viernes, 30 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 9

MUNICH: Las cervecerías 
Puedo decir, después de esta tercera vista a la capital bávara, que son mis lugares preferidos de Múnich. Hoy como ayer están permanentemente abarrotadas de público. Pienso al contemplar esa ingente masa exaltada, ¿cómo se mide la incomprensión aparente que caracteriza al turista del ocio? ¿Qué clase de sombras merodean en su ociosidad cristalina de hoy, si las comparo con las de la laboriosidad del trabajador de ayer? La palabra que une a las dos épocas es la de agitación. Las cervecerías muniquesas son lugares donde personas y cosas están permanentemente agitadas por el trajín a que las somete el ir y venir del líquido apreciado. La gran dimensión de estos locales favorece que el ruido habitual de un bar, una taberna, un pub, etc., se transforme en agitación y de ahí a la algaravía popular solo falta un flautista de Hamelin que llegue a tocar las teclas oportunas. Es así que puede decirse que si el comienzo del siglo XX tuvo lugar en la esquina del puente Latino de Sarajevo, el 28 de junio de 1914, los primeros balbuceos de su final (no en balde los historiadores lo califican como el siglo más corto) el 9 de noviembre de 1923 en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich, en la que Adolf Hitler inició el golpe de estado contra la legalidad republicana de Weimar.  La Bürgerbräukeller es una cervecería fundada en 1885, con capacidad para unas 1830 personas. ¿Le cabía alguna duda al muniqués de entonces sobre que respuesta dar a la pregunta de en que espacio de tiempo transcurrían sus afinidades electivas y sus correspondencias? Sin embargo, medito sentado en un rincón de esa misma cervecería llena hasta los topes, como no podía ser de otra manera, si fue semejante agitación la que impidió, aquella lejana tarde de noviembre, sentir a toda esa muchedumbre de bebedores de cerveza el lento girar del mundo hacia el abismo y la obscuridad, que inició la irrupción violenta y sin previo aviso de Hitler y sus compinches. La ingesta individual de cerveza rodeado de tantas personas haciendo lo mismo, produce una rara mutación en la percepción provisional del destino del mundo. Me atrevería a decir que allí dentro, rodeados por ese fragor y esos vapores que se imponen sin piedad, los turistas de hoy parecen formar una verdadera clase social con una conciencia más clara que nunca de lo que debe ser su misión para que el mundo alcance de una vez por todas la felicidad. Dicho de otra manera, es difícilmente imaginable que cualquier heredero del populismo hitleriano, que hoy busca un hueco para hacer oír su voz (no únicamente en Alemania), pueda irrumpir con su tropa en una cervecería y pedir, u ordenar, que le hagan caso. Y es que hoy el sentido de la agitación en las cervecerías muniquesas ha girado al compás del mundo en el que les ha tocado existir. Con ello no quiero decir que la agitación cervecera de hoy en día en la capital bávara no sea epítome o significado de algo que, como los trabajadores de 1923, no podamos saber lo que es y lo que alumbra y proyecta hacia el futuro inmediato. Valga como ejemplo la recomendación explícita, casi como una súplica, que nos hizo Celes, el guía de Múnich que ya he mencionado en anteriores entradas, de que no entráramos en la cervecería Hofbräuhaus, siendo la más afamada tal y como aseguran los promotores culturales de la ciudad. La súplica de Celes tiene que ver, y aquí radica la paradoja del presente, con la mala educación y falta de respeto que los camareros tienen hacia los clientes que ellos observan no son portadores de sustanciosas propinas por el servicio prestado. Todo trabajador tiene un salario y un puñado de palabras para llegar a fin de mes, al parecer los camareros de la Hofbräuhaus no consiguen acabar el calendario mensual por ninguno de estos dos caminos. Como puede observarse, el huevo de la serpiente ha girado para buscar el mejor nido de incubación. Ya no está en el bocazas o en el fantoche que llega a la cervecería a ofrecer la luna al bebedor que está allí empinando su jarra de un litro, si es capaz de prestarle su nebulosa atención. Ahora son los camareros, personajes anónimos hasta ahora en la relato de las cervecerías muniquesas, quienes han tomado el relevo de los antiguos fantoches militarizados y deciden de antemano quien es merecedor, y quien no, de sus aristócratas servicios. Nótese cómo la agitación y la propina, dos entidades que pertenecen en exclusiva al acervo cultural del populismo exaltado, se han aliado en este nuevo giro del mundo hacia alguna parte que nadie, dado el tono festivo que impera en las cervecerías, se atreve a decir que se parezca al abismo y obscuridad en que concluyó, hoy ya todos los que estamos en la cervecería lo sabemos, la experiencia de los agitadores en este mismo lugar de los años veinte. La cuestión es saber, me preguntó cuando abandono la cervecería Bürgerbräukeller, si las sustancias de combustión que quemaron a raudales los agitadores de ayer son las mismas, tanto en cantidad como en su calidad, que las que disponen los agitadores de las cervecerías de hoy. Un cabo furriel de ayer, desnortado por los resultados de la Primera Guerra Mundial, en principio no presenta grandes diferencias con un camarero de hoy, desnortado igualmente por los estropicios que ha causado la crisis de 2008. Mientras los camareros se deciden, resaltar lo que nos dijo Celes respecto a las cervezas de Múnich. Todas son excelentes pero pidió nuestra especial atención para la Agustiner, orgullo de los muniqueses por ser la más antigua, 1328, y la que se sigue fabricando con capital exclusivamente bávaro.

