lunes, 16 de abril de 2012

ENTRE AULLAR Y SER FELICES

No lo hemos aprendido todavía. Seguimos sin saber lo que es nadar en la lucha efectiva diaria para no quedar sumergidos. Continuamos yéndonos por los sumideros. De cualquier minucia "montamos una guerra civil". En fin, lo nuestro. Nos conformamos con que hoy en todo ya no es como ayer. Aunque en una parte sigue siendo lo mismo. Tiene que ver, claro está, con el como nos ven desde fuera. Ahora desde Europa ya no nos dicen: anda que os den, ¡mataros entre vosotros! Ahora nos dicen: mataros, pero de una forma que no os impida cumplir con el déficit y todos los otros deberes que os hemos impuesto. Este segundo mataros es solo verbal, pero está teniendo entre nosotros efectos nunca antes conocidos.

Tradicionalmente la palabra armada era el prólogo que daba paso al dialogo de las pistolas. Las unas y las otras formaban parte de una misma y tenebrosa sintaxis, y sus propietarios eran tipos especialistas, muy diestros en el manejo de ambas. Abandonada por las pistolas la palabra armada se ha quedado sola y a la intemperie, proyectando por quienes la usan un sofocante y estridente comportamiento sobre la comunidad de oyentes. Ahora hablar en público se ha convertido en una bufonada continua y en cualquier sitio entre bandas rivales de charlatanes enfurecidos, donde lo importante es ver quien dispara primero y mas rápido, pero a sabiendas de que por mandato europeo la sangre nunca debe llegar al río. Al loro. Ciertamente no lo hará, de igual manera que no llegaran ni las bendiciones ni las inversiones que se necesitan para salir a flote de una vez por todas y para siempre.

¿Quien tirará del carro y del cotarro si unos aúllan y los demás, para no oirlos, únicamente piensan en ser felices?