jueves, 1 de diciembre de 2011

LO ARTESANAL Y LO ARTÍSTICO

La distancia que hay entre saber hacer algo con mas habilidad y salero que los otros y tener muy buenas ideas, es la que separa el mundo artístico clásico del moderno. En su momento se hizo un gran esfuerzo para crear esa distancia, supongo que espoleados y fascinados por el eslogan que rezaba, como una gran pancarta, en la raya de salida de la modernidad: pienso luego existo. Desde entonces el mundo no ha parado de de tener ideas. Olvidando o dejando en un rincon, mientras no moleste, lo de las destrezas con gracia y todo eso. Así nació la estrafalaria división entre artistas y artesanos, que, no acabo de entender, como es que dura hasta hoy en día.

Lo que no llegaron a darse cuenta quienes así actuaron, tan entusiasmados debieron encontrarse delante del hallazgo, fue que la expresión contraria también es cierta: si no pienso también existo. Cualquier ser vivo que, no sea de esa especie que se caracteriza por ser la única que tiene capacidad de hablar, da fe de lo que digo. Yo mismo si me comporto como un animal, sigo existiendo en la cárcel o como primer ministro, dependiendo de la legislación vigente.

¿Cómo es que esta rareza ha durado tanto tiempo? Yo creo que ha tenido que ver, paradojicamente, con los criterios de valor y de medida, que nunca se han aplicado. Y digo paradojicamente, porque el arte moderno nace y se desarrolla de la mano de la otra gran revolución de aquel entonces, la científica, partera y juez de todos los cálculos, pesos y medidas que pueden tener lugar en la sociedad. Nada ha ocurrido ni se mueve todavía, desde antaño, sin que ella se entere y otorgue su beneplácito. ¿Cómo es que miró para otro lado a la hora de sacar la vara de medir una obra de arte moderno? Sobre todo durante los últimos cien años, cuando la revolución científica y tecnológica han dado pasos de gigante, al mismo tiempo que la modernidad artística se hizo extrema como jamas se habia conocido antes: ya sabe, todo eso de la mecánica cuántica, las vanguardias artísticas, y tal.

O sea, que todo es pensable y mesurable, segun el precepto de eso que se conoce como la implacable matematización de la vida cotidiana, menos una exposición, por ejemplo, de artistas conceptuales o de perfomances, en la que es imposible saber qué obra de un mismo artista es mejor que otra, y cual lo es entre dos o tres obras de diferentes artistas. ¿Por qué todas ellas se aguantan sobre las ideas de aquellos, y, por tanto, esas piezas no tienen ni huesos ni músculos ni nervios ni ninguno de esos fluidos que nos bullen por el cuerpo? Es decir, ¿ni están sometidas al paso del tiempo ni al roce con la vida? ¿Ni sienten ni respiran? Eso si, las ideas son hermosísimas, como lo son todas las ideas, faltaría más. No queda mas remedio, entonces, que tomarlas o dejarlas en su conjunto, como un gran paquete de producción industrial.

El otro dia le dije a una lectora, que sigue convenciada de lo acertado de la cita del filósofo francés, que Descartes se habia equivocado. Y que estamos como estamos porque lo seguimos creyendo todavía. Debió decir: me comunico luego existo, si hay alguien ahí y me escucha. Pero ante la probabilidad, mas que razonable, de que no sea así, de que no haya nadie, como a tanta gente le pasa tantas veces cada día, no dejaré de intentarlo de nuevo. Pensar solamente, y solo, me acabaría conduciendo a la locura, sino hago transitar lo que he pensado hacia quien por ahí haya, buscando igual que yo.

La vida es densa y obscura, hecha por artesanos desconocidos y eternamente pacientes. Está llena de recovecos y detalles, emboscadas sin sentido, amores, amistades y traiciones. Pero, después de todo, no te acaba de mostrar su verdadero propósito. Por esto caminar por ella resulta tan pesado. La levedad y hermosura de las ideas que se nos ocurren, con sus héroes y hazañas maravillosas, nos alivian de semejante carga. No es poco, pero es sólo eso.