martes, 24 de abril de 2012

EL ALMA DEL MUNDO

Cuando un lector lee o un espectador mira u oye, y se estremece o se queda perplejo o sobrecogido con lo leído y lo visto u oído, pero en ningún caso se rie o se burla o se encoge de hombros como diciendo que eso no tiene que ver con él, porque él está ahí para pasar el rato o porque no sabe donde estar o donde ir, es que las voces que hablan y las imágenes y sonidos que se ofrecen, y los lectores que escuchan y los espectadores que miran u oyen, se han encontrado en el Otro Mundo. En el mundo propio de la literatura, del cine, de la música, de la pintura, etc., en fin, en el mundo particular de la experiencia creadora. Es el mundo de lo permanente, de lo que no sucede ni esta sujeto al imperativo del paso del tiempo histórico, que es irreversible. Está ahí desde siempre. Por tanto, no puede ser anticipado previamente por ninguna teoría o doctrina, sino únicamente encontrado porque quien en ese mundo se mete y lo habita. Unos lo llaman el Inconsciente Colectivo, otros el Espíritu Universal. Aristóteles lo bautizó como el Alma del Mundo. A mi es el que mas gusta. La ortodoxia de la teología religiosa y el racionalismo moderno (esas dos caras de la misma moneda de cambio) lo ignoran ámpliamente. Sus voceros ya ofrecen sus propias ofertas de otros mundos y no quieren ninguna competencia que les haga sombra. La una en el mas allá, inmediatamente después de la muerte. La otra en el más acá, aupados a un progreso ilimitado que intenta hacer olvidar como sea lo que es la única certeza irreductible, que algún día habrá un final. Pero cuando somos capaces de romper las ligaduras de tales corsés, el poder vivo de nuestra imaginación primordial florece con todo su esplendor. Y las formas que es capaz de producir o encontrar pueden ocurrir, entonces, en cualquier sitio. No está demás tener esto en cuenta, por si tenemos que salir corriendo.