miércoles, 1 de febrero de 2012

DE COMO LA VERDAD SE CONVIRTIÓ EN UN TANQUE O UN MISIL

La codicia de los respondones, esos que tienen respuesta para todo y todo lo quieren para ellos; esos que aunque no tengan la respuesta hoy no ceden porque estan convencidos de que la pueden tener mañana o pasado mañana o pasado pasado mañana o que si no la llegan a tener ellos, tienen una fe ciega en que personas afines mas inteligentes (¡!) estan a su búsqueda y captura, y mas pronto que tarde la encontrarán y se la servirán a ellos a domicilio y en bandeja de plata; esos a los que te diriges en actitud y aptitud interrogativa no porque no tenga otra cosa que hacer o porque me guste la chachára en plan suelta tu rollo que ahora suelto yo el mio y tal y tal, en plan monólogos paralelos que no llegan a encontrarse ni en el infinito, sino porque sabiendo de la importancia que tiene el diálogo entre las personas (porque he aprendido lo difícil que es encontrar su función precisa en la literatura o el cine) es conveniente que los dialogantes adopten aquellas actitudes desde el principio, única manera de que los dos acaben de dialogar con su inteligencia y su dignidad intactas, no aniquilándoselas uno al otro o el otro al uno con los disparos despiadados de sus respuestas, que poseen así el mismo efecto devastador que los mejores tanques o misiles, o llegado el caso la fuerza disuasoria del arma nuclear; esos y solo esos son los que se han apropiado del trozo mas apetecible del botín de la verdad dejando las sobras a lo que llaman las aves de rapiña, que desposeidas por ellos de toda verdad en su propio territorio merodean como pordiososeros con su manera de decir y contar, entreverada de interrogantes, dudas e incertezas, buscando algo para llevarse a la andorga de su intimidad donde, al cabo, acaban por alojar su particular forma de comunicarse con el mundo.