Todo lo que esta pasando en el mundo que llamamos occidental apunta no sólo a sus dirigentes sino a todos nosotros. Como si habitásemos en un espacio concentraccionario parece que hemos renunciado a no ser mas con tal de seguir viviendo a lo grande. Como el despotismo es benigno, no atormenta. Degrada poco a poco, pero sin padecimiento. Y la voluntad no se rompe, se ablanda. Y, sin embargo, nos indignamos como si viviéramos entre alambres de espinos, bajo la tutela de un mandato brutal y despiadado, con la voluntad hecha jirones. Como si no tuviéramos futuro.
Cuesta hacer ver que la tosca y seca realidad contra la que chocamos cada día tiene su propia imaginación. Y que si la miráramos con atención, concentración, tiempo y paciencia nos mostraría lo inimaginable. Bien es verdad que no abundan los narradores que propongan relatos a ese nivel de exigencia. Pero los hay. Pero de poco vale si no la miramos así por falta de tiempo, o por exceso de estrés, o, lo peor, porque el que mira esta convencido de que es mas grande que aquella. Que no le va a enseñar nada que el no sepa, porque ya lo sabe todo.
No sabemos lo que nos pasa pero, genio y figura, nos echamos a la calle con la mascara de todo lo contrario. Y a ultima hora del día asistimos a las charlas de los predicadores a sueldo de sus señores, que son también los nuestros, para llenar el buche escuchando pacientemente sus letanías, que son las que queremos oír. Y lo que queremos oír es que entre de nuevo el orden en nuestras vidas y que nos señalen quien son los culpables del desasosiego que nos embarga. El repertorio es variado y cada predicador tiene el suyo. Y siempre opera en sentido vertical, de arriba hacia abajo, o de abajo hacia arriba. A conveniencia.
Pero lo que ningún predicador nos va a decir, el sueldo es el sueldo, es que de nada vale restañar, en plan apaño, los agujeros de la vida, si nosotros no alcanzamos a entender las variantes del mal y del dolor que de forma transversal se adueñan intemporalmente del orden que parecía regular el mundo. Los predicadores solo nos dirán donde se encuentran los dioses, faltaría mas son quienes los pagan, pero lo que nunca nos dirán, porque no lo saben, es el lugar que deja el diablo y el valor de sus buenas obras. No confunda con los chivos expiatorios, que, insistentemente, señalan los predicadores en sus homilías. En verdad nadie lo sabe, aunque algunos se atreven a decir que el diablo se encuentra en los pequeños detalles. Yo añadiría, también, que entre los pliegues de las preguntas.
¿Con que preguntas convives? El lector al que le hice la pregunta me respondió que el solo quería y buscaba respuestas, que no estaba para perder el tiempo. Invariable y paradójicamente, poca gente es capaz de responder a esa pregunta. Eso que se llama la opinión publica esta hecha de respuestas y contra respuestas, que cada una por su lado se quieren apropiar del mundo. Después de los tanques y los misiles es lo mas avasallador e inflexible que hemos inventado. En cambio, el lenguaje interrogativo nada mas aspira a entenderlo. Depende de otros interlocutores que lo animan y que se encuentren inmersos en la misma actitud interrogativa, y de las circunstancias en que se pronuncian. Todo lo cual garantiza la integridad y la dignidad de sus respectivas inteligencias y sensibilidades. Y no es una obligación como las respuestas, la actitud interrogativa es fundamentalmente un derecho al que acogernos.
lunes, 30 de enero de 2012
jueves, 26 de enero de 2012
LA CONSPIRACION, de Robert Redford
SOBRE LA LIBERTAD Y SU INJUSTICIA
Vaya de entrada que la intuición del baron de Montesquieu sobre la conveniencia de la separación de poderes es algo permanente. Él le dio una forma concreta hace mas de trescientos años en un libro seminal, el espiritu de las leyes, pero esa necesidad estaba ahí desde siempre. Como correlato al hecho de que el poder político no acepta jamás división alguna, ya que no se comparte voluntariamente. Así desde que el mono de Kubrick alzó la porra en forma de hueso y amenazó al que hasta entonces habia sido su colega. Al poder político se lo conquista, se lo consolida y se lo expande y, en un sistema democratico, eventualmente se lo pierde. Pero nadie en su sano juicio lo comparte, o lo cede, al menos que esté inevitablemente forzado a hacerlo. Ergo, la divisón de poderes es un atentado directo a la linea de flotación de la ambición absolutista de cualquier poder político ejecutivo. Una espacio para que pueda respirar la justicia.
Sabemos quien elige, cuando hay oportunidad, a los legisladores, pero quien elige a los jueces. Los jueces, sin duda, sino serian politicos. Injusto, sin duda, pero no mas que la forma de elegir a los legisladores o la de ejecutar el poder politico su accion diaria. La democracia no es un sistema para impartir justicia, sino que es un sistema, el único sistema, donde cabe la posibilidad de la division de poderes. Esa es su grandeza. Si eso es realmente así, eventualmente, puede que se llegue a impartir justicia. Lo que esta claro es que si no hay división de poderes, la impartición de justicia es imposible siempre. Y el sentimiento de igualdad ante las leyes, que ha diseñado el legislador, inexistente.
Robert Redford, en su nueva película, nos vuelve a recordar todo esto que, de tan obvio, se olvida con demasiada frecuencia. Y lo hace a partir de un episodio histórico, la conspiración urdida para asesinar al presidente Abraham Lincoln. Pero, aquí radica su interés, no para llevar la Historia al cine, sino para hablar del destino de las personas cuando quedan atrapadas en ese infernal delirio que llega a ser el poder politico ejecutivo, cuando logra convertirse en el unico poder existente. Eso que se conoce, eufemísticamente, como la razón de Estado.
Sin alardes de puesta en escena, como es habitual en él, sabe poner la cámara en ese lugar preciso para que al espectador le brote un sentimiento que viene a rubricar lo dicho al principio: la justicia no tiene que ver con la ideología politica. No tiene que ver con ser buenas o malas personas. De otra manera, un gran defensor de las grandes causas, quizá no haya habido otra como la de la abolición de la esclavitud, puede ser también el mas tenebroso de los criminales. Talmente el ministro de la guerra del presidente Lincoln, Edwin Stanton, que busca venganza y ejemplaridad, a costa de la sospechosa Mary Surratt.
