miércoles, 28 de octubre de 2015

TERESA DE ÁVILA, MAESTRA DE LA ORACIÓN

¿Por qué pienso que le sienta bien al estado actual de la fe en nuestro laicismo republicano la exposición sacra de Teresa de Ávila? Para comprobar la vigencia y vitalidad de esa fe laica, tan querida por nosotros. Para contrastarla, nada menos, que con la fe de una de las creyentes mas intrépidas e inteligentes que ha dado el catolicismo. La fe en el Estado Moderno compartiendo y dialogando unas horas con la fe en el Dios Antiguo. Dicho esto es como no decir nada, si a continuación no individualizamos a los creyentes.

Pienso que es interesante la exposición de Teresa de Ávila, porque esta mujer se atrevió a pensar, y a dejar por escrito su pensamiento, en un tiempo donde hacerlo era jugarse la vida. Se atrevió a algo, a mi entender, sumamente difícil: no quedarse ciega verbalmente debido a los efectos colaterales de su fe irrenunciable en Dios. Sino que a partir de ese colosal impulso, mantuvo vivo y afilado su pensamiento. Desarrollando otra fe de similar rango: su fe en el poder de su palabra escrita. Y su convicción de que sus palabras pertenecían a algo mas grande como era la Palabra de Dios, que era la que diseñaba un mundo que no acababa de ver. Teresa escribió, como no podía ser de otra manera, para saber. Para entender porque los hombres que la rodeaban, ensombrecían y afeaban con sus palabras el mundo luminoso y hermoso que prometían las Palabras de Dios.

Ahora si, ahora Teresa de Ávila interpela directamente nuestra fe laica, quinientos años después de su nacimiento. La interpela invitándonos a hacerle una renovación, ya que podemos caer en la tentación de creer que nunca le ha hecho, ni le hará, falta. Podemos caer en la tentación de creer que nuestra actual vida laica es mejor, en términos individuales de fe y conocimiento, que la antigua vida religiosa. Equívoco que se desprende de confundir sistema con individuo. Como dijo Kierkegaard, ninguna vida humana puede ser entendida, ni compartida, si la reducimos a su pertenencia al sistema histórico de turno. Si confundimos, para entendernos, a Teresa de Ávila con el Antiguo Régimen. Si confundimos a Alice Munro o Anne Michaels con la Época Postmoderna actual. Por eso, pienso yo, el interés que tiene la exposición: "Teresa de Ávila, maestra de la oración". Aunque su imagen mas conocida siga estando dominada por los herederos de aquellos hombres sombríos y crueles del Vaticano del siglo XVI, que amargaron la vida de Teresa de Ávila. La vida, tal vez, pero no su pensamiento, reflejado en su poderosa y directa manera de escribir. Reflejado en muchas de sus palabras, salidas entre el trajín de los pucheros. 


¿Podemos decir con certeza, que la fe en nuestro laicismo republicano nos garantiza, al día de hoy, no quedar ciegos verbalmente, además sin jugarnos la vida, ante lo que sucede en nuestro entorno. Y no digamos un poco más allá de nuestro entorno. ¿Nos permite esa fe en el laicismo republicano decir en público, y sin arrobo?: "sin haber rezado nunca, siento mis lecturas como si fueran plegarias." ¿No es la verdadera lectura un acto supremo de concentración y atención hacia unas voces y unas palabras que nos son desconocidas y mas grandes que las palabras habituales que utilizamos, a ras de tierra, en el Ágora de la Res Pública o Privada? Unas palabras que, aunque nazcan entre pucheros o en las oficinas de diseño, se alzan siempre a la busca de lo bello y lo sublime. Unas palabras que, como las nuestras, no provienen del orden del diccionario, sino que pertenecen a algo fuera del tic tac de nuestro tiempo histórico, - no llamémosle Dios, porque somos laicos republicanos - llamémosle la Memoria del Mundo. Palabras millones de veces dichas y oídas, que resuenan desde la noche de los tiempos en la que los seres llamados humanos empezaron a hablar. ¿No son Alice Munro o Anne Michaels, por ejemplo, las Teresas Modernas? ¿No son la Cripta de Invierno o la Vida de las Mujeres sendos Libros de la Vida? ¿No se hablan sus narradores, de tu a tu, en ese tiempo que habita la Memoria o Alma del Mundo?

En definitiva, la exposición "Teresa de Ávila, maestra de la oración" significa la posibilidad de poner al día la siempre conflictiva relación entre nuestra fe y nuestro conocimiento. Sobre todo en una época como la nuestra, no mejor que la de Teresa sino únicamente más cómoda. Una comodidad que nos hace inhibir la manifestación pública de lo que creemos, es decir, de lo que no sabemos, en favor del lenguaje que acompaña a los conocimientos que arrastra una tecnología desquiciada y apabullante, que pretende saberlo todo. Una comodidad que, al fin y al cabo, nos acaba cegando verbalmente frente al misterio del mundo en el que vivimos, que aparece ante nuestros ojos como inexistente al dejarnos acompañar, vía razón tecnológica, por la transparencia de un bienestar ajeno a los peligros y amenazas de su acabamiento. O lo que es lo mismo, un bienestar que nos instala, de forma permanente, en una minoría de edad que homóloga y construye un único relato, a partir sólo, y sin contención, del positivismo de nuestros deseos.

Teresa de Ávila es, por tanto, un ejemplo a tener en cuenta - verificable a través de la lectura de sus escritos - en nuestro presente, de cómo relacionarnos con aquel conflicto humano, demasiado humano, que no entiende de épocas ni fronteras. Ayer con la omnipresencia de Dios. Hoy con su calculada ausencia. Ayer con el Banco del Vaticano. Hoy con el Fondo Monetario Internacional. Ayer bendecidos con la tonsura de aquellos siniestros hombres de negro. Hoy con la sonrisa prestamista de estos "amables" hombres de gris.