domingo, 12 de febrero de 2012

LA MALA EDUCACION Y LA INSACIABLE CORRUPCIÓN

Esta vez un amigo, no un colega, es quien me escribe esta nota, que le muestro por si fuera de su interés.

La mala educación y la insaciable corrupción nos va a atar al furgón de cola europea durante lo que queda de siglo. Por lo tanto, gente como tu y como yo no tenemos nada que hacer en este país. Conviene aceptar esto desde ya mismo. Llegado un momento, que suele coincidir entre los cuarenta y los cincuenta, hay que empezar a buscar ese lugar, esa habitación propia, de amplios ventanales abiertos al mundo, pero lo suficientemente gruesos para que no nos afecte el ruido y el olor de su pestilente ambiente.

Sea cual fuere el talento, gente como tu y como yo han existido siempre y cuando llega esa edad nos entra el síndrome de la cabaña. Ese lugar a donde irte con la mujer de tu vida para cumplir con una única misión: escuchar y entender de una vez el mundo. La ciudad, la gran ciudad, de repente, ha dejado de tener sentido para nosotros. Metidos en el seno de sus servidumbres y torbellinos económicos, sociales y políticas ya no nos explica nada. Los amigos y conocidos no son cómo antes, ya que siguen hablando de la misma manera distraidos con mil tareas para ahogar el malestar de estar obligados a tener que decir siempre lo mismo, cuando a nosotros nada mas nos interesa una tarea y sus múltiples formas expresivas. Los familiares, que se puede decir de los familiares, pues que son siempre e indefectiblemente los familiares, con sus liturgias y ritos de siempre, siempre acogedores pero siempre iguales así mismos, porque sino no serian los familiares, y tal. Las hijas, ay las hijas, se van a ir, se están marchando y pronto habrá que llamarles por teléfono a Berlín o a Boston para decirles que cuando vienen a vernos. Y todo eso. A ellas, casi seguro, les molara mas ir a ver a los papis a una cabaña que a la casa de siempre.

Por carácter, biografía o por lo que sea, ha ido creciendo dentro de nosotros un runrún que pide silencio, atención, concentración y tiempo. Un runrún al que se la pela lo contingente del día a día, ya que lo que quiere escuchar es la música y la letra de lo que esta sucediendo desde siempre. A semejante súplica por compartir esa perspectiva afectiva no responderá nada ni nadie de quienes nos rodean. Abandonados a nosotros mismos, solo podremos encontrar consuelo y esperanza de escuchar y ser escuchados en la literatura, el cine, la música, etc... Dentro de la cabaña de grandes ventanales abiertos al mundo, pero de cristales lo suficientemente gruesos....