jueves, 29 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 8

MUNICH: El Propileo
Fue la economía ahorrativa lo que me condujo a hospedarme en un hotel que estaba ubicado no muy lejos del Propileo de la ciudad de Munich, que es lo mismo que decir en la ruta que hacía en su tiempo el rey Maximiliano I de Baviera, constructor del Propileo, desde el palacio real hasta su residencia veraniega en el castillo de Nymphenburg (castillo de las ninfas). Los propileos son, en arquitectura, una entrada monumental con columnas a un edificio o recinto cerrado. En la Antigua Grecia, la palabra en singular própylon o propileo designaba un vestíbulo simple ubicado en el frente de la entrada a un santuario, palacio o ciudad. En plural, los propileos son entradas o pórticos monumentales de estructura mucho más compleja, como en Eleusis, Corintio, Epidauro o Atenas. Frecuentemente disponían de una pared o también llamada fachada con columnas. Maximiliano I de Baviera fue un rey, digamos, afrancesado, partidario de Napoleón y de los ideales de la Revolución Francesa. Fuera por ello que cuando decidió embellecer parte del camino que hay entre la residencia real (en el centro de la ciudad) y el castillo de las ninfas (entonces a las afueras) optara por el estilo neoclásico dominante en la época que le tocó reinar (1805-1825). Concibió la remodelación y embellecimiento del espacio como un gran patio de armas al que se accedía a través de un majestuoso Propileo, al que añadió una serie de edificios a ambos lados del camino que, además de la función ornamental, cumplían en su interior con una función divulgativa que aún hoy conservan. Según iba caminando, desde el hotel hasta el Propileo, me vino de repente el temor de caer en la banalización a la que de forma natural se entregan las oficinas de turismo, la de Munich no tenía porque ser una excepción, que fue donde me acopié de toda la información sobre el proyecto de rehabilitación y embelleciendo del monarca bávaro. El temor tenía que ver, lo supe después, con la cohabitación en ese espacio de los diferentes esplendores históricos anteriores cubiertos todos por el del esplendor de la actualidad, que siempre quiere imponerse a los otros bajo la legitimidad que le da el presente. ¿Cual de los primeros esplendores prevalece sobre el actual? ¿O más bien este último ha sabido desprenderse de sus predecesores mediante una apropiación extraña del indestructible dogmatismo de la naturaleza? Lo cierto es que nada de lo que pudo justificar en la imaginación de Maximiliano I aquella enorme entrada prevalecía hoy, pensé a medida que caminaba, ante la mirada del turista. Me di cuenta que tanto el Propileo, que se divisa bastante antes de llegar a sus inmediaciones, como sus edificios adyacentes, al igual que el castillo de las ninfas y la residencia real que aquel monarca ilustrado pone en contacto con esta iniciativa arquitectónica y urbanística, están perfectamente integrados en la trama urbana que da forma a la capital bávara. Sin embargo, una vez atravesando el Propileo bastante, por no decir toda, de la magna intención de Maximiliano I se hace presente, poco a poco, ante la mirada del turista desconcertado ante lo que va apareciendo y sucediendo en su deambular. No en balde los jerarcas del régimen nacional socialista de los años treinta del siglo pasado se apropiaron del espacio que se abre a partir del Propileo, para llevar a cabo la puesta en escena de su insaciable propaganda. En efecto, en una calle limítrofe y como continuación de la obra del antiguo rey bávaro los arquitectos nazis construyeron los edificios más emblemáticos de la ciudad, el edificio del Furher, donde tuvieron lugar los Acuerdos de Munich y la oficina de información del partido nacional socialista, que hoy albergan instalaciones culturales relacionadas con la música y el teatro. Si hubo alguien que supo aprovechar los vestigios del pasado más relumbrante en beneficio de una totalidad del mundo enteramente a su servicio fueron los jerarcas del régimen nacional socialista con el Furher a la cabeza. Solo así me explico que delante de los dos edificios antes mencionados, de clara utilidad política y administrativa, los arquitectos del régimen nacional socialista construyeran dos templos sagrados (hoy desaparecidos), de indudable proyección simbólica y propagandística hacia la población de la época, en honor de las víctimas del fallido golpe de estado de noviembre de 1923. Todo ello, como no, bajo la influencia del embellecimiento, que aún perdura, que Maximiliano I de Baviera proporcionó, mediante la construcción del Propileo y los edificios adyacentes, a ese gran espacio ínter palaciego, digámoslo así, de la ciudad muniquesa. Aunque todo parezca estar ya engullido por la lógica y exigencias del urbanismo actual, dentro del cual este tipo de islas del pasado sirven para delinear las rutas a que puede acceder el turista apresurado que visita la ciudad, nada de ello impidió que, mientras caminé por entre estos vestigios del pasado, me embargaran sentimientos inexplicables de por qué la belleza se tiene que fundir con el horror y, en demasiadas ocasiones, tener éxito y plena aceptación entre sus espectadores coetáneos, así como la total indiferencia por parte de quienes lo experimentan como una herencia que no han pedido ni por la que han luchado ni piensan hacerlo.

