sábado, 5 de abril de 2014

TURISTAS, de Ben Wheatley

LO QUE OCURRE EN LA LITERATURA Y EN EL CINE, SÓLO OCURRE EN LA LITERATURA Y EN EL CINE. SÍ, PERO...


“Turistas”, la película dirigida por Ben Wheatley es excelente. De excelencia. ¿Por qué? Porque consigue que algo imposible de ver, pues se desarrolla en lo más hondo del infierno, el espectador lo acabe experimentando, a pesar de toda la extrañeza y desconcierto iniciales, en la superficie de lo mas cotidiano o habitual. Consigue lo que anuncia el título de este escrito: que lo que ocurre en la película, ocurre solo en la película. Sí, pero...Lo que quiero decir es que lo que ocurre cuando la vida toca fondo - que es la suma de lo que vemos y lo que no vemos, o no queremos ver, pero que no quiere decir que no exista - "es lo mismo" que lo que ocurre en la película. Justamente eso fue lo que hubo de excelente en la sala obscura del cine.

La anécdota argumental es de lo más simple. Casi sonroja tener que describirla, ya que no aporta nada de interés. Tina y Chris, 34 años ella y casi 40 él, lo dos solteros, han iniciado una relación sentimental recientemente. Chris decide invitar a su novia a pasar un semana de vacaciones en la región británica de Yorkshire, a bordo de su caravana. De Chris no se sabe nada, hasta ya mediada la película, en que se nos dice que ha sido despedido de su trabajo. De Tina conocemos desde el principio que vive con su madre, una mujer dominante que no la deja casi respirar. Ya digo, lo normal allí donde haya seres humanos. La hora y media de la peli se encarga de mostrarnos lo que oculta lo normal, durante esas “vacaciones románticas” de los nuevos novios. Todos sabemos, a partir de cierta edad, que lo normal no habita solo en el planeta, ni en nuestras vidas. Que forma pareja indisoluble con lo que no es normal. Lo sabemos, pero nos negamos a reconocerlo. Aquí reside el misterio. ¿Por qué nos negamos? Esta es la pregunta más importante. Yo diría que la única a la que nos tendríamos que enfrentar de verdad durante nuestra vida. Lo demás, ya sabéis, pan y circo en sus diferentes modalidades y pantallas.

Una respuesta provisional podría ser que la forma de la representación de lo que no es normal no acaba de satisfacernos del todo. Y no lo hace porque yo creo que pensamos, equivocadamente, que debe ser una continuación de lo que experimentamos como normal. Con su mismo relieve y colorido. Ya que he hablado de pareja indisoluble, creemos, en plan comedia rosa, que debe ser como su media naranja. No acabamos de asimilar que quienes estén tan indisolublemente unidos, sean por ello tan diferentes, tan opuestos, tan destructivos. Un tipo decente no puede ser nunca un asesino. Las personas mayores siempre han de ser bondadosas, y así. Sólo entendemos la felicidad como placer y éxtasis (con el viaje en la caravana, Chris convence a Tina de que es para buscar la felicidad de los dos, al final la consiguen a medias), no como la capacidad de verlo todo junto. La visión de lo que no debe estar separado: el fondo y la forma, lo superficial y lo profundo, el amor y el dolor, la dicha y el sufrimiento (distingamos el dolor del daño. El dolor pertenece a la vida, el daño es lo que hacemos con el dolor).

Independientemente de las determinaciones externas, yo creo que lo que falla es la decisión creativa de todo espíritu. Se llame o no se llame artista, es algo que no debería tener tanta relación con la fama, sino con mantener a buen recaudo el orgullo propio de saber ser y estar en el mundo. Por tanto, fidelidad absoluta a nuestros sentidos, y a los sentimientos que producen. Esos enigmas obscuros. Sólo podemos comprender aquello de lo que participamos con nuestros sentidos, y solo lo que comprendemos puede movernos a la compasión hacia los otros. Dejando de lado la urgencia por enchufarnos a la luz de las teorías, es decir, por colocarlo todo, y de paso colocarnos nosotros también, dentro de una mapa geográfico, social, histórico, económico, psicológico, etc. Si es americano es lógico que le pase eso, aunque si es alemán tiene sentido que le pase aquello. Pero si solo soy yo, ¿cual es la narración de mi vida? ¿quien se encargará algún día de escribirla, de ofrecérmela en bandeja no necesariamente de plata? La frase tantas veces repetida, y que nos consuela tanto como nos ciega, de que algo que yo he visto o leído es real, muy real, porque tuve el privilegio de haber estado allí, en el lugar de los hechos, debería ser sustituida de inmediato por: es real, únicamente real, porque lo he sentido así. Haya estado o no haya estado allí. ¿Lo que llamamos real en la ficción, tiene que ver con lo que ya ha pasado en nuestra vida, con lo que es perecedero? ¿O lo sentimos como real, porque habla de lo que sigue siendo así porque es permanente? Pensemos por un momento en la dimensión donde entra nuestra forma de contar y de que nos cuenten, al expresarnos de esta segunda manera.

“Turistas” es excelente por esto. Porque sin que el espectador sea británico, ni tener que hacerle gracia su humor, ni tener una caravana, ni haber puesto un pie en su vida en Londres (todo ello solo barniz argumental, al fin al cabo), lo que dicen y hacen, lo que Chris y Tina hacen con lo que dicen y con lo que hacen es, paradójicamente y a pesar de la feroz y criminal extravagancia de sus actos, lo mas normal del mundo. Como que el sol salga cada mañana por el este y se ponga cada tarde por el oeste.

Que nunca lo hayamos visto en directo - como si hemos visto repetídamente los movimientos solares -, o que pensemos que eso solo ocurre en las islas de su graciosa majestad -, cuando no se nos ocurre pensar que el sol se mueva de diferente manera fuera del continente europeo -  da una idea de cual es nuestra forma de mirar y hacia donde, y cómo. Siempre para otro lado, nunca hacia donde realmente se ve como son las cosas y las personas, allá donde tocan fondo. Lo cual nos advierte de la urgente necesidad de cambiar de gafas y de oculista. Y de compañías.