martes, 15 de abril de 2014

EL PASEANTE

Hace una semana, mientras hacía limpieza de papeles en casa, me encontré con un largo artículo de un tal Miguel Zambrano, fechado hace ahora 26 años. Entre otras cosas, yo subrayé entonces lo siguiente.

“Si me preguntaran cual es mi oficio respondería, sin dudarlo, que mis paseos. Soy paseante. Y una de las cosas que más me entusiasma de este trabajo, es ver como realizan los suyos los demás. Por un doble motivo. Primero, por una cuestión de amor propio: no tendré que hacer nunca lo que ellos hacen. Segundo, por simpatía: me alegro honestamente de que estén ocupados. Pero, aun así, no puedo desprenderme de un rastro de tristeza que me acompaña durante todas las horas de mi trabajo.

Los veo ocupados, sí, pero no los siento del todo contentos. Ellos dirán, de hecho ya me lo han dicho, que a mí me pasa lo mismo. Sienten que me debo aburrir hasta lo indecible. Invariablemente haciendo lo mismo. Las manos en los bolsillos y una forma de caminar sin destino, que me lleva de un lugar a otro, y de éste al siguiente. Fijándome tanto en lo que sucede en la calle, como en los lugares cubiertos de acceso público. Entro en los mercados y en los cementerios. Asisto a las recepciones y actos oficiales, y a los de índole privado. Con cualquier disculpa, visito despachos y oficinas. Como puede deducirse soy como un Don Juan, sin una Doña Inés a quien conquistar. Quiero decir, soy inasequible al desengaño. Pero a quienes observo no se ahorran hacerme saber - una vez cumplido el intercambio de protocolos sobre como, según ellos, todos estamos faltos de alegría - su íntima sospecha: alguien tiene que pagar el tipo de vida que llevo. Entonces me doy cuenta con perplejidad, que el equilibrio que había creado el cumplido de marras, lo desestabiliza abruptamente el resentimiento que, por su parte, sacan a escena. O sea, que yo puedo sentir simpatía porque están ocupados, pero ellos no pueden evitar mostrar rencor hacia la manera como yo gasto mis horas. Estemos contentos o no, su conducta me parece tan inapropiada como injusta.

Tal vez esa gente tenga una vida en sus horas de descanso. La mía es escribir lo que veo cuando trabajo”.