Los totalitarismos del siglo XXI, tanto el de herencia soviet como el de herencia nazi, pretenden a toda costa prolongarse en una “normalidad” que busca que los electores de cada país y la comunidad internacional se acostumbren a convivir con este tipo de tiranías tribales (la tiranía de la Opinión Pública, que predijo Tocqueville) en la Europa democrática en construcción. Una normalidad que, sin embargo, deteriora como una carcoma la convivencia democrática que amparan las constituciones democráticas dentro de esa construcción de la Unión Europea, a la que aquellos buscan eliminar diciendo que solo quieren modificar a estas. Dicho de otra manera, se trata de “normalizar” los odios que propagan como la peste las tiranías tribales de todo tipo mediante la imposición de sus lenguajes y gestos, aprovechando la megafonía que hoy les proporcionan las redes sociales e internet, dentro del marco formal de la democracia liberal deliberativa, que es la que, todavía y hasta un nuevo orden legal, les dibuja a aquellas tiranías los límites irrebasables. Como no puede ser de otra manera en la época infantil en la que vivimos, se trata de un juego de niños en el patio nacional de la escuela, a la espera y con la última esperanza, de que en la Unión Europea les digan que se ha acabado el recreo.