¿Donde queda, entonces, la justicia? La justicia no se puede representar, es una cuestión de fe. No es demanda de ella lo que se deprende de las imágenes que construye Redford, suficientemente elegante para no querer escarbar demasiado en nuestros bajos intestinos. Su peli apunta mas arriba y sugiere que nos preguntemos por el lugar que la justicia debe ocupar siempre. Su ambito de nidificación. Y la respuesta no puede ser otra que ese inestable y agonico hueco que queda entre la división de poderes que vengo aludiendo desde el principio.
Viendo el cuerpo ahorcado de Mary Surratt, a la que han ajusticiado sin pruebas suficientes de haber participado en el complot para asesinar al presidente Lincoln, pero quien delante de la camara no oculta su odio sureño a la honorable causa de aquel, uno se queda perplejo ante lo que se le echa encima, y que no es otra cosa que la de comprobar que la primera fuente de injusticia es el ejercicio de la propia libertad. Y el de odiar como el mas devastador, y el de la venganza como su correlato mas frío y siniestro.
martes, 24 de enero de 2012
PÁSELO
Una visión y una necesidad se entrecruzan permanentemente en nuestra existencia sin que seamos capaces de inventar un espacio donde darles acomodo y sosiego. Y que, de paso, nos permita mantener a raya a los reptiles de la indignidad y la hipocresía. No queremos aceptar que el mundo se vuelve intolerable por el ferviente deseo de pertenecer a el de la forma que sea, incluyendo las abyectas, lo cual nos produce heridas y culpas incicatrizables. Es por ello que aspiremos al perdón de nuestros semejantes, lo que sirve para que crezca en nosotros sin parar una doble moral. Por un lado, el poder manejar de manera abstracta un repertorio de actitudes para salvar a la humanidad en general, y, por otro, tener las manos libres para hacer en nuestra vida cotidiana lo que nos pete. Una doble moral que es una forma de consuelo y también de perversión. Consolarse a costa de pervertirse no me parece a mi que nos lleve a ninguna parte interesante.
Bastaría con instalarse en una actitud mas interrogativa para empezar a ver y a sentir las cosas de otra manera. Bastaría con fijarse mas, mediante ese aprender a convivir con las preguntas, en el ámbito de nuestra intimidad y saber diferenciarlo así del ámbito de la propiedad privada y del espectáculo de lo publico. Territorios estos últimos suficientemente manoseados en su incesante conchabeo, para que quepa alguna posibilidad de sacarles otros provechos que los ya por todos conocidos. No sería mal comienzo para poder atajar el problema de la mala conciencia que nos paraliza: lo que decimos que hacemos no consigue mitigar la evidencia de lo que hacemos.
Y es que lo que siempre ocultan la endiablada y corrupta complicidad entre lo publico y lo privado es el sentir propio de lo intimo. Ahogar la posibilidad de que eso que verdaderamente nos pasa sea contado. La mala conciencia es, entonces, una válvula de escape de esa forma de asfixia. La falta de aire no solo nos ahoga sino que también nos confunde, nos distrae, y todo ello hace que nuestras mejores intenciones en el trato con el mundo se vean atrapadas entre dos de los vicios mas letales que padece, como consecuencia, la comunicación humana: hacer todo lo posible para que al hablar o escribir los demás nunca nos entiendan y solo saber pensar y contar sobre aquello que no nos preocupa.
Si la mala conciencia es la manera de tratar con un mundo atrapado entre los intereses, cada vez mas oscuros e incontrolables, que entrelazan lo privado y lo publico, la intimidad es la manera de contar la vida, de darse cuenta y de tener en cuenta la vida, nuestra vida y su singular y precario destino. Y eso solo es posible aprenderlo a través de los grandes personajes de ficción que la representan. Ellos no nos hablan de sus pertenencias ni de sus chanchullos, sino de como se sienten así mismos. Nos comunican misteriosamente su intimidad, y ni la violan ni la ensucian. Pocos huecos mas, creo yo, le quedan a la causa antropológica donde poder refugiarse. Ese y dejar de mirar, y mirarse, a través de la ventana de la televisión. Esa roña que producen los verdaderos corsarios. Páselo.
Bastaría con instalarse en una actitud mas interrogativa para empezar a ver y a sentir las cosas de otra manera. Bastaría con fijarse mas, mediante ese aprender a convivir con las preguntas, en el ámbito de nuestra intimidad y saber diferenciarlo así del ámbito de la propiedad privada y del espectáculo de lo publico. Territorios estos últimos suficientemente manoseados en su incesante conchabeo, para que quepa alguna posibilidad de sacarles otros provechos que los ya por todos conocidos. No sería mal comienzo para poder atajar el problema de la mala conciencia que nos paraliza: lo que decimos que hacemos no consigue mitigar la evidencia de lo que hacemos.
Y es que lo que siempre ocultan la endiablada y corrupta complicidad entre lo publico y lo privado es el sentir propio de lo intimo. Ahogar la posibilidad de que eso que verdaderamente nos pasa sea contado. La mala conciencia es, entonces, una válvula de escape de esa forma de asfixia. La falta de aire no solo nos ahoga sino que también nos confunde, nos distrae, y todo ello hace que nuestras mejores intenciones en el trato con el mundo se vean atrapadas entre dos de los vicios mas letales que padece, como consecuencia, la comunicación humana: hacer todo lo posible para que al hablar o escribir los demás nunca nos entiendan y solo saber pensar y contar sobre aquello que no nos preocupa.
Si la mala conciencia es la manera de tratar con un mundo atrapado entre los intereses, cada vez mas oscuros e incontrolables, que entrelazan lo privado y lo publico, la intimidad es la manera de contar la vida, de darse cuenta y de tener en cuenta la vida, nuestra vida y su singular y precario destino. Y eso solo es posible aprenderlo a través de los grandes personajes de ficción que la representan. Ellos no nos hablan de sus pertenencias ni de sus chanchullos, sino de como se sienten así mismos. Nos comunican misteriosamente su intimidad, y ni la violan ni la ensucian. Pocos huecos mas, creo yo, le quedan a la causa antropológica donde poder refugiarse. Ese y dejar de mirar, y mirarse, a través de la ventana de la televisión. Esa roña que producen los verdaderos corsarios. Páselo.
lunes, 23 de enero de 2012
LA CAUSA ANTROPOLÓGICA
Recientemente he leído un articulo de Lucien Seve titulado "Salvar el genero humano, no únicamente el planeta", que aparece publicado en la edición española de Le Monde Diplomatique de diciembre de 2011. No soy muy partidario de recomendar de forma explícita lecturas o películas, pero en esta ocasión haré una excepción. Dejelo todo y lealo lo antes que pueda.
