lunes, 12 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 5

NEUSCHWANSTEIN
Como dice la señora wikipedia, “El castillo de Neuschwanstein (traducción literal como el nuevo cisne de piedra) se construyó en una época en que los castillos y las fortalezas ya no eran necesarios desde el punto de vista estratégico. Nació en la imaginación de Luis II como una pura fantasía romántica de un castillo medieval idealizado. El castillo es una composición de torres y muros que pretendía armonizarse con las montañas y los lagos. Está situado sobre el desfiladero de Põllat en los Alpes Bávaros y se alza sobre el castillo de Hohenschwangau y los lagos Alpsee y Schwan. Combina eclécticamente varios estilos arquitectónicos y su interior alberga múltiples piezas de artesanía no menos fantásticas. Su diseño no es funcional, sino estético, siendo en buena medida el producto de la mente de un escenógrafo teatral. Por dentro, además de continuas referencias a leyendas y personajes medievales como Tristán e Isolda o Fernando el Católico, contiene una completa red de luz eléctrica, el primer teléfono móvil de la historia (con una cobertura de seis metros), una cocina que aprovechaba el calor siguiendo reglas elaboradas por Leonardo da Vinci y vistas a los paisajes de los Alpes Bávaros, incluyendo una cascada que el monarca podía contemplar desde su habitación.” Hasta aquí las palabras de la señora wikipedia, que son, más o menos, las que cualquier turista que se acerca por estos pagos ha leído previamente. Como en cualquier novela cuya lectura se quiera compartir, las palabras de la señora wikipedia (a las que se pueden añadir los detalles que hayan proporcionado los expertos o estudiosos del asunto, igualmente al alcance de cualquiera en internet) son el argumento que todos hemos leído con anterioridad a la visita al castillo del cisne de piedra. Entre los que no puede faltar, como no, los más famoso de todos, a saber, uno, este castillo es la obra del rey loco llamado Luis II de Baviera, dos, Walt Disney lo acogió como logotipo de su imperial industria cinematográfica. Entre unos y otros ya tenemos construido el carril por donde ponen a circular de forma bovina, como literalmente de hecho ocurre, a la ingente cantidad de turistas que se acercan a visitar la majestuosa obra. Y es que como toda industria del entretenimiento, la que controla al nuevo cisne de piedra tiene un algoritmo secreto sobre la deseabilidad de los  visitantes y su calificación, y en función de eso coloca las fotos,  empareja los tópicos, edita los catálogos de la publicidad, en fin, crea un relato con ese propósito. Y de nada vale que lo diga explícitamente la señora wikipedia: “Su diseño no es funcional, sino estético, siendo en buena medida el producto de la mente de un escenógrafo teatral.” Bastaría con esa alusión para no tildarle de loco al rey bávaro, sino de artista romántico genial al que le sobraba la púrpura del poder, lo contrario de otros artistas románticos famosos, pero no tan geniales, que estaban deseando ser investidos con aquella. Pero es que entonces no le saldrían las cuentas al algoritmo secreto de la empresa que se lleva el monto de los beneficios de su, digámoslo así, genialidad. La combinación del dato monarquía con el dato locura funciona a la perfección en el puñado de datos que anidan en los bajos psíquicos de un moderno de ahora, que puesto a elegir datos prefiere sentirse republicano y cuerdo (como quien elige rubio o castaño, o metro ochenta o metro setenta en el mercado de citas del amor, del sexo o de los sentimientos), aunque no sepa a ciencia cierta o infusa, tanto da, qué es ser republicano y que cuerdo, y si tales centímetros serán los mismos centímetros en la vida real. Tengo para mi, después de visitar el castillo del nuevo cisne de piedra (incluso bajo la influencia del algoritmo secreto de la empresa beneficiaria del negocio) que quien no andaba bien de la chaveta era Bismark y su paranoia imperial que ligó, como una concha lo hace sin grietas a su piedra, a la idea de la unificación alemana inaplazable. De Luis II de Baviera nos seguirá quedando la muestra de su incandescente imaginación, que no es lo mismo que la locura, visitando el nuevo cisne de piedra una segunda y una tercera y todas las demás veces que queramos, por supuesto, ya sin la influencia del algoritmo secreto de la Empresa que se lleva la pasta a cuenta de aquella y su propietario. Sin embargo, el proyecto imperial de Otto Bismark nunca lo dejaré de vincular, como cómplice necesario, a la delirante locura, ahora sí, que se apoderó de toda la primera mitad del siglo XX, a escala europea primero y luego mundial. No lo olvides, esa es nuestra herencia. Después del paseo por el nuevo cisne de piedra, y conocido el cruel destino que Bismarck le reservó al último rey de Baviera después de quitarle la corona, solo me queda decirte que debes aprender a vivir en la incertidumbre, pero que sepas que no es fácil, ocupes el lugar que ocupes en el escalafón de la época en que te toque vivir.