martes, 27 de agosto de 2019

NORMALIDAD

Los totalitarismos del siglo XXI, tanto el de herencia soviet como el de herencia nazi, pretenden a toda costa prolongarse en una “normalidad” que busca que los electores de cada país y la comunidad internacional se acostumbren a convivir con este tipo de tiranías tribales (la tiranía de la Opinión Pública, que predijo Tocqueville) en la Europa democrática en construcción. Una normalidad que, sin embargo, deteriora como una carcoma la convivencia democrática que amparan las constituciones democráticas dentro de esa construcción de la Unión Europea, a la que aquellos buscan eliminar diciendo que solo quieren modificar a estas. Dicho de otra manera, se trata de “normalizar” los odios que propagan como la peste las tiranías tribales de todo tipo mediante la imposición de sus lenguajes y gestos, aprovechando la megafonía que hoy les proporcionan las redes sociales e internet, dentro del marco formal de la democracia liberal deliberativa, que es la que, todavía y hasta un nuevo orden legal, les dibuja a aquellas tiranías los límites irrebasables. Como no puede ser de otra manera en la época infantil en la que vivimos, se trata de un juego de niños en el patio nacional de la escuela, a la espera y con la última esperanza, de que en la Unión Europea les digan que se ha acabado el recreo.

viernes, 16 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 7

MUNICH: los ayuntamientos
Así fue como se expresó Celes cuando nos reunió a todos los que nos habíamos apuntado a seguir su itinerario turístico muniqués. Aunque todos teníamos en común que hablamos y entendíamos el idioma español, rápidamente me di cuenta que la procedencia era muy variada, predominando, como era lógico, los oyentes latinoamericanos. Hablar el mismo idioma no significa, sin embargo, participar con la misma intensidad y conocimiento de la misma cultura. Y menos de una cultura como la alemana que pienso, esto es un prejuicio mío en toda regla, se presenta ante el turista hispanoamericano como algo bastante impenetrable o, en el mejor de los casos, de difícil abordaje. Tal vez por ello Celes, que de estos asuntos me di cuenta rápidamente era un experto, inició sus palabras en medio de Marienplatz (donde se encuentran los dos ayuntamientos de Múnich) con ese tono simplificador de las redes sociales, tal como dije en la anterior entrada, suponiendo que hoy es como el esperanto moderno. Todos le iban a entender y a seguir sin rechistar. Pronto se dio cuenta de que ese no era el camino y, sin girar ciento ochenta grados hacia el estilo académico ortodoxo, pienso que se coló dentro de un personaje a lo que no fue ajena la lluvia que en ese preciso momento estaba cayendo sobre la plaza. Todo un ejercicio narrativo donde los objetos sin alma, en este caso la lluvia, cumplieron su papel en la creación del efecto expresivo que Celes quiso dar a sus palabras. Noté que se sintió cómodo al descubrir el tono y el ritmo logrado para su relato, y la atención mayoritaria de los oyentes, que observé en un rápido golpe de ojo, fue la prueba fehaciente de ello. Lo peculiar de estos dos ayuntamientos muniqueses no es que coincidan en la misma plaza, eso ya lo he visto en diferentes ciudades europeas, incluidas algunas españolas, sino que su imagen actual contradice la propia historia que albergan. El que tiene el aspecto más antiguo es la sede oficial del poder municipal desde 1874, mientras que sobre el que tiene el aspecto más actual se cierne la sombra de la destrucción y el dolor, que el bullicio permanente de Marienplatz mantiene a raya en su interior. El edificio del ayuntamiento nuevo fue proyectado por Georg von Hauberrisser (1841–1922) en estilo neogótico. La construcción se extendió desde 1867 hasta 1908 en tres fases, siendo un gran ejemplo del esplendor de Alemania a principios del siglo XX. La fachada principal tiene casi 100 m de longitud, 85 m de altura en su punto más alto (la torre central) y el edificio tiene 9159 m² de superficie, con unas 400 dependencias. La mención que Celes hizo sobre el ayuntamiento viejo tuvo que ver con esa sombra que se cierne sobre su reluciente fachada blanca. En efecto, fue en su interior donde se urdió lo que luego se conoció, dentro del catálogo de la barbarie nazi, como la noche de los cristales rotos, en la que las diferentes hordas que formaban parte del régimen hitleriano unieron su fuerzas y dieron un paso más, sentando las bases de lo luego se conocería como la solución final, en la aniquilación del pueblo judío. En esa noche aquellas bandas de bárbaros quemaron, en toda y Alemania y en la recién anexionada Austria, más de un centenar de sinagogas, mataron a noventa ciudadanos alemanes de origen judío y deportaron a un numero mucho mayor a los campos de concentración y de extermino. La noche de los cristales rotos fue el mayor acto de barbarie antes de que estallara la Segunda guerra, todo ello bajo el paraguas de la política de apaciguamiento auspiciada por las democracias europeas, con la Inglaterra de Neville Chamberlain a la cabeza. Es una línea de sombra que ya no emite el viejo ayuntamiento y que aparentemente no oscurece nada, ni a nadie pone delante de lo que significa la destrucción de la humanidad, entendida tal y como la imaginaron los jerarcas nazis, pues queda borrada tras el griterío del gentío que va y viene, y permanece, de forma constante en Marienplatz. Todo ese barullo, muy al contrario, parece transcurrir sobre un arco que se alza con determinación inequívoca hacia una luz cegadora, muy deseable y alcanzable por la fe inquebrantable de todos y cada uno de los turistas que por allí pulula, haya nacido donde haya nacido y tenga el color de la piel que tenga. Es la Luz propia y apropiada de la revolución turística, que, según su ideario, convierte a todas las sombras del pasado en meros episodios fantasmales, adscritos a una obscuridad en claro e irreversible retroceso desde entonces.

