miércoles, 2 de marzo de 2011

TAMBORES DE GUERRA

De repente, lo que parecia inmutable ha estallado con una violencia inusitada. La llama que se aplicó así mismo aquel joven tunecino se ha extendido con una velocidad inexplicable, incendiando todo el norte africano. Suenan con fuerza los tambores de guerra, y el incendio unicamente puede subir hacia arriba, ya que hacia abajo la arena del desierto y la pobreza se lo impiden, funcionando a la par como un cortafuegos de seguridad infranqueable. Donde hay que quemar de verdad es mas hacia el norte, porque es la Europa rica, en crisis y ensimismada la que ofrece los materiales mejores y mas combustibles. Mire el mapa y haga cuentas. Mire hacia donde apunta el viento de la furia y la desesperación. Delante de la fuerza de semejante vendaval el Mediterráneo es un charco en medio del cruce de los rayos y truenos que acompañan a toda esa monumental tormenta.

La ignorancia supina que tenemos de nuestros propios sentimientos hace que no demos la menor importancia a todo lo que sobre ellos se pueda leer o mirar. Creemos que nada en el mundo está más lejos de una vivencia que la descripción de la vivencia misma. Es que no hay palabras para decir lo que siento, oimos con frecuencia. Por eso vemos y leemos lo que por ahí está pasando como si no tuviera nada que ver con nosotros. Tal ignorancia nos impide hacer justicia no solo con nuestros sentimientos a la hora de describirlos sino, lo que ya es peor, con los sentimientos que nos llegan descritos por los otros.

Y, sin embargo, sí hay un camino que conduce de la descripción o expresión perfecta a lo más humano, a sus desgracias impeorables. La cuestión es saber como encontrarlo mucho antes de que las llamas nos abrasen. No me parece fácil pero tampoco imposible, lo único que hace falta es que desaparezcan los pirómanos del medio, responsables de todos lo fuegos de artifico que nos ciegan la mirada.

La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba. Antes nadie nos ha dicho que el duelo por una persona querida pueda producir tanto horror y tanto miedo. Así descrita, esta escena puede estar pasando lo mismo en la ciudad de Paris, embriagadora y llena de luz, como en la de Trípoli, candidata mas que probable a ser bombardeada dentro de unos días. Puede pasar solo en la ciudad francesa y ser escuchada en la ciudad libia, o al revés. O, sencillamente, puede que nada más esté pasando en la descripción mostrada. ¿Qué no nos pasa por la cabeza para que una vivencia como la que describo, la tengamos que sufrir literalmente en carne propia para poder estar, sin otro remedio, a su lado?