El titulo habla por si mismo. El autor quiere sacar a flote lo que el llama la causa antropológica, no para oponerla a la causa ecológica, sino para delimitar el lugar y la prioridad que a cada una de ellas le corresponde. Y viene a decir, que sin pensar y llevar a cabo acciones con la primera es imposible la segunda. De otra manera, de nada vale proteger espacios naturales y especies animales, si el hombre continua siendo, en lo fundamental, un lobo para el hombre.
Tengo para mi que la causa ecológica es antes que nada una causa reactiva. Es decir, es consecuencia del astio y cansancio que ha llegado a producir a lo largo de los siglos la original causa antropológica, por seguir con la terminología de Seve. También es una estrategia calculada para intentarlo de nuevo dando la vuelta a la tortilla: si medio milenio oficial de humanismo tecno-científico ha dejado al planeta hechos unos zorros, quizá convenga poner a salvo a este antes de que aquel se lo coma entero, haciéndole ver a esa bestia parda que es el homo sapiens que un día se puede quedar sin nada que llevarse a la boca. Lo cual es muy loable, pero hace que, se mire como se mire, depredadores y conservacionistas jueguen sus bazas en el mismo terreno de juego. Asi, lamentablemente, la causa del hombre y del planeta también están en permanente guerra civil. Y ya sabemos que por este camino no hay vencedores o vencidos. Todo y todos salimos perdiendo.
No es la primera vez ni será la ultima, que frente a una situación de impotencia y desesperación los humanos tenemos tendencia a idealizar soluciones a aquello que justamente nos amarga la existencia. El hombre rebelde lleva mas de doscientos años intentandolo de todas las maneras imaginables, pero la sensación de fracaso parece que es la que acaba por imponerse. Algo, que no sabemos muy bien que es, falla de manera estrepitosa y constante. El astio y el cansancio frente a la degradación del planeta son innegables, y es difícil estar en desacuerdo con tal diagnostico. La cuestión es ver, como sugiere Seve, si es posible conseguir un planeta habitable, encaminados como estamos hacia un mundo humanamente invivible. La máxima de Hobbes, se pregunta Seve "¿no tiende a convertirse en ley de demasiados ámbitos en los que nuestros actuales procedimientos les confieren una maldad sin precedentes? Ejemplo principal, el trabajo, esta metido en una pendiente tremendamente preocupante. Bajo las dificultades cada vez mayores de producir un gratificante trabajo de calidad, la responsabilidad a la vez solicitada y prohibida de los trabajadores, su sistemática puesta en competencia, la intencionada erradicación del sindicalismo, la pedagogía de aprender a venderse y convertirse en tiburón, le gerencia empresarial por el terror. En todo eso que viene a concentrarse en ultima instancia en suicidios en los lugares de trabajo, esta la omnipresente exigencia de la rentabilidad de los dígitos, el premio constante a la rapacidad de los accionistas, desde la inflación sin fe ni ley, hasta el jefe canalla. En suma, la locura neoliberal, forma maligna del capitalismo tardío. ¿No este un verdadero proceso de deshumanización?"
Seria mas que suficiente para sacar la navaja y tirarse al monte, pero creame si le digo, que nos encontramos mas cerca de ser abajofirmantes de la sentencia que va a pronunciar en su día Sartre: si estamos aquí es porque lo hemos aceptado todo. Le aseguro que cuando me recupere volveré. No debería hacerlo, pero volveré.
El titulo habla por si mismo. El autor quiere sacar a flote lo que el llama la causa antropológica, no para oponerla a la causa ecológica, sino para delimitar el lugar y la prioridad que a cada una de ellas le corresponde. Y viene a decir, que sin pensar y llevar a cabo acciones con la primera es imposible la segunda. De otra manera, de nada vale proteger espacios naturales y especies animales, si el hombre continua siendo, en lo fundamental, un lobo para el hombre.
Tengo para mi que la causa ecológica es antes que nada una causa reactiva. Es decir, es consecuencia del astio y cansancio que ha llegado a producir a lo largo de los siglos la original causa antropológica, por seguir con la terminología de Seve. También es una estrategia calculada para intentarlo de nuevo dando la vuelta a la tortilla: si medio milenio oficial de humanismo tecno-científico ha dejado al planeta hechos unos zorros, quizá convenga poner a salvo a este antes de que aquel se lo coma entero, haciéndole ver a esa bestia parda que es el homo sapiens que un día se puede quedar sin nada que llevarse a la boca. Lo cual es muy loable, pero hace que, se mire como se mire, depredadores y conservacionistas jueguen sus bazas en el mismo terreno de juego. Asi, lamentablemente, la causa del hombre y del planeta también están en permanente guerra civil. Y ya sabemos que por este camino no hay vencedores o vencidos. Todo y todos salimos perdiendo.
No es la primera vez ni será la ultima, que frente a una situación de impotencia y desesperación los humanos tenemos tendencia a idealizar soluciones a aquello que justamente nos amarga la existencia. El hombre rebelde lleva mas de doscientos años intentandolo de todas las maneras imaginables, pero la sensación de fracaso parece que es la que acaba por imponerse. Algo, que no sabemos muy bien que es, falla de manera estrepitosa y constante. El astio y el cansancio frente a la degradación del planeta son innegables, y es difícil estar en desacuerdo con tal diagnostico. La cuestión es ver, como sugiere Seve, si es posible conseguir un planeta habitable, encaminados como estamos hacia un mundo humanamente invivible. La máxima de Hobbes, se pregunta Seve "¿no tiende a convertirse en ley de demasiados ámbitos en los que nuestros actuales procedimientos les confieren una maldad sin precedentes? Ejemplo principal, el trabajo, esta metido en una pendiente tremendamente preocupante. Bajo las dificultades cada vez mayores de producir un gratificante trabajo de calidad, la responsabilidad a la vez solicitada y prohibida de los trabajadores, su sistemática puesta en competencia, la intencionada erradicación del sindicalismo, la pedagogía de aprender a venderse y convertirse en tiburón, le gerencia empresarial por el terror. En todo eso que viene a concentrarse en ultima instancia en suicidios en los lugares de trabajo, esta la omnipresente exigencia de la rentabilidad de los dígitos, el premio constante a la rapacidad de los accionistas, desde la inflación sin fe ni ley, hasta el jefe canalla. En suma, la locura neoliberal, forma maligna del capitalismo tardío. ¿No este un verdadero proceso de deshumanización?"