miércoles, 14 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 6

MUNICH: Celes fue el guía
Es la capital, la mayor y la más importante ciudad del estado federado de Baviera y, después de Berlín y Hamburgo, la tercera ciudad de Alemania por número de habitantes. Se encuentra sobre el río Isar, al norte de los Alpes Bávaros.El lema de la ciudad es München mag Dich (A Múnich le gustas). Antes de 2006 era Weltstadt mit Herz (Ciudad cosmopolita con corazón). Su nombre, München, deriva de Munichen, del alto alemán antiguo, que significa «en el lugar de los monjes». El nombre de la ciudad viene de los monjes benedictinos que fundaron la ciudad; de ahí que en el escudo de la ciudad haya un monje. Los colores oficiales de la ciudad son el negro y el oro, colores del Sacro Imperio Romano Germánico, desde tiempos de Luis IV de Baviera. Como todas las grandes ciudades, Munich ofrece al turista un sin fin de posibilidades para que pueda satisfacer con creces su visita. Lo mejor, a mi entender, es apuntarse a una de las visitas guiadas gratuitas que organizan cada día las autoridades municipales. De una forma variablemente narrativa en dos o tres horas el turista puede tener una visión general de la ciudad, a parte, por supuesto, de lo que cada cual haya leído y estudiado al respecto por su cuenta. Son dos maneras de entrar a la capital bávara complementaria. Aunque muchas de las cosas que contó el guía Celes ya las había leído en libros o me lo habían dicho amigos que habían visitado la ciudad antes, sin embargo, escuchar las palabras de Celes (un tipo de cincuenta años, nacido en Segovia, que trasmitía todo el entusiasmo de quien está empezando a caminar por el mundo al mismo tiempo que el aplomo que otorga el paso del tiempo) me colocaron ante una perspectiva de la ciudad distinta. Sin abandonar en ningún momento su función de guía, que es por lo que le pagan, lo que mueve a Celes (y a los se dedican a esta profesión) es a hacerse oír, cada día que se ponen delante de la audiencia que les ha tocado en suerte, como si fuera la primera vez que dice lo que nos cuenta. Y así fue. Celes empezó su alocución según el colegueo, digámoslo así, que corre por las redes sociales, bajando el listón porque, supuestamente, sus palabras llegarían a todos. Es la manera que la nueva generación de guías ha adoptado para llevar a cabo su trabajo, al menos en los primeros minutos de cada recorrido. Al igual que un youtuber piensan que es la mejor manera de persuadir a la veintena de oyentes que tiene delante. Pero la comunicación virtual no funciona como la real o en directo. Los guías lo saben, pero no pueden dejar de intentarlo, pues acaso aquella atraviese la mente y el corazón de su audiencia, hoy toda digitalizada. El caso fue que a los pocos minutos de que Celes empezara a representar su papel de youtuber surgieron la disidencias entre el respetable, entre los que yo me encontraba aunque lo que hiciera de forma callada. Pero quien se encontraba a mi lado no tubo ningún empacho en mostrar su desacuerdo en voz alta con el estilo del guía que nos iba a conducir durante dos horas por el centro de la capital bávara. La otra forma de hacer de guía es la académica, y hay una tercera que directamente se mete en el territorio de la farándula. De las tres he tenido experiencia, y prefiero, como valor seguro, al guía académico, y luego al experimental tipo Celes. Los guías faranduleros son bastantes indigestos, sobre todo porque solo ven niños o adolescentes entre la audiencia y a ellos exclusivamente se dirigen, lo que hace que los adultos que no vamos acompañados de menores de edad nos veamos inmersos, sin que nadie nos haya avisado antes, en una de esas actividades escolares fuera del aula de las que forman parte hoy del diseño curricular de escuelas e institutos.

martes, 13 de agosto de 2019

KAPKA KASSABOBA

“A la mayoría de nosotros la palabra “frontera” nos evoca una barrera física (por ejemplo una alambrada) que parte nítidamente en dos un territorio que muchas veces era uno solo…hasta que alguien tuvo la ocurrencia de dividirlo. El paradigma podría ser ese aborrecible Muro de Berlín que Donald Trump parece querer emular  ahora para impedir la llegada de sus aborrecidos hispanos. Pero Frontera  también puede referirse a un territorio inmenso, de límites físicos imprecisos  y abierto a los cuatro vientos, razón por la cual está expuesto a la irrupción de toda clase de pueblos, culturas e ideologías que pugnarán por imponerse a las demás,  generalmente por la fuerza del arma.”

