En una entrevista oí el otro día decir, aparentemente abrumado, a uno de esos prohombres mediáticos, después de confesar que su hija le había comentado que solo la señora Merkel y sus cuates se pueden encargar de enderezar la situación que estamos viviendo en Europa, lo siguiente: “Si mi hija, sangre de mi sangre e ideologia de mi ideología, que es como mi segunda corriente sanguínea, se atreve a decir eso, todos los valores están perdidos”.
Recien comido no estaba yo en las mejores condiciones en el momento de oírselo, pero horas después si conseguí preguntarme, ¿qué quiso decir el honorable padre con lo que dijo su amantísima hija?
Es muy común, tal vez sin darse cuenta, que determinada gente a la que le ha pillado la crisis, digamos, descendiendo de forma imparable en su ciclo vital personal, se agarre como a un clavo ardiendo a expresiones de ese tipo, que queriendo iluminar algo aun más lo oscurecen todo. De repente, para este buen hombre sus valores personales son los valores universales. No su interpretación, ni su aproximación, ni nada que tenga que ver con lo propiamente humano. Indudablemente sus valores se están perdiendo (aunque los universales continuan, a la espera de que venga el siguiente a mirarlos y descodificarlos), sometidos irremediablemente a la corrupción que el paso del tiempo les ha infringido y del cual él, sin duda, ha sido el principal administrador. Ya sabemos, como dice Le Carre, que cuando nos hacemos mayores también nos hacemos peores.
Hay mucha gente que, aparentemente desconcertada, se agarra a esta cantinela de la perdida de los valores para hacer ver la gravedad de la situación. Pero en seguida me doy cuenta de que no es eso lo que mas les preocupa e incluso llego a sospechar, fijándome con atención en lo que dicen, que no les preocupa nada importante. O que si les preocupa algo de verdad, nada tiene que ver con lo que está pasando y no tiene su solución, si es que la tiene, donde esta pasando. Entonces, ¿como se llama a una situación donde lo que realmente importa es lo menos evidente? ¿Y a que se debe?
Una situación en la que eso que se llaman “los valores” se cruzan como dos vías de tren en el campo de observación habitual, partiendo en dos mitades de áspera y difícil reconciliación lo que antes era conjugado al mismo tiempo por quien, hoy atónito, lo observaba todo sin tener que preocuparse por la interrupción de su mirada. ¿Puede haber valores en un mundo donde su jerarquía parece haberse esfumado para siempre? ¿Es la nostalgia de esa jerarquía lo que echa de menos aquel prohombre del principio en las declaraciones de su hija?