Seria mas que suficiente para sacar la navaja y tirarse al monte, pero creame si le digo, que nos encontramos mas cerca de ser abajofirmantes de la sentencia que va a pronunciar en su día Sartre: si estamos aquí es porque lo hemos aceptado todo. Le aseguro que cuando me recupere volveré. No debería hacerlo, pero volveré.
miércoles, 18 de enero de 2012
SI HUBIERA QUE REPETIRLO OTRA VEZ...
No se quien dijo, a lo mejor fui yo, que mientras no seamos capaces de aceptar que un personaje literario o cinematográfico, que represente a alguien que nutre el grueso ejército de los marginados o los desposeidos, sea también un grandísimo hijo de puta, mientras no seamos capaces de aceptar eso, aunque vuelva difuso y sospechoso el perfil mas querido de nuestro prestigio social y nos deje perplejos el temblor raro de nuestra conciencia, no nos podremos considerar buenos lectores o espectadores. Si nada mas nos dejamos llevar por nuestros gustos, aficiones o ideologías de supermercado ataviadas con impulso narcisista excluyente (me gusta o no me gusta, lo marco o no como favorito, lo selecciono y lo reenvio a amigos y conocidos, o paso un rato con ello y después lo ovido para siempre, voy a tal evento o me voy de copas, hoy de copas que el otro fui de eventos, o facha o progre), que vuelven inidiscriminados e intercambiables todo lo que tocamos o miramos, no nos quejemos del estado de malestar reinante que nos aflije o nos indigna o nos mosquea o nos convierte en salvadores o nos da igual, porque los mercados son así, y nosotros sus mas conspicuas y eficaces mercancias. Y ese malestar ha venido para quedarse. Al fin y al cabo es su negocio.
Arranco así a cuenta de las críticas y opiniones que he leido de la peli la dama de Hierro, de Phyllida Lloyd. Fue hace mucho tiempo cuando aniquilaron la autonomía del arte respecto a los intereses, a corto y largo plazo, de la maquinaria del estado. Pero las cosas, aunque a mas de uno le pueda parecer increible, no siempre fueron así, porque no siempre existio un estado como hoy lo conocemos. Es lo que tiene dejar en manos de esa verdad y razón estatal la monopolización absoluta de la violencia, que tambien se apropia de toda la que arrastra y conlleva la otra verdad, la de la imaginacion creativa. Por ello habra que repetirlo una vez mas. La dama de hierro es una pelicula sobre la vida de Margaret Tatcher, no es la vida de Margaret Tatcher. Es una muy buena película, gracias a Meryl Streep, no a Margaret Tatcher. La vida y existencia de Margaret Tatcher es unica e intransferible, solo la esta viviendo ella y casi toda se encuentra alojada de forma irreversible, irrecuperable y para siempre en el pasado. Y esa verdad, como la de todas las personas de carne y hueso, acabará viviendo en sus cenizas, como lo hara la nuestra metida en su hueco final. Los hechos que produjo son unicamente pura estadística, material maleable a la espera de que alguien les de forma. La dama de hierro, protagonizada por Meryl Streep, es una de esas formas, la primera, es, también, la otra verdad gracias a su labor interpretativa, que hace una interesante aproximacion (el arte no es mas que eso, intentos aproximativos a aspectos de esa verdad de la existencia, oculta y desconocida, tambien hay que volver a recordarlo), mediante el lenguaje cinematografico utilizado por su directora, creando así una particular realidad (una chica que es hija de un tendero y que, contra el rígido imperativo de su clase social y en un mundo dominado ferreamente por hombres, lucha con todas su fuerzas para estudiar en Oxford y llegar a lo mas alto en su carrera política) que se aloja indefectiblemente en nuestro presente, ya que mientras sigamos vivos la podemos ver cuando nos pete. Como también sería otra forma y otra verdad la versión que podría hacer sobre la primera ministra de su majestad, digamos, Ken Loach, con Vanessa Redgrave como principal portagonista. Y tambien formaria parte indefectible de nuestro presente, por la misma razón que la de Lloyd y de cualquier película.
La película no es buena o mala por la simpatía o antipatía que nos suscite el personaje. Es su guión, sus diálogos, la calidad de sus actores, la planificació, la música, etc., usted ya sabe, lo que le otorga ese veracidad por si misma. Las razones de estado y de las ideologías que se queden en las hemoretecas o en los manuales al uso. El hundimiento, de Oliver Hirschbiegel, me pareció una excelente aproximacion al enigma del tipo mas odiado de la historia reciente. ¿Hay que seguir repitiendo, que ser muy querido por la peña no nos libra del enigma que nos acompaña por estar vivos? El documental de Oliver Stone sobre Fidel Castro me parecio un tostón, porque es un tostón escuchar al actor de la Revolución Cubana. Los politicos son muy malos actores haciendo de si mismos. Las pelis de John Ford se pasan por el arco del triunfo el genocidio de los indios nativos americanos, pero son de los mas bellos poemas de la inteligencia que he visto. Y tal y tal.
Repito. Nunca llegaremos a nada que no sea seguir comprando en el gran supermercado en que se han convertido nuestras vidas, si unicamente nos dejamos guiar por nuestros gustos y aficiones, o por las ideologías, esas formas herrumbrosas del gusto cuando perseveran en la inanidad de su acción y en conservarse como blancas patenas ajenas al roce con el espacio y el tiempo. Si no somos capces de construir espacios que dejen de ser espejos de nosotros mismos. Allí donde, como antaño, la verdad artistica no sea molestada ni ocupada por la verdad del estado o del mercado, ni por la tabarra de todos sus feligreses.
