viernes, 4 de junio de 2010

BAJO LA CIUDAD, de Christoph Hochhäusler


LA ALEMANA DE CANNES

Bien, como decía el otro día, dejé al cineasta israelí lamentándose a la francesa de la deriva totalitaria que esta tomado su país, cogí el autobús y pocos minutos después tenía delante un histora de amor que ocurria en Frankfurt, capital de la pasta europea y también la que nos tiene fichados y tutelados por no hacer los deberes económíco-financieros.

No se ahorra el joven director aleman escenas y secuencias donde se ve todo ese poderío del que depende el ser o no ser europeo, del que dependemos los de por aquí. En una de ellas, que se repite en diferentes ocasiones y que marca el espacio narrativo de la peli, un grupo de cinco jerifaltes del más alto nivel se reunen alrededor de una mesa redonda situada en la planta más alta de uno de los edificios más altos, sino el que más, de la ciudad. Acero y cristal a raudales, diseño hospitalario en todos los rincones, frialdad de estepa kazaja, cruce de miradas rasgadas como lanzas envenenadas. Sobre la mesa de madera noble, pongamos que de procedencia africana, cinco vasos rodeando una botella de agua y un puñado escaso de papeles para adornar (ya sabe que el poder no los necesita, tiene al mundo en su cabeza). El despacho era grande, muy grande, para que me entienda, había hueco para organizar dos o tres viviendas mileuristas. Y lo más importante, todo estaba rodeado por un enorme ventanal desde el que se divisaba toda la ciudad. Si mirabas hacia arriba no sabías si Dios estaba mas allá aun o si habia quedado sobrepasado por el rascacielos. Si lo hacias hacia abajo, nunca los seres humanos fueron tan escarabajos y tan insignificantes. La conversación bajo el predominio de la lengua de Lutero hacía que las palabras pareciesen nuevas, poco usadas diria yo, lo justo para decir cual era el destino de los millones de humanos que pululaban mas abajo. En esta ocasión, me fijé con especial atención en la fonética, en el poderío de su embriagadora eufonía. ¡Como modulan los poderosos las palabras! No si se exagero, pero en algún momento me parecieron personajes wagnerianos. Eran voces que no solo trajinaban con los negocios, sino que dictaban sentencia como si leyeran un libreto operístico. Transmitian la gravedad del cargo, pero también la levedad de quien ha llegado, y se sabe, tan alto, lo más alto. Esa combinación los hacía tan repugnantes como atractivos. En la pantalla siempre me provoca el sentimiento, y me hace cambiar de perspectiva respecto a estas altura. Para compensar, lo más conmovedor era verles enjuagarse la boca suavemente, como para coger aire, con un trago de agua.

Cuando veia esto en la pantalla, ya nos habían dado el primer repaso en Bruselas, pero viendo y oyendo a estos ejecutivos de Frankfurt comprendí también nuestro futuro. La determinación de la economía alemana y de esa manera de hablar y de imponer que la acompaña, que otorga la forma de las grandes decisiones de esta gente, han hecho suya la moneda única europea. Diría más, han hecho de ella una de las experincias mas importantes e interesantes en este cominezo de siglo. Han hecho del euro el destino del siempre retorcido espíritu alemán. Y por primera vez no sentí miedo. Ya le digo, si quiere asco y admiración a partes iguales, pero no miedo. Lo vi claro, mejor que en cualquier artículo especializado, a muchos de los de la Europa del Sur, que yo me sé, se les ha acabado el chollo.

Pues bien, uno de los que se sientan en la mesa, Roland, se lia con la mujer de uno de sus empleados, Svenja. No piense que la peli deriva según los cánones sabidos. Es lo que uno espera, pero no, fue que no. Latinazo que es uno.

Lo del amor y sexo se cuela como una fuerza más en aquel conclomerado de fuerzas. Hay que ver la cara que se les pone a los hasta ahora todo poderosos, compas de Roland. No es sequedad alemana, ese prejuicio, también, mediterráneo. Es la forma de la vida desnuda de objetivo. Es la vida ya sin propósito, ¿qué quiere que ocurra alli arriba, si más arriba no hay nadie?. No hay ese tipo de sexo que se imagina, ni nada que distorsione la dirección de las fuerzas en liza. Solo hay desequilibrio por una intrusión de vida de abajo inesperada e inopinada. Todo vuelve a su cauce cuando Roland dimite de todos sus cargos. Se me ocurrió que allí arriba las cosas ya no suceden, son siempre, y que solo así se parecen a las de abajo. Si hay algun lugar donde esta brillante frase de Salustio se hace visible es en los cielos de Frankfurt. Abajo en la ciudad, las cosas pueden suceder o no, depende como se muevan los de allí arriba. Un caso como éste puede alterar el orden de la bolsa, lo que pasa es que los de abajo, para consolarnos, seguimos pensando que se debe a la voluntad diabólica de los mas ricos, vamos, que son unos hijos de de la gran puta. Yo creo que la cosa tiene más misterio y es más inenteligible de lo que parece. Y después de todo las madres de estos personajes solo fueron responsables de querer parirlos. Si es que lo fueron. Lo que ocurre es que la cuenta de resultados, ya sea en la bolsa o en el hogar mileurista, no admite tregua, ni otra mirada.