tan escueta. Me atrevería a decir, incluso, que es la entrada más escueta.

En otro momento de sus anotaciones dice:
"No es necesario que salgas de casa. Quédate junto a tu mesa y escucha atentamente. No escuches siquiera, espera sólo. No esperes siquiera, quédate totalmente en silencio y solo. El mundo se te ofrecerá para que le quites la máscara, no tendrá más remedio, extático se retorcerá ante ti".

De nada vale seguir intentándolo, ya lo he dicho, o sino lo hago ahora, desde que el mundo es mundo los hombres y las mujeres que lo habitamos hemos hecho y hacemos todo lo posible para no entendernos. Ahora que ya no se sabe cual es la linde que separa lo público de lo privado y cual lo privado de lo íntimo, mas nos valdria, como dice Kafka, quedarnos mucho más tiempo en casa, solos y en silencio. Se pongan como se pongan los profesionales de la palabra y de la imagen, esos que creen que tienen que dar testimonio, prevenir, enseñar el camino para salir de la catástrofe en que nos encontramos, buscar una manera mejor de organizar la sociedad, es inutil, todo su trabajo acabará inexorablemente en el albañal del espectáculo, ese lugar de falsos brillos, sin lindes y sin tiempo. No se como no lo han entendido todavía. Kafka, que nunca tuvo tales tentaciones, lo refiere a su modo en otro rincon de su diario: "El Mesías vendrá cuando ya no se le necesite, vendrá un día después de su venida, no vendrá el último sino el ultimísimo día".

Una época como la de Kafka, en la que la fe en que el mundo pudiera ser otro era incontestable, en la que la guerra y la revolución se confundian por tener el único protagonismo para que aquel propósito fuera posible, en la que muchos de los que se consideraban escritores o artistas sucumbieron a la ilusión de que la historia era algo superior al hombre y la verdad de las ideas revolucionarias más importante que la vida humana, en una época así, el de Praga trazó y defendió lo más íntimo del espacio humano.

Aquel propósito al final se cumplió y el mundo consiguió, a base toneladas de escombros y cadáveres, ser otro. Kafka no escribió nada mas sobre el horror y la devastación de la guerra, ni sobre las víctimas, ni sobre el dolor de sus familiares. Ni siquiera lo llamaron a filas. Pero quieto y solo en su casa, en silencio, comprobó como el mundo y sus bichos se ofrecían para que los despojara del caparazón de sus falacias.