Arranco así a cuenta de las críticas y opiniones que he leido de la peli la dama de Hierro, de Phyllida Lloyd. Fue hace mucho tiempo cuando aniquilaron la autonomía del arte respecto a los intereses, a corto y largo plazo, de la maquinaria del estado. Pero las cosas, aunque a mas de uno le pueda parecer increible, no siempre fueron así, porque no siempre existio un estado como hoy lo conocemos. Es lo que tiene dejar en manos de esa verdad y razón estatal la monopolización absoluta de la violencia, que tambien se apropia de toda la que arrastra y conlleva la otra verdad, la de la imaginacion creativa. Por ello habra que repetirlo una vez mas. La dama de hierro es una pelicula sobre la vida de Margaret Tatcher, no es la vida de Margaret Tatcher. Es una muy buena película, gracias a Meryl Streep, no a Margaret Tatcher. La vida y existencia de Margaret Tatcher es unica e intransferible, solo la esta viviendo ella y casi toda se encuentra alojada de forma irreversible, irrecuperable y para siempre en el pasado. Y esa verdad, como la de todas las personas de carne y hueso, acabará viviendo en sus cenizas, como lo hara la nuestra metida en su hueco final. Los hechos que produjo son unicamente pura estadística, material maleable a la espera de que alguien les de forma. La dama de hierro, protagonizada por Meryl Streep, es una de esas formas, la primera, es, también, la otra verdad gracias a su labor interpretativa, que hace una interesante aproximacion (el arte no es mas que eso, intentos aproximativos a aspectos de esa verdad de la existencia, oculta y desconocida, tambien hay que volver a recordarlo), mediante el lenguaje cinematografico utilizado por su directora, creando así una particular realidad (una chica que es hija de un tendero y que, contra el rígido imperativo de su clase social y en un mundo dominado ferreamente por hombres, lucha con todas su fuerzas para estudiar en Oxford y llegar a lo mas alto en su carrera política) que se aloja indefectiblemente en nuestro presente, ya que mientras sigamos vivos la podemos ver cuando nos pete. Como también sería otra forma y otra verdad la versión que podría hacer sobre la primera ministra de su majestad, digamos, Ken Loach, con Vanessa Redgrave como principal portagonista. Y tambien formaria parte indefectible de nuestro presente, por la misma razón que la de Lloyd y de cualquier película.
La película no es buena o mala por la simpatía o antipatía que nos suscite el personaje. Es su guión, sus diálogos, la calidad de sus actores, la planificació, la música, etc., usted ya sabe, lo que le otorga ese veracidad por si misma. Las razones de estado y de las ideologías que se queden en las hemoretecas o en los manuales al uso. El hundimiento, de Oliver Hirschbiegel, me pareció una excelente aproximacion al enigma del tipo mas odiado de la historia reciente. ¿Hay que seguir repitiendo, que ser muy querido por la peña no nos libra del enigma que nos acompaña por estar vivos? El documental de Oliver Stone sobre Fidel Castro me parecio un tostón, porque es un tostón escuchar al actor de la Revolución Cubana. Los politicos son muy malos actores haciendo de si mismos. Las pelis de John Ford se pasan por el arco del triunfo el genocidio de los indios nativos americanos, pero son de los mas bellos poemas de la inteligencia que he visto. Y tal y tal.
Repito. Nunca llegaremos a nada que no sea seguir comprando en el gran supermercado en que se han convertido nuestras vidas, si unicamente nos dejamos guiar por nuestros gustos y aficiones, o por las ideologías, esas formas herrumbrosas del gusto cuando perseveran en la inanidad de su acción y en conservarse como blancas patenas ajenas al roce con el espacio y el tiempo. Si no somos capces de construir espacios que dejen de ser espejos de nosotros mismos. Allí donde, como antaño, la verdad artistica no sea molestada ni ocupada por la verdad del estado o del mercado, ni por la tabarra de todos sus feligreses.
lunes, 16 de enero de 2012
INAUGURACIÓN
Aun faltaba mas de una hora para la solemne ceremonia y ya se respiraba el aire fundacional que la precedía. Las caras de los asistentes estaban todas ordenadas con trazos de optimismo y de éxito. El desorden de algunos detalles a ultima hora, sin embargo, se resistía a desaparecer, lo que apuntillaba con su presencia el buen hacer de los organizadores.
Las autoridades municipales habían diagnosticado que la mala salud de mi barrio se debía a la falta de unas entrañas como dios manda. Sanas y saludables. Así que habían decidido hacer llegar el metro hasta el epicentro mismo del mismo. No se porque les dio por ese tono organicista, el caso es calo ente el vecindario.
La mala voluntad que tuvieron las personas y sus cosas al asentarse en el barrio, era para mi explicación mas que suficiente de lo que nos había venido ocurriendo. Pero todo lo pasado daba ya igual. Los mas viejos soñaban esperanzados con volver a recuperar la felicidad que presidio su juventud en sus pueblos de origen. Los mas pequeños se habían imaginado, en los preparativos que estuvieron trabajando en la escuela, una invasión marciana en toda regla que, inopinadamente vendría del subsuelo. Agarrados con las dos manos a un bocata de salchichón, cantaban las consignas aprendidas para la representación. Un grupo de jóvenes se reafirmaban con sus guitarras en su convicción: el rock tiene sustancia de alcantarilla. Algunos matrimonios se hacían oír, mediante una pancarta, diciendo que por fin no llegarían tarde al trabajo. Los de una asociación de meditación, que habían abierto un local hacia dos años, hacían su propaganda entregando unas hojas sueltas, donde avisaban que con la llegada del metro los peligros no desaparecían ya que el diablo y el daño estaban por todos los sitios, no solo en las entrañas.
Así, al compás de creencias y ensoñaciones, fuimos descendiendo en riguroso orden por cada una de las dos bocas que habían abierto. A mi lo que aquello me parecía, descendiendo allí abajo, era del mismo efecto que una lavativa puesta a un organismo estreñido, por seguir el run run de la municipalidad. Luego ocupamos el lugar que nos habían asignado, sin dejar de hablar o murmurar en voz alta. Al cabo de un rato, el alcalde rodeado de sus municipes hizo su aparición. Antes de empezar a hablar, observo detenidamente a sus vecinos y acercándose al que tenia mas a mano le dijo que no poseían tan mal aspecto como le habían dicho. Señor, son los preludios de esta inauguración tan esperada que han hecho los milagros del mejor afeite imaginable, le respondió con tono solemne como si lo hubiera ensayado para el caso. El alcalde le río lo que el considero un gesto del buen humor de sus administrados y saco un papel del bolsillo derecho de su chaqueta. Antes de concluir su breve discurso, miro al techo y se fijo en una telaraña que había entre dos tubos fluorescentes, sin ajustar la luz todavía. Luego, entre vítores y ovaciones, se acerco al del afeite y lleno de satisfacción lo invito a tomar una copa, y seguir hablando del bienestar y la felicidad de los barrios periféricos. Al salir a la superficie, un niño algo sucio le pidió que lo invitara a un helado en el kiosco de enfrente.
