“Y sí, al final Julian Barnes responde a todas las cuestiones que abrieron esta reseña: la memoria sobre cuyos puntales se alza la historia que sobre nosotros mismos nos contamos es una memoria engañosa. La historia, por lo tanto, es tan engañosa como incierta. Porque “la historia son las mentiras de los vencedores siempre que recuerdes que también es los autoengaños de los derrotados”. Y ello puede aplicarse, por supuesto, a nuestra vida privada. El drama humano es que, a medida que el tiempo pasa, menos personas quedan para poder rebatir la falsa lectura de lo que fuimos. Como lo es el hecho de que sobrevivimos repitiendo los mismos circuitos y emociones. Pero, ¿qué sucede si estos cambian, incluso en una fase tardía? Y en cuanto a la medianía, Webster, una vez iluminado por la terrible verdad de su pasado, se pregunta: “¿Qué sabía yo de la vida, yo /…/, que me había conformado con dejarme vivir? /…/ ¿Para quien el éxtasis y la desesperación pronto se convirtieron solo en palabras leídas alguna vez en las novelas?”. Ante ello, solo queda el remordimiento que, etimológicamente, es la acción de morder de nuevo. “Imaginen -dice- la fuerza del mordisco cuando releí mis palabras”.