martes, 26 de septiembre de 2017

MAINHATTAN

Mientras desayunamos en el albergue de Frankfurt, Duarte me enseña lo que ha subrayado en el libro de Vila-Matas. Es una cita de Goethe, cuya casa natal en la ciudad del euro, cerca de donde hemos dormido, visitaremos al final del viaje a través de la Ruta Romántica. Dice así: “todo está ahí, y yo no soy nada; ese es mi trabajo.” Duarte es muy dada a ponerme enfrente de estos dilemas existenciales. Normalmente elige el final del día, debe ser, pienso yo, porque esa falta de luz evidente hace mas luminosas las tinieblas de la noche. El caso fue que me lo dijo momentos antes de coger el tren para Kassel, donde nos esperaba la Documenta 14. La frase de Goethe, uno de los últimos hombres que tenía el mundo en su cabeza, me pareció una buena compañía para la entrada a la muestra de arte contemporáneo. Pues quienes hoy habitamos en el siglo XXI, el siglo de la técnica y lo práctico evidejnte, el siglo de “es lo que hay” y “eso no es mi problema”, el siglo del aburrimiento debido al culto fanático a la máxima transparencia, el siglo, en fin, en el que a duras a penas sabemos ver en un trozo de queso algo más que una comida. Y es que la cultura de masas no nos invita, mediante su agresiva propaganda, a abandonar la lógica de atender las necesidades inmediatas - comernos el queso - y dedicarnos a una resistencia creativa, en la que nuestra mente adquiera una segunda visión de las cosas. Por ejemplo, ver en el trozo de queso un regalo o un pisapapeles. Muy al contrario, la  propaganda cultural oficial penaliza los desvíos no previstos como una actividad superflua, cuando no directamente peligrosa para nuestra supervivencia de consumidores.

Llegamos a la estación dos minutos antes de que saliera el tren para Kassel. En estos albergues multiculturales es fácil distraerse con la variedad de personas y situaciones cuya presencia se hacen y se deshacen en un abrir y cerrar de ojos. Puede parecer un tópico, pero aquí yo siempre veo lo contrario de la evidencia. Veo las infinitas posibilidades que ofrecen las personas y las cosas de ser vistas de otra manera. Duarte entabló una conversación con una francesa, que estaba en Frankfurt preparando su estancia para el curso que viene. Y se le fue el reloj a las nubes. Según me dijo Duarte pretendía trabajar de becaria, o lo que a eso se pareciera, en el Banco Central Europeo. Era economista y el euro como moneda única y, sobre todo, como símbolo de la Unión Europea era su asunto de estudio. Me complació escuchar estas palabras. A pocas horas de iniciar mi visita a la Documenta 14 entendí, de repente, lo que siempre había intuido sobre la creación del euro. Después de siglos de luchas civiles entre los ciudadanos europeos, el euro me parecía un acontecimiento. Un feliz acontecimiento, sin aparente connotación histórica que determinase un antes y un después. Por ello, la escultura que preside el centro de los negocios de Frankfurt, que desde los puentes sobre el Main forman la famosa línea del cielo de Mainhattan, decidí que era la primera instalación o escultura de Documenta. Su puerta de entrada permanente.