lunes, 12 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 5

NEUSCHWANSTEIN
Como dice la señora wikipedia, “El castillo de Neuschwanstein (traducción literal como el nuevo cisne de piedra) se construyó en una época en que los castillos y las fortalezas ya no eran necesarios desde el punto de vista estratégico. Nació en la imaginación de Luis II como una pura fantasía romántica de un castillo medieval idealizado. El castillo es una composición de torres y muros que pretendía armonizarse con las montañas y los lagos. Está situado sobre el desfiladero de Põllat en los Alpes Bávaros y se alza sobre el castillo de Hohenschwangau y los lagos Alpsee y Schwan. Combina eclécticamente varios estilos arquitectónicos y su interior alberga múltiples piezas de artesanía no menos fantásticas. Su diseño no es funcional, sino estético, siendo en buena medida el producto de la mente de un escenógrafo teatral. Por dentro, además de continuas referencias a leyendas y personajes medievales como Tristán e Isolda o Fernando el Católico, contiene una completa red de luz eléctrica, el primer teléfono móvil de la historia (con una cobertura de seis metros), una cocina que aprovechaba el calor siguiendo reglas elaboradas por Leonardo da Vinci y vistas a los paisajes de los Alpes Bávaros, incluyendo una cascada que el monarca podía contemplar desde su habitación.” Hasta aquí las palabras de la señora wikipedia, que son, más o menos, las que cualquier turista que se acerca por estos pagos ha leído previamente. Como en cualquier novela cuya lectura se quiera compartir, las palabras de la señora wikipedia (a las que se pueden añadir los detalles que hayan proporcionado los expertos o estudiosos del asunto, igualmente al alcance de cualquiera en internet) son el argumento que todos hemos leído con anterioridad a la visita al castillo del cisne de piedra. Entre los que no puede faltar, como no, los más famoso de todos, a saber, uno, este castillo es la obra del rey loco llamado Luis II de Baviera, dos, Walt Disney lo acogió como logotipo de su imperial industria cinematográfica. Entre unos y otros ya tenemos construido el carril por donde ponen a circular de forma bovina, como literalmente de hecho ocurre, a la ingente cantidad de turistas que se acercan a visitar la majestuosa obra. Y es que como toda industria del entretenimiento, la que controla al nuevo cisne de piedra tiene un algoritmo secreto sobre la deseabilidad de los  visitantes y su calificación, y en función de eso coloca las fotos,  empareja los tópicos, edita los catálogos de la publicidad, en fin, crea un relato con ese propósito. Y de nada vale que lo diga explícitamente la señora wikipedia: “Su diseño no es funcional, sino estético, siendo en buena medida el producto de la mente de un escenógrafo teatral.” Bastaría con esa alusión para no tildarle de loco al rey bávaro, sino de artista romántico genial al que le sobraba la púrpura del poder, lo contrario de otros artistas románticos famosos, pero no tan geniales, que estaban deseando ser investidos con aquella. Pero es que entonces no le saldrían las cuentas al algoritmo secreto de la empresa que se lleva el monto de los beneficios de su, digámoslo así, genialidad. La combinación del dato monarquía con el dato locura funciona a la perfección en el puñado de datos que anidan en los bajos psíquicos de un moderno de ahora, que puesto a elegir datos prefiere sentirse republicano y cuerdo (como quien elige rubio o castaño, o metro ochenta o metro setenta en el mercado de citas del amor, del sexo o de los sentimientos), aunque no sepa a ciencia cierta o infusa, tanto da, qué es ser republicano y que cuerdo, y si tales centímetros serán los mismos centímetros en la vida real. Tengo para mi, después de visitar el castillo del nuevo cisne de piedra (incluso bajo la influencia del algoritmo secreto de la empresa beneficiaria del negocio) que quien no andaba bien de la chaveta era Bismark y su paranoia imperial que ligó, como una concha lo hace sin grietas a su piedra, a la idea de la unificación alemana inaplazable. De Luis II de Baviera nos seguirá quedando la muestra de su incandescente imaginación, que no es lo mismo que la locura, visitando el nuevo cisne de piedra una segunda y una tercera y todas las demás veces que queramos, por supuesto, ya sin la influencia del algoritmo secreto de la Empresa que se lleva la pasta a cuenta de aquella y su propietario. Sin embargo, el proyecto imperial de Otto Bismark nunca lo dejaré de vincular, como cómplice necesario, a la delirante locura, ahora sí, que se apoderó de toda la primera mitad del siglo XX, a escala europea primero y luego mundial. No lo olvides, esa es nuestra herencia. Después del paseo por el nuevo cisne de piedra, y conocido el cruel destino que Bismarck le reservó al último rey de Baviera después de quitarle la corona, solo me queda decirte que debes aprender a vivir en la incertidumbre, pero que sepas que no es fácil, ocupes el lugar que ocupes en el escalafón de la época en que te toque vivir.

