jueves, 1 de abril de 2010

LOS PREJUICIOS DE LA MIRADA


Leyendo el texto de Primo Levi (deportado a Auschwitz) y de Rudolf Höss (comandante supremo de Auschwitz) da la impresión de que los campos de extermino que inventaron el nazismo y sus cómplices no admitan un tratamiento directo. Ni Primo Levi parece haber sido una víctima ('tuve la suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944 y después de que el gobierno alemán hubiera decidido, a causa de la escasez de mano de obra prolongar la vida de los prisioneros que iba a eliminar concediéndole mejoras notables…', así arranca su obra “Si esto es un hombre”), ni Rudolf Höss un superverdugo, ya que no empieza su libro “Yo comandante de Auschwitz” por su profesión, sino que necesita coger aire y volver a su infancia en Baden Baden ('miren quien soy y de donde vengo, soy un tipo normal como ustedes', parece decir), haciendo el camino al revés, para poder justificar mejor las barbaridades de que le acusan y por las que, incomprensiblemente para él, le van a ahorcar en cuanto acabe de escribir el libro que le han encargado.

Es cierto, que tratar con el horror así de frente hace que aparezcan todos los fantasmas y que ocupen toda la cabeza de quien lo intenta, antes de ponerse a escribir la primera línea. Víctimas o verdugos de aquellos horrores nunca antes imaginados, necesitan, pues, desdoblarse, dejar de ser lo que han sido para escribir, mejor o peor, sobre lo sucedido. Necesitan situarse, determinar su punto de vista desde el que van a decir. Necesitan crear una voz que, así, pueda contar. Esa intuición de Primo Levi y Rudolf Höss (lo que hay decir sobre el Lager, para de verdad contar lo que allí sucedió), esa decisión, necesariamente parcial, los acreditan ante el lector como tipos inteligentes, muy inteligentes. Lo nuevo a partir de Auschswitz es eso, que víctima y verdugo puedan ser, son los dos seres inteligentes. Torturador y torturado pierden la dignidad en el Lager, pero no la inteligencia. La inteligencia solo te la arrebata la muerte. Si sales vivo del Lager puedes escribir antes de suicidarte, antes de que te ahorquen puedes escribir. Si tienes algo que contar. Lo incomprensible, 65 años después, es que la mayoría de ciudadanos sigan sin entenderlo.

Y, sin embargo, el esfuerzo constante de mirar al mal de frente es absolutamente necesario y compatible, al mismo tiempo, con que la voz que cuente lo que mira tenga que ser de ficción, es decir, parcial. De otra manera, el Mal Absoluto solo se puede contar y sentir como verdadero desde esa ficción. Un niño con pijama de rallas, pongamos, no puede ser esa voz porque un niño no sabe ser parcial, no sabe elegir, no tiene memoria, en fin, no sabe mentir con intención y sentido, miente literalmente. Todo ello tiene que ver, supongo, con la naturaleza de la propia comunicación humana, y con esa manía, tan de moda, que tiene el personal de exigir información valiosa, experiencia verídica, autenticidad incluso verdad, sentir el contacto de algo real. Y quien mejor que un niño para encargarse de semejante misión.

Víctima y verdugo son el ejemplo más salvaje y disparatado de la incomunicación humana. Sin embargo, cuando junto los textos de Levi y de Höss parece que tienen que decirse algo. Misteriosamente, yo diría que se entienden. No sé donde, pero las palabras apuntan a un lugar común, ya fuera del Lager. Endiabladamente lúcidos, no estaban locos sabían lo que decían. Indignos los dos en el Lager, su inteligencia los pone en contacto en el ámbito de la escritura. Es la contradicción del ser humano moderno, que, como decía antes, no acabamos de admitir. La gente sigue dejándose llevar por la mirada angelical de aquel niño del pijama de rallas y pensando que, a pesar de los pesares, la vida es bella. La gente sigue mirando para otro lado.

Y eso será nuestro acabamiento, ya que nadie vendrá a salvarnos de los peligros que tiene la herencia de nuestra propia obra, y tal vez última, como civilización. Primero fue el poder de los grandes Dioses griegos y romanos, después el Dios cristiano uno y trino, y en solo 30 años (1914-1945) matamos a los unos y al otro, y pusimos el Mal en el centro de nuestra conciencia. Así construimos en el Lager el primer Poder Humano Demoníaco (práctico, aniquilador masivo, asesino perfecto que pretendió no dejar rastro). De los humos de aquellos hornos crematorios llega ahora - más allá de cualquier gobierno, más allá de cualquier legalidad, más allá de cualquier campo de exterminio, fruto de la voluntad absoluta y la especulación ideal sobre la realidad del mundo - el Demonio Deshumanizado con forma, por ejemplo, de Gestor de Fondos de Inversión, conocido también como Sturmbannführer de las Altas Finanzas y Transacciones, en recuerdo de los viejos tiempos. A estos les importa una higa poner por escrito sus experiencias. Son virtuales, no ocupan ningún lugar concreto, pero existen. Y asesinan a mansalva, ahora sí, sin dejar rastro.