Me fío del señor Eastwood (Clint). No me fío del señor Almodóvar (Pedro). Me fío de los niños. No me fío de sus padres. Me fío de la señora Lindo (Elvira). No me fío de la señora Grandes (Almudena). Me fío de quien tiene miedo. No me fío de quien alardea de su valentía. Me fío del señor Muñoz (Molina). No me fío del señor García (Montero). Me fío de la marea de los blogs. No me fío de los columnistas que aguantan la prensa de régimen. Me fío del señor Nietzsche (Federico). No me fío del señor Hegel (Guillermo). Me fío del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. No me fío de los manifiestos del 15M. Me fío de quien miente. No me fío de quien ni cuando miente dice la verdad. Me fío de los trenes alemanes. No me fío de los trenes que aquí padecemos. Me fío de la ilustración de Europa. No me fío de la estupidez que muchas veces le acompaña. Me fío de quien escucha. No me fío de quien no calla nunca. Me fío de la intuición. No me fío de la ortodoxia religiosa o racionalista. Me fío del derecho a preguntar. No me fío de la obligación de responder. Me fío los economistas. No me fío de los políticos. Me fío de los que de vez en cuando sonríen. No me fío de los que siempre están a punto de carcajada. Me fío de un narrador literario. No me fío de un médico de la SS. Me fío de Carl Jung. No me fío de Sigmund Freud. Me fío del Anima Mundi de Aristóteles. No me fío de la Teoría de la relatividad de Einstein. Aunque ahora que lo pienso, creo que es lo mismo dicho de dos maneras distintas y con tres mil años de diferencia. Me fío del señor Arguiñano (Carlos). No me fío del señor Adrià (Ferrán). Me fío de la prima de riesgo. No me fío de la palabra de honor. Me fío de la cólera de Aquiles. No me fío de la dignidad, poder y majestad de Agamenón. Me fío de lo que veo e imagino en el presente. No me fío de quien se inventa el pasado y de quien se apodera del futuro. Me fío del poder civilizador de la enseñanza. No me fío del espíritu funcionaril de los enseñantes. Me fío del señor Alonso (Fernando). No me fío de los ingenieros de Ferrari. Me fío de los militares. No me fío de los pacifistas. Me fío de los pacíficos. No me fío de los militaristas. Me fío de la naturaleza. No me fío de los naturalistas. Me fío de los ingenieros de aquí que buscan trabajo en Alemania. No me fío de las universalidades donde han estudiado. Me fío de mi amigo y de mi mujer. Y, con lo que he dicho, no se si fiarme de mi mismo.
SobreVivir no es otra cosa que estar vinculado a una red, misteriosamente trabada, de confianzas y desconfianzas. Individuales y sociales. Como siempre. Las crisis son únicamente el efecto no deseado de su voladura incontrolada. Durarán hasta que aquellas se recompongan. Y no hay guión previo a seguir. Eso es todo.