viernes, 9 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 4

LANDSBERG AM LECH
La ciudad de Landsberg am Lech es el lugar de nacimiento del anfitrión cervecero que he mencionado en anteriores entradas. 
Wikipedia dice que es una pequeña ciudad de Baviera, al sur de Alemania situada en la Ruta romántica (Romantische Straße) a orillas del río Lech, con una población de 26.000 habitantes según datos de 2003. La comunidad se dedica a la producción de papel y productos textiles. En las fechas que yo fui estaban en fiestas de verano que es lo mismo que decir que la cerveza no dejó de fluir sin parar de una terraza a otra, que es algo así como la corriente de la historia a la que no te puedes enfrentar sino sencillamente dejarte llevar. Pasa lo mismo que con familiares y amigos de la vida social vigente, donde se aloja la verdad de la historia que nos arrastra. No puedo decir que sea absolutamente triste e insoportable. Hay tipos ahí que son así junto a otros que no son justo lo contrario pero nos son lo mismo, y no siempre puedes elegir, tienes que ir con los unos y con los otros. Ya digo, la historia nos arrastra. Con la cerveza en modo de fiesta popular (como se dice ahora digitalmente hablando) pasa lo mismo, pero el sabor de la experiencia no tiene nada que ver. Incluso el triste e insoportable, ya sea familiar o amigo por decir algo, no puede impedir el empuje del líquido amarillo con sus diferentes turbiedades y obscuridades. De repente, la luz se apodera también de su tristeza y aburrimiento, aparta sus insufribles tinieblas y los chistes o las risotadas que muestra a continuación llegan a tener un poder de seducción inaudito. Todo debido al milagro de un par de jarras de cerveza, empinadas bajo la influencia del sonido de una orquestina bávara. Como dijo el poeta, y yo he repetido en más de alguna ocasión, la vida humana puede acabar siendo un infierno, sobre todo cuando nos empeñamos en hacerla dueña y señora de toda las otras formas de vida, por eso lo que hay que aprender es donde y cuando no hay infierno dentro de ese infierno. Es como la guerra, los que no la hemos vivido pensamos que en época de guerra todo es guerra, porque pensamos, también equivocadamente, que en la época de paz en que vivimos todo es paz. Un par de jarras de cerveza te indica por igual donde hay que guarecerse en época de guerra y donde en época de paz. Bien bebidas son un artefacto insustituible para dar otro tono a la alegría en épocas raras como la nuestra, donde la máxima abundancia produce una paulatina e inconsolable tristeza en sus propietarios. No en balde Landsberg es también el testimonio de esa capacidad que tienen los humanos de confundir la sangre con la hierba, o el infierno con el cielo. Dicen que Napoleon padecía de daltonismo. De Hitler no consta tal anomalía en su expediente médico, lo que si se sabe es que era un gran admirador del general francés bajito. Además pienso que el poder, el máximo poder, produce a la larga desviaciones incorregibles en la vista. El caso es que el Furher inició en Lansberg su irresistible ascensión a la cancillería alemana, justo en la cárcel fortaleza que todavía existe en la ciudad, donde lo encerraron para cumplir la condena por el fallido golpe de estado que había protagonizado en primera persona en noviembre de 1923. Lo que pudo ser el final político y militar de un cabo furriel del antiguo ejército imperial derrotado en la Primera Guerra Mundial fue, paradójicamente, el principio de su imparable fuga hacia el infierno, no solo de él y sus compinches sino de toda la civilización occidental tal y como se conocía hasta esos momentos. En los cinco o seis mese que pasó en la cárcel de Landsberg Hitler escribió la guía espiritual y material de ese fatal destino, Mi lucha. Todo lo demás es de sobra conocido por todos, o al menos es imposible no haberse dado por enterado sin tener que desviar la atención al móvil, la forma digital de mirar para otro lado cuando lo que tienes delante no te interesa entenderlo. Al lado de la Torre de Baviera, salida norte de la ciudad (lugar donde Heinrich Hoffman, el que con el tiempo sería el fotógrafo oficial del Furher, fotografíó con buen olfato propagandístico y de forma apresurada a Adolf Hitler, el día que salió de la prisión de Landsberg) a lado de ese lugar simbólico, decía, el día de mi visita había un concierto fiesta, organizado dentro de las fiesta mayor de la ciudad por la comunidad sueca que allí reside. Los suecos en Landsberg evocan otro de los momentos históricos en el que la población y sus dirigentes confundieron la hierba con sangre. O al revés. Me refiero a ese episodio de daltonismo general europeo que, como las dos guerras mundiales y las guerras nopoleonicas, fue la guerra de los treinta años (1618-1648). Los suecos, hoy modelo de civilidad y sensatez occidental, fueron entonces ejemplo de todo lo que pueden dar de sí los estrabismos y desviaciones de la vista y, por ende, del corazón, del cerebro y del culo. La cena final del día fue pasada por pizzas italianas, que no distorsionaron un ápice la continuidad cervecera en la que estuve inmerso durante todo la jornada.