Las autoridades municipales habían diagnosticado que la mala salud de mi barrio se debía a la falta de unas entrañas como dios manda. Sanas y saludables. Así que habían decidido hacer llegar el metro hasta el epicentro mismo del mismo. No se porque les dio por ese tono organicista, el caso es calo ente el vecindario.
La mala voluntad que tuvieron las personas y sus cosas al asentarse en el barrio, era para mi explicación mas que suficiente de lo que nos había venido ocurriendo. Pero todo lo pasado daba ya igual. Los mas viejos soñaban esperanzados con volver a recuperar la felicidad que presidio su juventud en sus pueblos de origen. Los mas pequeños se habían imaginado, en los preparativos que estuvieron trabajando en la escuela, una invasión marciana en toda regla que, inopinadamente vendría del subsuelo. Agarrados con las dos manos a un bocata de salchichón, cantaban las consignas aprendidas para la representación. Un grupo de jóvenes se reafirmaban con sus guitarras en su convicción: el rock tiene sustancia de alcantarilla. Algunos matrimonios se hacían oír, mediante una pancarta, diciendo que por fin no llegarían tarde al trabajo. Los de una asociación de meditación, que habían abierto un local hacia dos años, hacían su propaganda entregando unas hojas sueltas, donde avisaban que con la llegada del metro los peligros no desaparecían ya que el diablo y el daño estaban por todos los sitios, no solo en las entrañas.
Así, al compás de creencias y ensoñaciones, fuimos descendiendo en riguroso orden por cada una de las dos bocas que habían abierto. A mi lo que aquello me parecía, descendiendo allí abajo, era del mismo efecto que una lavativa puesta a un organismo estreñido, por seguir el run run de la municipalidad. Luego ocupamos el lugar que nos habían asignado, sin dejar de hablar o murmurar en voz alta. Al cabo de un rato, el alcalde rodeado de sus municipes hizo su aparición. Antes de empezar a hablar, observo detenidamente a sus vecinos y acercándose al que tenia mas a mano le dijo que no poseían tan mal aspecto como le habían dicho. Señor, son los preludios de esta inauguración tan esperada que han hecho los milagros del mejor afeite imaginable, le respondió con tono solemne como si lo hubiera ensayado para el caso. El alcalde le río lo que el considero un gesto del buen humor de sus administrados y saco un papel del bolsillo derecho de su chaqueta. Antes de concluir su breve discurso, miro al techo y se fijo en una telaraña que había entre dos tubos fluorescentes, sin ajustar la luz todavía. Luego, entre vítores y ovaciones, se acerco al del afeite y lleno de satisfacción lo invito a tomar una copa, y seguir hablando del bienestar y la felicidad de los barrios periféricos. Al salir a la superficie, un niño algo sucio le pidió que lo invitara a un helado en el kiosco de enfrente.
viernes, 13 de enero de 2012
SOMEWHERE, de Sofia Coppola
CUANDO EL YO HACE AGUAS: SE AHOGA
¿Qué puede pasar cuando el Yo Gorgo y Depredador, única respuesta que hemos sabido dar a la insistente ausencia de Dios desde hace ya mas de cien años, se empieza a resquebrajar? Diferentes e inopinadas calamidades. La primera, la soledad cósmica. ¿Hay alguien por ahí? Nadie que no sea el Yo gritón y otros muchos yoes gritones haciéndose la misma pregunta. La segunda, que todo ese griterío sale de la intuición, no siempre con perfiles visibles y comunicables, de que no le vale con la suprevivencia como los gatos, y que, por tanto, algo tendrá que poner encima, o debajo, o dentro, de ese trajín diario en que se encuentra inmerso. La tercera, que todo el empeño que ha puesto en acotar el mundo que le pertenece y hacerlo distinto del de los demás ha sido inútil. Bien, lo ha construido pero ha condición de empezar a volverse loco y enfermo. Fue un punto de vista que aceptó como un éxito mientras no le hizo daño, pero era justo el sufrimiento lo que habia tratado de evitar al protegerse de los demás con su forma de vida. Y, lo peor, no acaba de entender si ese daño viene de afuera o se lo ha producido él mismo con su empecinado aislamiento.
No se si han de ser esos, y tantos, los minutos de quietud y de estravagancia de la cámara delante del rostro y del cuerpo atormentados del protagonista todo lo que hay que esperar para que salga lo que de verdad lo esta matando. Pero si consiguen transmitir una falta de causalidad inquietante, y esa sensación de que eso que le pasa a él en sus adentros es lo que ha pasado siempre, pase lo que pase afuera donde poderosos, expertos y moscones de toda laya y condición no paran de emitir diagnósticos y recetas de aliño. Todo lo cual coloca al prota y al espectador donde nada mas cabe agarrar y tocar, y sentir, y agarrar y tocar, y sentir.
Minutos y, también, algo de entrenamiento. Sea como fuere, el caso es que las escenas con su hija a la que no dejó de acariciar y besar, y la escena final cuando deja de tocar la caja de cambios y el volante del ferrari, y tocando con su pies el rustico asfalto de una carretera secundaria comienza a caminar sin destino, valieron para que su alma asomara la cabeza y dijera, de espalda para que no se le notara: sí, aquí hay alguien. Yo y otro.
miércoles, 11 de enero de 2012
IN MEDIA RES
Aunque le pueda parecer inimaginable, desaparecida ya toda posibilidad de llegar a saber de que lado se encuentra la verdad, alguien de su entorno pudiera seguir interesado en mantener un rayo de esperanza, aunque nada mas sea por no volverse loco delante de una realidad que, dominada por unos tipos soberanamente indiferentes a la precariedad y limites que tienen nuestros destinos, se afianza en fortalecer sus perfiles mas sombríos y desdeñosos, ocultandolos detrás de unas formas de entretenimientos que nos hagan verla como todo lo contrario. Y a sus promotores permanentemente impunes. Eso de El Padrino y todo lo demás, que, al parecer, ha abandonado la pantalla y se ha echado encima de la nuestra existencia global y cotidiana.
¿Nos falta ingenio o no sabemos aplicarlo bien? ¿Se puede llamar así a la nostalgia que todavía existe de un pasado que nunca existió o de un futuro que no puede existir pero que desearíamos que así hubiese sido para que nuestro mundo fuera diferente? Hemos perdido la guerra y se extiende la sensacion de desconsuelo. Y a falta de ideas y de soluciones muchos se estan agarrando con fervor y mucho peligro a un clavo ardiendo. La tentacion oscurantista llama a eso una autora francesa, Caroline Fourest.
