LA VENGANZA DE LA OSCURIDAD
Me voy de viaje con una frase que acojo como el eslogan del mismo, a saber, el arte después del Arte es la representación de lo que la Opinión Publica dice en cada momento que es el arte. Por supuesto, viajar está entre lo que ese nuevo oráculo puede decir, de hecho cuando a sus sacerdotes les peta así lo dicen, que es arte, el nuevo y más armado de las artes actuales. Despojado de su condición aventurera y de conquista y de riesgo de perder la vida, el viaje del siglo XXI es solo arte y cultura a servicio y a la medida de toda esa masa de turistas que están dispuestos a embarcarse en cualquier momento con dirección a cualquier sitio. No debe embargarme la melancolía, por tanto, la nueva edad digital ha comenzado y tengo que sentirme orgulloso de protagonizar, con más conciencia de ello respecto a los que hicieron lo mismo en las edades precedentes, su toscos y rudimentarios inicios. Bien es verdad que en esta ocasión hay una diferencia que la experimento como amenaza, los cambios que se avecinan a toda velocidad no tienen, por primera vez en la historia de la civilización occidental, porque traernos lo mejor tanto a nivel individual como colectivo. Las consecuencias del exacerbado optimismo tecnológico puede acabar con la idea de humanidad tal y como la hemos conocido hasta ahora. Convertirnos en replicantes es una cita a ciegas con lo peor. El asunto es tratar de entender que el optimismo tecnológico forma parte inseparable del paradigma dentro del cual vivimos, no es algo cuya naturaleza es en sí. Un día puede dejar de serlo y ser otra cosa dentro de otro paradigma. Yo lo veo más bien como la venganza de los simios, aquellos seres que abandonamos en los árboles cuando decidimos dejar de ser unos saltimbanquis y nos pusimos a andar a dos piernas sobre la tierra por cuenta y riesgo de nuestro lenguaje y el pensamiento que de él se deriva. Todo lo anterior es algo ya sabido. Lo que queda por averiguar en los próximos años es si la opinión pública antes mencionada es en verdad la voz de la venganza de los simios. O si ésta es el último balbuceo de lo que ha dado de sí el resentimiento del hombre civilizado. En fin, lo que me queda por averiguar es si yo soy el último hombre o el primer simio. El paradigma digital lo tiene más claro que nunca, pues no en balde viaja a la velocidad de La Luz. La cuestión es saber si al, no dejar hueco a la oscuridad creyendo que a ese velocidad la ha vencido, quienes ya viven intensamente ahí dentro, van hacia adelante o retroceden. O no será más bien, que a la velocidad de la luz queda marcado, como nunca antes, el límite de toda la obscuridad que el perseguidor de la luz total ha pretendido dejar atrás. La habilidad tecnológica (luz) va ligada a la madurez emocional (obscuridad). Puedes dar en soledad la vuelta al mundo (luz) y no saber vivir con alguien en una habitación (obscuridad); no deberíamos adular tanto y tantas veces las habilidades técnicas de nuestros hijos y adiestrarlos mejor en el andar a través de la obscuridad. Entre estas reflexiones, casi sin darme cuenta, observo que el avión que me lleva de viaje está a punto de aterrizar en su destino, Memmingen, antigua Suabia hoy Baviera siempre Germania.