jueves, 8 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 3

ANDECHS
La abadía benedictina de Andechs fue el lugar de la cita con quienes pensaba dar una vuelta por Munich y alrededores. Fue elegida por uno de esos colegas que, a parte de ser natural de Landsberg amo Lech ciudad próxima a la capital bávara, es un virtuoso, digámoslo así, del arte de crear cerveza. De igual manera que de un puñado de teclas se pueden obtener los sonidos más celestiales, de un enorme campo de lúpulo pueden salir un puñado de jarras de cervezas verdaderamente emotivas. No me fue difícil llegar a esta conclusión cuando al desplazarme de Dachau a Andechs, pude contemplar los campos del preciado cereal que había a un lado y otro del carretera. Una imagen que se repetiría muchas veces en los días sucesivos. La abadía o el monasterio de Andechs es un lugar de culto religioso y también una fábrica, tan antigua como el monasterio, de fabricación de la cerveza que lleva sus nombre. De donde se intuye que las plegarias y las jarras de cerveza han corrido paralelas en este santo y tabernario lugar desde hace siglos, dándole la marca de peregrinación espiritual y laica de que goza en los circuitos turísticos. La imagen de la abadía es impecable y su promoción publicitaria se ajusta con acierto a ella. Todavía se puede decir que el original está por encima o es mejor que la copia, lo cual tiene que ver, a mi entender, con el origen de todo el conjunto. Rezar y beber han sido por estos pagos, desde entonces, una y la misma cosa, complicidad que se extiende, a poco que uno se fije, a la formación del carácter de la región y sus habitantes. En efecto, Baviera es un estado federado de Alemania con profundas raíces religiosas católicas y también es uno de los mayores consumidores de cerveza, sino el que más. O dicho de otra manera, el paso de los siglos no ha conseguido arrumbar la fuerza de su momento fundacional. Se nota de inmediato en la visita a la iglesia de la abadía envuelta en el estilo rococó con que te recibe, dentro de la cual, por cierto, se encuentra la tumba de Carl Orff (1895-1982) autor de obras como Carmina Burana. Y, como no, se nota en el restaurante adjunto y en la forma de bailar que tienen las jarras de cerveza desde el grifo a las mesas y desde la mesas a los mingitorios. Con un poco de imaginación uno puede trasladase al siglo XIII y siguientes, que es cuando cogió su forma y su música todo lo que hoy rodea al peregrino. El problema, a mi parecer, está en este último o, mejor dicho, en algunos de sus especímenes actuales. Hay algo en la digitalización actual que favorece a la visualización del pasado, pero que al mismo tiempo, por boca de sus predicadores o usuarios lo enturbia, y de paso, hace lo mismo con cualquier imagen del futuro. Así todo es presente, al estilo de las amebas. Lo que quiero decir es en Andechs propiamente no hay peregrinos, aunque siga vestido como si continuaran existiendo y pasando por allí. Y no los hay no por qué lleguen en coche calculadamente desastrados y sin cara de pasar hambre, no los hay porque han perdido ese instinto. La necesidad de habitar y conversar en un lugar sagrado, bendecido por dios y por la cerveza. No haya sitio, como el de una cervecería de origen monacal, en el que la perfecta armonía con que viven estos dos avales, uno y el otro estrictamente y rigurosamente espiritual y material respectivamente, que consiga plasmar la verdadera alegría de vivir. A la mayoría de los que vi en la abadía de Andechs les faltaba algo. Creer en algo o en alguien. La abadía y su cerveza vienen atravesando con tesón el desencantamiento progresivo del mundo hasta hoy, pero hoy ya sólo quedan desencantados sin mundo. No cuesta nada verlo en sus rostros bidimensionales, sin profundidad y sin ganas de tenerla. La cerveza por si sola no logra que se desprendan de sus máscaras. Incluso van menos veces al mingitorio. Únicamente la comicidad fácil y chulesca logra abrirse paso entre jarra y jarra. El chiste, las risas tontas y torpes, la ultima foto del móvil va haciendo poco a poco tediosa y triste lo que se convocó como una jornada valiosa y merecida. Hablo de toda esa impedimenta con que se abastece el ser humano cuando desea poner distancia respecto a lo que no quiere entender. Luego llegaron los brindis, se subieron en alto las jarras y se apostó por el futuro delante de no se cuantas cámaras de fotos, y, como no, se brindó también porque nos volviéramos a ver otra vez empinado el codo y haciendo clicks sin parar. Todos quisieron hacer ver que les salía de dentro, que se han movido mucho, en fin, como decirlo, que son muy viajados, pero a mi me dio la sensación de que haccía tiempo que no se movían. Que siempre van a sentarse bajo la misma roca o el mismo árbol mediante los que descubrieron la primera sombra de la infancia, después de quedar deslumbrados, casi ciegos, con la primera y esplendorosa luz de su nacimiento. A la salida del restaurante alguien pidió que nos hiciéramos una foto de grupo. Eligió el sitio y a quien la iba a hacer, creo que fue un turista inglés, quien hizo cuatro disparos para que eligiéramos el mejor. Cuando miramos los resultados nos percatamos de que estábamos al lado de un enorme crucifijo. El que estaba a mi lado en ese momento dijo, con sorna, que parecíamos los feligreses de la parroquia del barrio. Las risotadas no tardaron en dejarse oír. Yo en ese momento me dirigí al mingitorio exterior, pues se me había olvidado ir al del restaurante. 

