miércoles, 9 de marzo de 2011

EL DISCURSO DEL REY, de Tom Hooper


LEER EN VOZ ALTA

Con asiduidad lo que le pasa al lector adulto es que tiene problemas con la significación del lenguaje. Dominando su mecánica y su funcionalidad piensa que todo lo que es capaz de decir el texto se encuentra en la literalidad de sus palabras. Como funciona y que significa vienen a coincidir, la mayoria de las veces, en su experiencia lectora. Su percepción de la realidad está, sin duda, mediatizada por esa coincidencia. Confunde el mundo con su percepción del mundo, con su mapa, elaborado mediante la mecánica funcional del lenguaje.

Es por eso que las anomalias que se derivan de este esquema dominante resulten interesantes. La menos habitual de todas, como decía antes, tiene que ver con que el lector considere o, al menos, tenga en cuenta el aspecto significativo del lenguaje. Lo cual quiere decir que acepta los problemas que tal decisión lleva asociados en su intento de alumbrar otros mundo posibles. Los acepta y se enfrenta a ellos en su experiencia lectora. Sabe que sin esa problematicidad el lenguaje tiende a ser plano, también se dice natural, como que el que sol salga cada mañana y se ponga al atardecer. La otra anomalía es la que vertebra la película ganadora del Oscar de este año. Alguien que llega a su madurez biológica y emocional sin haber conseguido dominar la mecanica funcional del lenguaje. Alguien que es lo que se llama, en términos coloquiales, un tartaja.

A alguien así, de repente, le es encomendada un misión, una gran misión, la mas importante misión, que tiene que ver con esa doble vertiente del lenguaje. Leer bien y entonadamente en voz alta, leer para una gran multitud y hacerlo con el mayor grado de significación posible, y de sentido. Estamos ante la lectura oral y el lector oyente. Lectura y lector situados en una posición singular, en una posición comunal. Estamos ante el gran concierto de la vida del protagonista. Hacer que su manera de hablar entrecortada y atropellada se transforme en las palabras y la música que esconde, las mejores palabras y la mejor música, y también su mas alta capacidad de persuasión. Los que le van a escuchar es lo único que de él esperan. En esas palabras que van a oir tienen puestas toda su confianza.

Cuando sus palabras se habían acomodado a la privacidad y el secreto de su entorno mas íntimo, a esa arbitrariedad que otorga la confianza y la despreocupación de las conversaciones coloquiales, ha de aprender a saber buscar para hablar de lo común, para decir lo que quieren oir la gran multitud que espera impaciente a las puertas del palacio. Para decirlo como si fuera lo mas importante que han escuchado en sus vidas. La escena final lo dice todo. Encerrado en una garita, leyendo lo que le han escrito bajo la batuta encomiástica del logopeda amigo, hace que salgan al mundo las palabras que el mundo necesita oir cuando está en peligro. Reafirmando con su hermosa y pausada musicalidad, como ya hicieran los grandes oradores griegos, la grandeza y transcendencia del momento.

No hay indicos que lleve a pensar al espectador, que por el hecho de que el protagonista sea un tartaja, su pensamiento símbolico haya de esta afectado por semejante defecto. Pero si creo que altera su aspecto emocional y volitivo, lo cual puede trastornar la imaginación y su capacidad expresiva. Porque nunca haya sido no quiere decir que no pueda ser. Y también sabe, porque el logopeda se lo sugiere de forma insistente, que si no padece tratando de superar su tartamudez dejará de ser. La verdad así se lo exige. Mayormente, porque no conformarse con la mentira es lo que, bien que mal, le va a hacer seguir viviendo. Empecinarse en esa verdad sobrevenida que le acosa y le atenaza, por áspera que sea, es lo que le hace ser un hombre reinventado. Aunque le pueda parecer increible, dado como se habia imaginado el futuro junto a su familia, que lo adora siendo como es un tartaja.

Que todo ese sufrimiento le venga impuesto porque le ha caido encima, y sin previo aviso, el marrón de ser rey del Imperio Británico en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, es algo que también ronda por la película. Aunque sé que los magnates de Hollywood es en lo que más se han fijado, y tenido en cuenta, a la hora de decidir otorgarle el premio. Nostalgia de la monarquia, esa que padecen gustosamente aquellos republicanos de la costa oeste norteamericana.