No es mirando al pasado remoto ni al futuro lejano donde debe apuntar ese rayo de esperanza aludido, ¡otra vez no por favor!, si quiere iluminar algo que no lo lleve de nuevo al fracaso. En mitad del asunto, in media res, es donde debe comenzar, como en las novelas o la pelis, cualquier proyecto de vida que aspire a no embarrancarse entre sus ilusorias fantasías.¡Qué por una vez sirva de algo la ficción! ¡Qué se entienda de una vez como la autentica fuente de realidad y el único camino hacia la inaprensible y escurridiza verdad!
Bien es cierto que ese nuevo lugar no es una foto fija, como en el caso de los sueños del pasado o del futuro. No es, tampoco, una meta, sino un trayecto. Y hay que habitarlo y recorrerlo con atencion, concentración, tiempo y paciencia. Como se leen la novelas y se miran las pelis. Pero es la única posibilidad que nos queda, aniquilados ya todos lo proyectos antiguos de emancipación, de encontranos allí con el otro. Y descubrir, después de tanto tiempo anhelándolo, que emanciparse no era otra cosa que eso. Antes que un compañero difuso de viaje hacia la gloria, o un PIGS vago y leproso que nos quiere meter en el infierno, emanciparse es descubrir, in media res, que el otro es alguien al que nunca podremos imputar la culpa de nuestras decepciones y miserias. Ni mas ni menos.
¿Nos falta ingenio o no sabemos aplicarlo bien? ¿Se puede llamar así a la nostalgia que todavía existe de un pasado que nunca existió o de un futuro que no puede existir pero que desearíamos que así hubiese sido para que nuestro mundo fuera diferente? Hemos perdido la guerra y se extiende la sensacion de desconsuelo. Y a falta de ideas y de soluciones muchos se estan agarrando con fervor y mucho peligro a un clavo ardiendo. La tentacion oscurantista llama a eso una autora francesa, Caroline Fourest.
No es mirando al pasado remoto ni al futuro lejano donde debe apuntar ese rayo de esperanza aludido, ¡otra vez no por favor!, si quiere iluminar algo que no lo lleve de nuevo al fracaso. En mitad del asunto, in media res, es donde debe comenzar, como en las novelas o la pelis, cualquier proyecto de vida que aspire a no embarrancarse entre sus ilusorias fantasías.¡Qué por una vez sirva de algo la ficción! ¡Qué se entienda de una vez como la autentica fuente de realidad y el único camino hacia la inaprensible y escurridiza verdad!
Bien es cierto que ese nuevo lugar no es una foto fija, como en el caso de los sueños del pasado o del futuro. No es, tampoco, una meta, sino un trayecto. Y hay que habitarlo y recorrerlo con atencion, concentración, tiempo y paciencia. Como se leen la novelas y se miran las pelis. Pero es la única posibilidad que nos queda, aniquilados ya todos lo proyectos antiguos de emancipación, de encontranos allí con el otro. Y descubrir, después de tanto tiempo anhelándolo, que emanciparse no era otra cosa que eso. Antes que un compañero difuso de viaje hacia la gloria, o un PIGS vago y leproso que nos quiere meter en el infierno, emanciparse es descubrir, in media res, que el otro es alguien al que nunca podremos imputar la culpa de nuestras decepciones y miserias. Ni mas ni menos.
lunes, 9 de enero de 2012
ALGO MAS QUE UNA DISTOPIA
Por alejarnos del origen hemos llegado a donde estamos. Mi amigo resume así su visión como espectador después de ver la peli The artist. Yo creo que es un acertado diagnostico, que, a su vez, da cuenta de un sentimiento no por escaso palpable. No sabemos la forma que tiene, o lo que es lo mismo, cada uno se refugia detrás de la que piensa mas adecuada a sus intereses. Intereses que vienen determinados ,por ofrecer algún tipo de resistencia, o interrumpir si fuera posible, a la deriva hipócrita y megalómana que ha adquirido la marcha del mundo.
Sin embargo, fatuo y desquiciado como se ha vuelto, la mirada que ofrece el mundo a un espectador actual, digamos, víctima propiciatoria de las leyes educativas vigentes, es la misma que debe de tener un dios aburrido. Todo le es posible y todo lo quiere ya, porque en los tiempos muertos no sabe que hacer. Los limites que ofrecía la parquedad y la estrechez del mundo antiguo han desaparecido, tecnología mediante.Y con ellas, ha desaparecido también el sentimiento de perplejidad que las acompañaba. Esa inmediatez se ha comido el futuro y el pasado a fuerza de aplacar las iras del aburrimiento, pero matando cualquier idea de perspectiva. Es decir, el tipo en cuestión se aburre menos a cambio de estar mas ciego. La nueva jerarquía de prioridades que permite la hipertecnologia dominante determina una nueva escala de valores. Lo cual se podía entender como algo avanzado (cada cual tiene derecho a vivir su propia vida, y tal y tal), pero alberga algo desconocido, que será también la herencia de quien coja el testigo. Una herencia así es una tomadura de pelo y un peligro para quien la reciba.
Los efectos al mismo tiempo devastadores y catárticos de las guerras, nos son conocidos porque forman parte de nuestra trágica historia. Presente, pasado y futuro le cogieron digamos, la horma, como el pie al zapato después de un uso continuado. Pero que una víctima de las crueles leyes educativas actuales tenga la posibilidad, fuera del campo de batalla inhóspito del aula, de obtener fácilmente y a su antojo datos directos y en tiempo real convirtiendolos en un alejado, exuberante y prometedor (o aterrador) futuro, o en un reversible y habitable pasado, solo a servicio del entretenimiento algodonoso y complaciente de su presente, aunque resulta fascinante y hasta vertiginoso a primera vista, no es finalmente nada más que algo episódico puesto que esa velocidad no disminuye su ignorancia sobre lo hay detrás de los datos. No lo devuelve ni en forma de futuro ilusionante ni de tradición, ni lo convierte en su heredero. Lo hace mero fetichista de sus cacharros y de su entretenimiento diario. Pero ademas, semejante practica le produce una experiencia inesperada e inopinada: el constatar que los confines mas alejados del universo, bien hacia el pasado o bien hacia el futuro, no le devuelven otra imagen que no sea la de si mismo. Allí no hay nada ni nadie. El dios aburrido en su eterno presente, confundiendo la facilidad de acceso a los datos con el conocimiento y la creatividad cultural, constata, al cabo, que allí solo se encuentra un tipo normal y corriente, huyendo de su condición de condenado a muerte desde su nacimiento. El mismo. Y ahora le toca volver a donde partió, pero allí ya no queda nadie para recibirlo. De repente se da cuenta que no tiene memoria ni imaginación. Sus archivos están muertos y siempre repiten lo mismo. Lejos de ser esto una distopia mas, en esas estamos.
