domingo, 27 de marzo de 2011

CUATRO MINUTOS, de Chris Kraus


AYER, HOY Y MAÑANA

Traude Krüger parece que solo tiene un obscuro pasado y Jenny Von Loeben un futuro jodido. Se encuentran en el presente y sobre su suelo se despliegan lo que pasó y alguna de las posibilidades de lo que vendrá. Se se fija el pasado de Traude y el futuro de Jenny coinciden en algo, son cualquier cosa menos amables, o como si fueran nenúfares en el estanque de algún paraíso. He vuelto a ver la peli. La falta de empatía entre los personajes, y entre estos y el espectador ha vuelto a darle, de forma renovada, todo su brillo y poderío.

Todos estas turbulencias tienen su cita en una cárcel, ese lugar donde la vida va en serio, es decir, tira hacia delante rodeada de sufrimientos. Al lado de un piano y con la misión de alcanzar los cuatro minutos que dura la actuación final, para alcanzar la gloria, es decir el sentido. Cuatro minutos sobre ciento doce que dura la peli. Una proporción simbólica de lo que nos cuesta entender nuestra existencia, de su esfuerzo y dolor, si es que la llegamos a entender en algún momento de nuestra vida

¡Que bien sienta que el director Kraus trate al espectador de forma inteligente! De forma inteligente quiere decir que respeta los sentimientos y las contradicciones que siempre los acompañan; que no pretende aleccionar ni intimidar con enfáticas puestas en escenas; que muestra sin ánimo de demostrar nada, ni amenazar a nadie. Inteligente quiere decir adulto, de una vez por todas adulto para siempre. Es decir, responsable él con lo que muestra, responsable yo con lo que miro. De tu a tu, de igual a igual. Cuatro Minutos es un pacto de responsabilidad que atraviesa sus reflexiones y las mías.

Que el pasado es solo pasado y el futuro es solo futuro es cosa de historiadores. Que el presente es solo presente es cosa de cocineros, costureros, políticos profesionales y, perdón por la redundancia, publicistas. Para el cine, sin embargo, pasado, presente y futuro forman parte de un mismo y fluido magma, el tiempo. Esa pasta delicuescente de la que estamos hechos los espectadores y los personajes que nos representan en la pantalla. No como algo que pasa (así quieren manejar nuestro tiempo esa gente de las cocinas, las pasarelas, la política y tal, que mencionaba antes) sino como algo que fluye, que es algo diferente (así lo sentimos nosotros a pesar de la tabarra de aquellos). Pasar significa dejarlo todo atrás, fluir significa circular, deambular de forma infinita fijándose que hay entre las grietas del recorrido.

¿A donde apunta el futuro de Jenny, a donde el pasado de Traude? ¿A donde el presente de los honorables ciudadanos que las rodean, acosan y clasifican? ¿A donde la violencia de la pasma que asalta el auditorio? ¿Quien es el depredador, quien la presa? En fin, ¿a donde va la música que trenza y lo envuelve todo? Al ayer, al hoy, al mañana. A lo que permanece. Hoy es ayer, mañana fue hoy, ayer fue mañana. El tiempo no para nunca, igual que el pensamiento sobre él. No tiene que ver con el recuerdo preciso de una serie de acontecimientos, es lo que revela los enérgicos trazos de que esta hecha la peli. Arte, civilización y barbarie, en eterna pugna a la busca de sentido.

No interprete con todo ello que le quiero amargar los placeres propios de la primavera que ya ha comenzado.