lunes, 21 de junio de 2010

AÑO BISIESTO, de Michael Rowe


LA MEXICANA DE CANNES
Premio Cámara de Oro del festival

Ya dijo el maestro Eliade que vivimos y viviremos prisioneros de nuestras intuiciones arquetípicas que tienden, obvio es subrayarlo, hacia lo absoluto. Mas bien de manera inconsciente que lo contrario, a esas intuiciones le damos forma en el momento que nos damos cuenta de nuestra situación en el mundo, suponiendo que lleguemos a alcanzar esa atalaya. Sabido es que hay gente que pasa de largo por este valle sin conseguirlo. Es la manera que hemos inventado para huir del dolor que nos produce esa presencia abrumadora y obscura en que se convierte nuestra conciencia, al saber de su finitud y de ese capítulo final que le espera que es la muerte. De otra manera, desde que dejamos a nuestros parientes los monos, empezamos a caminar erguidos y nos dio por pensar e imaginar, lo cual hace que siempre estemos partidos entre el deseo de infinitud que no deja de trajinar en la cabeza y nuestra realidad, personal y del habitat en que nos movemos, que es irreductiblemente perecedera. Nadie en su sano jucio se atreve a negar semejante obviedad, pero todo el mundo actua como si no existiese. Negándola. Es la paradoja más genuina de este tiempo que nos ha tocado vivir. Todo apunta a la tumba, pero parece que apunta menos si apuras la vida con ansiedad neurótica. Incluso hay tipos que en el extremo fanático de esa actitud estan convencidos que pueden llegar a desviar la trayectoria y conseguir pasar de largo del hoyo definitivo. Es la intuición arquetípica por encima de todas las demás: el valor absoluto de la vida y la negación sin paliativos de la muerte y sus emisarios. Ir de bólido se ha convertido en la consigna de una plenitud enfermiza, que únicamente deja huella en las muestras que hacen los laboratorios municipales de los albañales de las ciudadades, donde los restos de ansiolíticos, antidepresivos y psicotrópicos no paran de hacer la competencia a los otros tipos de mierdas que por allí fluyen hacia el mar. La opción contraria, mas lenta y contemplativa, es como aceptar, resignadamente, la condena de un preso en el galería de la muerte a la espera de la inyecció letal o el fusilamiento delante de un pelotón, que ahora se ha puesto otra vez de moda.

Alguien, que se llama Laura, tiene veinticinco años y vive en Mexico DF, ha dicho basta a toda esa pamema. El dia 29 de febrero es el día elegido para quitarse enmedio, justo cuando hace cuatro años que murió también su padre. Otro alguien que se llama Venus, que tiene la misma edad y que vive por aquí, se encuentra en parecido trance, pero quiere seguir adelante y se ahoga cada vez que lo intenta. Lo único que le interesa, me decía, es que me quiten esta maldita asfixia. Viéndola hacer gestos, agarrándose el cráneo con las manos temiendo que se le fuese a salir el cerebro de estampida, no paraba de exclamar como le había podido suceder a ella eso.

Laura, la de la peli, tiene claro el dia de la hora final, lo único que no sabe es el cómo y quien le va quitar la vida. La menda ha decidido que no será la ejecutora de su propia muerte. El punto de vista de Laura, que es el de la peli, coloca al espectador sin escapatoria en ese lugar que dibuja su firme determinación de suicidarse. Algo que un día sabemos que ocurre, como una noticia de impacto, pero que tiene una laboriosa gestación en la mente del suicida. Eso es la peli. Algo que continua siendo una conducta inexplicable, pero que, limpia de adherencias, la historia que corre por la pantalla me lo hace inteligible. Sin embargo, la peli no oculta, al espectador que se haya colocado ahí dentro acompañando a Laura, que le puede pasar lo mismo en cualquier momento. Nada de aspavientos psicologistas ni consejos de autoayuda en plan que la vida vale la pena seguir viviéndola, y tal y tal. Suicidarse, nos viene a decir Laura, vale lo mismo que vivir. Morirse no es para tanto. Sígueme y aprende, espectador iluso. Si usted no ha estado así en la mente de un suicida, esta es su peli.

A Venus, la mujer de por aquí, nada de eso le preocupa, ¿se sabe inmortal y quiere seguir ejerciendo? ¿Y si esos engaños ya no dan mas de sí? Le pregunto. ¿Que es lo que viene a continuación? Viene lo de Año bisiesto, mírala, le sugiero. Pero ella solo quiere que le quiten la axfisa, esa agonía que le impide realizar la ubicuidad soñada. Venus es una mujer que no admite la compañía, que no deja ver el sueño que le atormenta.

Laura nada más sale de casa para buscar a quien le va a suicidar. Venus solo vuelve a casa para maldormir. Sin embargo, les separa una tenue raya imperceptible a un lado de la cual Venus lucha en el momento previo a la ruptura con lo real, con ruidos al borde del silencio y de la explosión, y en el otro a Laura ya nada le duele.

Es una peli casi obscena en lo que tiene de escudriñe de los sentimientos de Laura, empezando por los vulgares y acabando por los más vulgares. Nada en ella nos resulta extraño, pero lo malo, cuando se mira con distancia, cuando no te está pasando a ti, es que todo parece oscilar entre el absurdo y el ridículo. A los refinados franceses les pareció algo así. Unos se escojonaban de la risa y otros empezaron a desfilar hacia la calle, como diciendo que eso era cosa de criollos y salvajes, de gente poco ilustrada. Es lo que tiene jugar en casa.