Bien, supongamos que se acabó el recreo. Que se acabó, llegado el caso, por decreto ley. ¿Por donde empezar a continuación? Pues por lo de siempre. Reclamando una educación prioritaria y rigurosa, no ideologizada ni partidista. Inversión urgente en I+D. Que investiguen, coño, que investiguen. Rechazar el intervencionismo estatal, el amiguismo y la subvención como norma de la vida cultural. Levantar la alfombra cinematográfica de una práctica canalla entre productores y exhibidores: comprar entradas a discreción (aunque las salas sigan vacías) para cumplir cuotas de audiencia y poder optar a la ayuda pública. Luchar denodadamente contra la impunidad de la corrupción, mas letal, cuando se generaliza, que una bomba de neutrones. Cambiar la ley electoral y toda la relacion entre electores y elegidos, a favor de los primeros.
Bien, muy bien, cojonudo y todo eso. Pero, ¿cual es la realidad, su espacio de acción y sus actores correspondientes, que se acerca a dar cobertura y proyección a todas esas aspiraciones tan bonitas? Es usted un anticuado, si se atreve a hacer esta pregunta. Eso se acabó con la segunda guerra mundial. Ahora todo desemboca en dos únicas realidades. Una que tiene que ver con el monopolio de los medios de formacion de masas a través de la opinión pública. Ya sabe, lo que no está en los medios no existe actualmente. Toda la tradición sobre la verdad filosofica y religiosa se muestra, por tanto, totalmente irrelevante dentro de esta nueva realidad. La segunda viene determinada por lo que genericamente se llama realidad virtual, que se acabará llevando por delante, cuando se desarrolle en toda su plenitud, al viejo paradigma definido por los señores científicos.
¿Hay alguien por ahí? De momento, y a la espera de una respuesta, dicen que el año 2012 sera verdaderamente espantoso. Antes de que empiece, le deseo felices fiestas.