jueves, 24 de abril de 2014

LOS PLAZOS

El otro día, en una óptica, observé como un cliente no pudo pagar de una vez la renovación de sus gafas. La dependienta le concedió un crédito al pie del mostrador, diciéndole que le pagara la mitad en ese momento y el resto en los dos meses siguientes. De repente, volvieron los plazos de mi niñez. Un ardid difuso y fronterizo que no distingue lo que no tienes de lo que necesitas. Mi madre - que todavía llevó, en cuanto a esos términos, una vida razonablemente humana, pero que le gustaba la luz y tenerlo todo como los chorros de oro - me enseñó a mantener el ojo avizor, en el medio de esa raya endiablada. Nunca me hizo sentir que lo que no tenía fuera una injusticia insoportable. Y, sin embargo, jamás me dejó sólo, a la intemperie, frente a mis necesidades de aquellos años. Que fueron, aproximadamente, las suyas.