martes, 6 de agosto de 2019

CRÓNICAS BÁVARAS 2

DACHAU
El campo de concentración de Dachau, población cercana a Múnich, es el más antiguo de los que formaron el sistema concentracionario del régimen nazi para encarcelar o aniquilar a sus oponentes políticos. Siempre le oí decir a mi padre que para conocer una ciudad lo primero que hay que visitar es su cementerio y después su mercado, a continuación el viajero ya puede dedicarse a los monumentos propiamente culturales, cuya oferta varía según el municipio y el equipo político que en ese momento de la visita se encuentre al frente del gobierno local. Yo añadiría a la herencia paterna la de visitar un campo de concentración o cualquier otra instalación de aquel sistema de la infamia humana. Aunque, evidentemente, no todas las ciudades y pueblos tienen cerca un lager, término alemán con que se conoce a estos lugares. Un lager, para entendernos, es al siglo XX lo que las catedrales góticas lo fueron para el siglo XIII. Si el segundo caso debe su existencia a la máxima exaltación amorosa del ser humano en agradecimiento a su divino creador, en el primero, por el contrario, la existencia de su cima de crueldad y maldad nunca antes vista se encuentra vehiculada por el odio entre unos seres humanos respecto a los otros. Si las catedrales góticas son un monumento al bien (la maxima luz) los lagers lo son al mal (la máxima oscuridad). Com puedes ver la lucha del viajero continua. Ni que decir tiene que si, a parte de un cementerio y un mercado comunes a todos los pueblos y ciudades, el viajero tiene a la vista una catedral gótica y un lager, se puede decir que tiene ante sí la posibilidad de evocar la totalidad del mundo, lo que sin duda es una manera de situarse dentro él, que es, al fin y al cabo, por lo que el viajero abandona el lugar habitual de residencia y se lanza la viaje. O lo que es lo mismo, cuando la rutina tiende hacia el espectro de la total oscuridad aparece la necesidad del viaje que conduce al viajero hacia el espectro de la máxima luz. O eso es lo que se cree o nos hacen creer en los folletos publicitarios. Munich es una de esas ciudades. Dachau es su lager. La Frauenkirche su catedral. Volviendo sobre Dachau cabe decir que no es un lager como otros que formaron parte de la industria de exterminio nazi. Lo cual, a mi entender, le da una importancia diferente de lo que todo aquello significa. Quiero decir que acerca con más complejidad al viajero a esa evocación de la totalidad del mundo que antes he mencionado, por tanto no hace tan alejada la visita que el viajero antes haya estado en una catedral gótica. Los viajeros de las catedrales góticas, Frauenkirche por no ir más lejos, parecen que están dentro de un monumento de su tiempo, adoptan la misma admiración, o al menos así lo aparentan, que aquellos campesinos del siglo XIII que pudieron ser invitados por las autoridades eclesiales a la inauguración de la catedral. A pesar de las atrocidades cometidas por el Vaticano, todas perfectamente documentadas, una catedral gótica sigue siendo un monumento en honor de La Luz, de toda La Luz divina, y eso a cualquier ser humano mortal siempre le sienta bien, y tiende a ello con la nobleza y la dignidad de que sea capaz o aún le quede. Dachau es perturbador a la mirada del viajero porque no da respuestas claras respecto a la maldad que dicen que representa. No hay montañas de zapatos, ni de ropa vieja, ni de dientes, ni de objetos personales de los presos que por allí pasaron, ni hornos crematorios como en otros lager más famosos. Dachau fue un campo de internamiento para delincuentes especiales, así reza en uno de los carteles,  tal fue el caso de Georg Esler que atentó en solitario contra Hitler en 1939, dándole el fhurer ese tratamiento porque creyó que era una conspiración. Habiendo sido construido para ejercer el mal, sin embargo no hay rastro explícito de ello, pero tampoco se puede decir que fuera un centro de reeducación para volver a la vida civil. Vale decir que Dachau tiene toda la apariencia formal de un campo de exterminio, pero el fondo de cómo llevarlo a cabo todavía no estaba maduro en las mentes de los jerarcas nazis. Por ello el desconcierto del viajero, todavía bajo la influencia del esplendor de la reciente vista a la catedral gótica de Múnich, no desaparece cuando abandona el lager y continúa su camino.