lunes, 3 de mayo de 2010

ES LA FORMA DE SENTIR EL LENGUAJE


Me pasa cada vez que lo planteo en el seno de alguna reunión de amigos en las que participo. Cuando digo que la literatura (o el cine) es una experiencia con el lenguaje, no con el argumento, se produce una rebelión a bordo. Pero cuando digo que no solo es la experiencia con el lenguaje entendido como la supremacía técnica expresado por él, sino con la forma de sentirlo, las caras de perdonavidas toman sin disimulo el protagonismo. La saliva, entonces, comienza a aflorar en los labios, iniciando su precipitación hacia la mesa. Manos a las cartucheras.

Esa despreocupación, que no tiene nada de feliz, de la situación del lector (o del espectador, tanto da) ante la creación artística y, por ende, en el mundo, es la que lo coloca como un individuo que se cree al margen de los avatares de la experiencia propia y ajena. Dígale, si quiere, que se cree como dios.

Porque lo peor de insistir en leer o mirar nada más sobre el argumento o sobre los refinamientos técnicos de la obra en cuestión, no es que lo delate como un okupa en el primer caso o un avasallador sin escrúpulos en el segundo, sino que también los descubre, y esto es lo peor, como un lector o como un espectador falto en absoluto de compasión. Esa egomanía tan de moda, que Warhol cifró en cinco minutos lo que fuera prudente que durase, pero que al final se ha convertido en una forma permanente de estar en el mundo.

Un lector o un espectador así son los vigilantes, como antaño fueron los temibles inquisidores, de los dos dogmas que embotan y paralizan en la actualidad el flujo creativo de la humanidad. Me refiero al dogma de la Cultura Popular y el de la Alta Cultura, con sus vaticanos, papas, biblias, santones y profetas, con sus cismas y excomuniones. También la representación mas escandalosa de las sempiternas trincheras, donde se aloja y desde donde dispara el espíritu humano. Hecho pedazos en su solipsismo y aislamiento, en medio del griterío de todos los congeneres.

Al final de la reunión, a veces, recuerdo que la cultura es la forma de producir cosas, también el producto de la comunicación humana. Vanamente, los tiros se han hecho ya dueños del escenario.