martes, 19 de septiembre de 2017

SOBRE LA CREATIVIDAD

No hay nada ahí afuera de nuestra intimidad o mismidad, llámalo como quieras, que pueda ser visto si no entra en acción una particular configuración de la manera de percibir, hecha a base de experiencia y a base de cultura. Y acompañada de valor, coraje, humildad y honestidad. La creatividad, por tanto, se aprende, no es un don especial que Dios otorga a los elegidos. Se aprende a cualquier edad, pues va ligada a la vida. Y no se inocula por metempsicosis o mediante invocaciones o adhesiones febriles. Y lo hace fuera de las estructuras jerárquicas oficiales del sistema al que llaman educativo.La creatividad es un viaje de conocimiento y de reconocimiento. Lo puedes profesionalizar y convertir el viaje en una carrera. O lo puedes acompasar con el hecho de vivir y convertir esa experiencia en un camino. En el primer caso te llamarán artista, y si tienes suerte y atinados contactos te darán premios. En el segundo caso solo te llamarán por tu nombre y el único honor que te espera es encontrarte con alguien que camina como tú y a tu lado. El talento, ay el talento. Sin duda el talento existe, y corre por igual en la carrera que en el camino. Que solo se sepa del que surge de aquella es debido a nuestra fe en la “Historia con mayusculas”, no a la envergadura del talento en las “historias con minúscula” que acontecen en éste. Ese culto al arte como cita o documento históricos, y la renuncia a labrar nuestro propio camino creativo, es lo que a la larga nos ha convertido en la Republica Mercantil dominante en meros consumidores del arte y de la cultura, con que ahí se comercia como una mercancía más. Nadie lo ha explicado mejor que el escritor húngaro LASLO F. FÖLDENY en su libro cuyo título es suficientemente elocuente de lo que digo, “DOSTOYEVSKI LEE A HEGEL EN SIBERIA Y ROMPE A LLORAR”. Te recomiendo su lectura para desmitificar, de una vez por todas, la unión indisoluble del artisteo y el talento. Son asociaciones de matriz romántica que todavía runrunean con eficacia en nuestra conciencia. Liberados así, nos podremos enfrentar a la pregunta que nos mueve a iniciar nuestro camino creativo, ¿que me hace a mi sentir lo que veo o lo que toco o lo que oigo o lo que gusto o lo que huelo? En fin, ¿qué me hace pensar lo que siento? O de otra manera, ¿cómo y en qué medida le abriremos espacio a todo ello en nuestra imagen del mundo actual y en nuestra sentimentalidad?