Quedarse en casa no es sinónimo de derrota, ni de que no haya que hacer nada. Es la respuesta cabal y que se merece un capital oculto no localizado como el que tenemos ahora. Tras la pancarta y gritando es lo que esperan ellos de nosotros. Y es lo que quieren, saber donde nos encontramos en cada momento. A un capital difuso, gaseoso, evanescente no se puede contraponer un ciudadano explícito, rotundo, gritón, a pecho descubierto. Así la derrota está asegurada. Algo de eso se inició en los primeros compases del 15 M, luego se volvió a lo de siempre. Es un tiempo nuevo y por tanto es un tiempo de catacumbas. Esto ha sido así desde los primeros cristianos. A los movimientos imprevisibles de los capitales debe corresponder, igualmente, una dinámica inopinada e imprecisa de los ciudadanos. Nuestra parte de responsabilidad en lo que pasa radica ahí, nos hemos expuesto demasiado hasta cogerle un gusto casi enfermizo a la exhibición. Hemos hecho una excesiva demostración de nuestra megalomanía, mientras los que realmente mandan han seguido ocultos. Si no guardamos algún secreto, estamos perdidos y en sus manos.
Cuando comenzó todo esto cada nueva reivindicacion suponia un baño de sangre, tal era el temor que los poderosos tenían a que la chusma (según su jerga) lo pudiera ejercer plenamente. Ese toma y daca es el que nos ha acompañado y ha dado alas renovadas a nuestra esperanza (siempre había algo real y nuevo que conquistar, lo cual daba sentido a la cohesión y traspaso intergeneracional) en los avatares que hemos ido viviendo durante los últimos doscientos cincuenta años. Pero yo creo que todo eso se lo va a llevar por delante, en forma de último episodio y epílogo, esta jodida crisis. Al igual que la Primera Guerra Mundial clausuró para siempre el modelo victoriano, y con él a su añeja aristocracia, que habia dominado el mundo hasta entonces. Después de todo, se mire como se mire, ese toma y daca aludido, al ser una fuerza humana en constante movimiento y confrontación, esta sometido a las mismas leyes de desaparición y cambio que las de la física.
La batalla real esta en la Red no en la calle. Y no es un juego de palabras. Tenemos que aprender a introducir elementos de desasoiego en el ámbito del capital virtual, que lo hagan sentirse mosca y no como siempre araña. Y que ese empuje sirva para dibujar metas hasta ahora desconocidas. Lo que más nos confunde es no tener en cuenta que la cultura ha mutado y que es inapropiado seguir reclamando mejoras y excelencias a un modelo que ya no existe. Y, sin embargo, el que realmente existe y crece ni nos interesa ni lo entendemos.
Y, otra cosa, debemos aprender a ser menos felices que lo que nos imaginamos. El control sobre ese desnivel forma parte sustancial de la solución del problema. En fin, lo de la cuenta de la vieja, no le pidamos a la vida lo que no nos puede dar ni a los bancos lo que no podamos pagar.