martes, 6 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 2

DACHAU
El campo de concentración de Dachau, población cercana a Múnich, es el más antiguo de los que formaron el sistema concentracionario del régimen nazi para encarcelar o aniquilar a sus oponentes políticos. Siempre le oí decir a mi padre que para conocer una ciudad lo primero que hay que visitar es su cementerio y después su mercado, a continuación el viajero ya puede dedicarse a los monumentos propiamente culturales, cuya oferta varía según el municipio y el equipo político que en ese momento de la visita se encuentre al frente del gobierno local. Yo añadiría a la herencia paterna la de visitar un campo de concentración o cualquier otra instalación de aquel sistema de la infamia humana. Aunque, evidentemente, no todas las ciudades y pueblos tienen cerca un lager, término alemán con que se conoce a estos lugares. Un lager, para entendernos, es al siglo XX lo que las catedrales góticas lo fueron para el siglo XIII. Si el segundo caso debe su existencia a la máxima exaltación amorosa del ser humano en agradecimiento a su divino creador, en el primero, por el contrario, la existencia de su cima de crueldad y maldad nunca antes vista se encuentra vehiculada por el odio entre unos seres humanos respecto a los otros. Si las catedrales góticas son un monumento al bien (la maxima luz) los lagers lo son al mal (la máxima oscuridad). Com puedes ver la lucha del viajero continua. Ni que decir tiene que si, a parte de un cementerio y un mercado comunes a todos los pueblos y ciudades, el viajero tiene a la vista una catedral gótica y un lager, se puede decir que tiene ante sí la posibilidad de evocar la totalidad del mundo, lo que sin duda es una manera de situarse dentro él, que es, al fin y al cabo, por lo que el viajero abandona el lugar habitual de residencia y se lanza la viaje. O lo que es lo mismo, cuando la rutina tiende hacia el espectro de la total oscuridad aparece la necesidad del viaje que conduce al viajero hacia el espectro de la máxima luz. O eso es lo que se cree o nos hacen creer en los folletos publicitarios. Munich es una de esas ciudades. Dachau es su lager. La Frauenkirche su catedral. Volviendo sobre Dachau cabe decir que no es un lager como otros que formaron parte de la industria de exterminio nazi. Lo cual, a mi entender, le da una importancia diferente de lo que todo aquello significa. Quiero decir que acerca con más complejidad al viajero a esa evocación de la totalidad del mundo que antes he mencionado, por tanto no hace tan alejada la visita que el viajero antes haya estado en una catedral gótica. Los viajeros de las catedrales góticas, Frauenkirche por no ir más lejos, parecen que están dentro de un monumento de su tiempo, adoptan la misma admiración, o al menos así lo aparentan, que aquellos campesinos del siglo XIII que pudieron ser invitados por las autoridades eclesiales a la inauguración de la catedral. A pesar de las atrocidades cometidas por el Vaticano, todas perfectamente documentadas, una catedral gótica sigue siendo un monumento en honor de La Luz, de toda La Luz divina, y eso a cualquier ser humano mortal siempre le sienta bien, y tiende a ello con la nobleza y la dignidad de que sea capaz o aún le quede. Dachau es perturbador a la mirada del viajero porque no da respuestas claras respecto a la maldad que dicen que representa. No hay montañas de zapatos, ni de ropa vieja, ni de dientes, ni de objetos personales de los presos que por allí pasaron, ni hornos crematorios como en otros lager más famosos. Dachau fue un campo de internamiento para delincuentes especiales, así reza en uno de los carteles,  tal fue el caso de Georg Esler que atentó en solitario contra Hitler en 1939, dándole el fhurer ese tratamiento porque creyó que era una conspiración. Habiendo sido construido para ejercer el mal, sin embargo no hay rastro explícito de ello, pero tampoco se puede decir que fuera un centro de reeducación para volver a la vida civil. Vale decir que Dachau tiene toda la apariencia formal de un campo de exterminio, pero el fondo de cómo llevarlo a cabo todavía no estaba maduro en las mentes de los jerarcas nazis. Por ello el desconcierto del viajero, todavía bajo la influencia del esplendor de la reciente vista a la catedral gótica de Múnich, no desaparece cuando abandona el lager y continúa su camino.

lunes, 5 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 1

LA VENGANZA DE LA OSCURIDAD
Me voy de viaje con una frase que acojo como el eslogan del mismo, a saber, el arte después del Arte es la representación de lo que la Opinión Publica dice en cada momento que es el arte. Por supuesto, viajar está entre lo que ese nuevo oráculo puede decir, de hecho cuando a sus sacerdotes les peta así lo dicen, que es arte, el nuevo y más armado de las artes actuales. Despojado de su condición aventurera y de conquista y de riesgo de perder la vida, el viaje del siglo XXI es solo arte y cultura a servicio y a la medida de toda esa masa de turistas que están dispuestos a embarcarse en cualquier momento con dirección a cualquier sitio. No debe embargarme la melancolía, por tanto, la nueva edad digital ha comenzado y tengo que sentirme orgulloso de protagonizar, con más conciencia de ello respecto a los que hicieron lo mismo en las edades precedentes, su toscos y rudimentarios inicios. Bien es verdad que en esta ocasión hay una diferencia que la experimento como amenaza, los cambios que se avecinan a toda velocidad no tienen, por primera vez en la historia de la civilización occidental, porque traernos lo mejor tanto a nivel individual como colectivo. Las consecuencias del exacerbado optimismo tecnológico puede acabar con la idea de humanidad tal y como la hemos conocido hasta ahora. Convertirnos en replicantes es una cita a ciegas con lo peor. El asunto es tratar de entender que el optimismo tecnológico forma parte inseparable del paradigma dentro del cual vivimos, no es algo cuya naturaleza es en sí. Un día puede dejar de serlo y ser otra cosa dentro de otro paradigma. Yo lo veo más bien como la venganza de los simios, aquellos seres que abandonamos en los árboles cuando decidimos dejar de ser unos saltimbanquis y nos pusimos a andar a dos piernas sobre la tierra por cuenta y riesgo de nuestro lenguaje y el pensamiento que de él se deriva. Todo lo anterior es algo ya sabido. Lo que queda por averiguar en los próximos años es si la opinión pública antes mencionada es en verdad la voz de la venganza de los simios. O si ésta es el último balbuceo de lo que ha dado de sí el resentimiento del hombre civilizado. En fin, lo que me queda por averiguar es si yo soy el último hombre o el primer simio.  El paradigma digital lo tiene más claro que nunca, pues no en balde viaja a la velocidad de La Luz. La cuestión es saber si al, no dejar hueco a la oscuridad creyendo que a ese velocidad la ha vencido, quienes ya viven intensamente ahí dentro, van hacia adelante o retroceden. O no será más bien, que a la velocidad de la luz queda marcado, como nunca antes, el límite de toda la obscuridad que el perseguidor de la luz total ha pretendido dejar atrás. La habilidad tecnológica (luz) va ligada a la madurez emocional (obscuridad). Puedes dar en soledad la vuelta al mundo (luz) y no saber vivir con alguien en una habitación (obscuridad); no deberíamos adular tanto y tantas veces las habilidades técnicas de nuestros hijos y adiestrarlos mejor en el andar a través de la obscuridad. Entre estas reflexiones, casi sin darme cuenta, observo que el avión que me lleva de viaje está a punto de aterrizar en su destino, Memmingen, antigua Suabia hoy Baviera siempre Germania.