sábado, 25 de febrero de 2012

LA GUERRA FINANCIERA Y SU LENGUAJE

No se qué va acabar antes con nosotros si la batalla finaciera o la batalla informativa sobre la batalla financiera. Lo que ya no cabe ninguna duda es que esta guerra informativofinanciera va a transformar nuestras vidas en semejante medida y proporción que lo hicieron las vidas de nuestros antepasados con las dos guerras mundiales que padecieron. Yo creo que es un conflicto de similar rango y magnitud aunque con diferentes medios y estrategias, y, sobre todo, sus víctimas podemos contarlo. Lo cual nos añade, al doloroso hecho de tener que sobrevivir cada día, una plus de responsabilidad narradora. Y no se si estamos preparados para eso. Un bombardeo mata y es a los que todavía quedan vivos a quienes les corresponde enterrar los cuerpos o dejar que se pudran entre los escombros. Igualmente el hundimiento de una economía nos deja con el corazón en vilo y el cerebro a la deriva, lo que no evita que el estómago pida lo suyo. Y al no haber tantos muertos que enterrar, hay mas estómagos vivos que muerden sino se llenan cada día.

Sobre los efectos letales del bombardero financiero, el bombardeo informativo no tiene la compasión necesaria para ayudarnos a sobrellevar la catástrofe, entiendiéndola. ¿Qué hemos hecho mal, muy mal, para merecer esto? Al igual que una víctima de una guerra convencional pide una tumba digna, o un hospital donde le puedan curar sus heridas, los damnificados de esta cruel guerra financiera pedimos a la información, que no deja de hablar de ella y sin la cual no sabriamos nada que no fuera sus dentelladas despiadadas en nuestras cuentas y patrimonios, lo necesario para poder contarnos a nosotros mismos con veracidad y honestidad lo que está pasando y, sobre todo, lo que nos pasa con lo que está pasando. Porque somos nosotros, no solo los damnificados, sino los verdaderos protagonistas de esta lúgrube historia, y nos asiste ese derecho. Pero todos los medios de comunicación se han convertido en un único canal hueco que admite todo tipo de trastos y objetos que al penetrar en su interior los convierte en un flujo indiferenciado de información, que lo único que consiguen es añadir mas aturdimiento y miedo. Un único canal hueco con una lengua elástica y sin voz que vale para todo y no es de nadie. Así es el lenguaje de la información que cubre cada día sin parar esta guerra financiera interminable. Continuamos vivos, sí, y, sin embargo, no sabemos de que somos culpables, y porque eso nos hace sentirnos incurable y dolorosamente perdidos en un mundo al que no queremos renunciar porque seguimos pensando que es el nuestro y el mejor de todos los posibles.

En una guerra convencional está claro quien es el único y criminal responsable: quien tira la bomba y quien ha ordenado hacerlo. Nadie en su sano juicio pide que le bombardeen su casa al anochecer. Ahora bien, cuando el bombardeo es monetario, y no es sobre los cimientos y vigas que aguantan la casa sino sobre la hipoteca que hace posible su habitabilidad física y espiritual, no se puede pensar exactamente lo mismo ni agarrarse a esa cabal convicción de quienes son los únicos culpables. Y es aquí donde la información debería cumplir esa misión de la que parece haber abdicado. Y no estoy con ello diciendo que el criminal bélico clásico lo sea mas que el financiero actual ni que la víctima del desahucio lo sea menos que la que encuentra su casa en ruinas.

El dolor y la humillación no están relacionados con los litros de sangre vertidos, ni con la subida de la prima de riesgo, ni con la indemnización por año trabajado. No únicamente con eso. Estamos ya en otro mundo y, por tanto, tiene que ver también con la manera de empezar a contar sus hechos fundacionales. Es decir, con el lenguaje, otra vez con el uso que se hace del lenguaje. ¿Con que va a ser, sino, en esta sociedad en la que vivos y desahuciados (¡que gran paradoja para meterle el diente!, y las que nos tocará descifrar, pues esta guerra es también y, sobre todo, la de sus paradojas y, por tanto, de sus perplejidades) no nos va a quedar otro remedio que seguir sobreviviendo, y a la que pomposamente llamamos del conocimiento y de la información?