Sin embargo, fatuo y desquiciado como se ha vuelto, la mirada que ofrece el mundo a un espectador actual, digamos, víctima propiciatoria de las leyes educativas vigentes, es la misma que debe de tener un dios aburrido. Todo le es posible y todo lo quiere ya, porque en los tiempos muertos no sabe que hacer. Los limites que ofrecía la parquedad y la estrechez del mundo antiguo han desaparecido, tecnología mediante.Y con ellas, ha desaparecido también el sentimiento de perplejidad que las acompañaba. Esa inmediatez se ha comido el futuro y el pasado a fuerza de aplacar las iras del aburrimiento, pero matando cualquier idea de perspectiva. Es decir, el tipo en cuestión se aburre menos a cambio de estar mas ciego. La nueva jerarquía de prioridades que permite la hipertecnologia dominante determina una nueva escala de valores. Lo cual se podía entender como algo avanzado (cada cual tiene derecho a vivir su propia vida, y tal y tal), pero alberga algo desconocido, que será también la herencia de quien coja el testigo. Una herencia así es una tomadura de pelo y un peligro para quien la reciba.
Los efectos al mismo tiempo devastadores y catárticos de las guerras, nos son conocidos porque forman parte de nuestra trágica historia. Presente, pasado y futuro le cogieron digamos, la horma, como el pie al zapato después de un uso continuado. Pero que una víctima de las crueles leyes educativas actuales tenga la posibilidad, fuera del campo de batalla inhóspito del aula, de obtener fácilmente y a su antojo datos directos y en tiempo real convirtiendolos en un alejado, exuberante y prometedor (o aterrador) futuro, o en un reversible y habitable pasado, solo a servicio del entretenimiento algodonoso y complaciente de su presente, aunque resulta fascinante y hasta vertiginoso a primera vista, no es finalmente nada más que algo episódico puesto que esa velocidad no disminuye su ignorancia sobre lo hay detrás de los datos. No lo devuelve ni en forma de futuro ilusionante ni de tradición, ni lo convierte en su heredero. Lo hace mero fetichista de sus cacharros y de su entretenimiento diario. Pero ademas, semejante practica le produce una experiencia inesperada e inopinada: el constatar que los confines mas alejados del universo, bien hacia el pasado o bien hacia el futuro, no le devuelven otra imagen que no sea la de si mismo. Allí no hay nada ni nadie. El dios aburrido en su eterno presente, confundiendo la facilidad de acceso a los datos con el conocimiento y la creatividad cultural, constata, al cabo, que allí solo se encuentra un tipo normal y corriente, huyendo de su condición de condenado a muerte desde su nacimiento. El mismo. Y ahora le toca volver a donde partió, pero allí ya no queda nadie para recibirlo. De repente se da cuenta que no tiene memoria ni imaginación. Sus archivos están muertos y siempre repiten lo mismo. Lejos de ser esto una distopia mas, en esas estamos.
viernes, 6 de enero de 2012
SILENCIO
Nadie me dijo por qué no tenia derecho a un cabina blindada, que me protegiera de los peligros provenientes de la interminable humanidad, que todos los días pasaba delante de mi. Y nadie, tampoco, me dio explicaciones de por qué tuve que ocupar la que ahora es mi lugar de trabajo, que mas bien parece una jaula de ganado, antesala del momento de ir al matadero. Está situada en un pasillo donde no hay más transeuntes que las cucarachas y alguna que otra rata, y una vaharada puntual de alcantarilla cada media hora. Las preguntas personales dejaron de están permitidas. Y lo personal esta reñido ahora con todo lo que puede desprender sensibilidad. Así han hecho los cambios que, dicen, se necesitaban para tirar hacia adelante.
Acodado sobre la estrecha ventanilla de la jaula, con el rum rum del transistor en la mano izquierda, y el tampón de sellar en la derecha a la espera de quien nunca llega, paso las horas recordando cuando mi vida laboral era un trasiego permanente entre billetes y monedas de calderilla. Mi horizonte, entonces, se dibujaba nítido entre billete y billete y la charla que, de vez en cuando, le daba a quien quería ser un héroe pasándose sin pagar delante de mis narices. Después de oír todo el repertorio que le caía encima, siempre con el guardia de seguridad a mi lado (un tipo de dos metros, que de espalda parecía un armario de tres cuerpos), la aventura épica del listillo se acababa pidiéndome disculpas, como un pordiosero, por el despiste que había tenido. Eso era vida. También recuerdo las caras de precipitación de muchos de los viajeros, que en el momento de las horas punta escupían su ira sobre el cogote de quien tenía delante en la cola, quien torpemente asumía su culpabilidad disculpándose, o bien se enfrentaba dispuesto a que la sangre llegara al suelo.
Esas vidas de los otros vistas desde mi antigua cabina me devolvían un sentimiento de intruso que me hacia sentir bien. De hecho era lo mas interesante de mi trabajo. Ellos a mi ni me veían, balbuceaban algo parecido a unas palabras al pedirme el billete y salían disparados hacia el andén. Iban como animales a cumplir el imperativo de sus destinos. Eso de ver en el gesto de muchos de ellos el atisbo de lo que, con toda probabilidad, les podría amargar el día, me producía, allí dentro, una total ausencia de alarmas que tuvieran que ver con el miedo o con que estuviera cometiendo una mala acción. Simplemente me regodeaba al saber de que no estaba en su lugar, desquiciado como ellos al otro lado de la ventanilla.
Ahora puedo preguntar lo que quiera. O mejor dicho, todo se resume en una pregunta, ¿quien es la autoridad que me ha traído hasta aquí? Ya no hay nadie que me mire. Ni a nadie a quien le pueda preguntar airado y amenazante, ¿has pagado el billete?. Los dias pasan, y las cucarachas y las ratas también. La pauta la marca el mal olor que viene de las alcantarillas.
Acodado sobre la estrecha ventanilla de la jaula, con el rum rum del transistor en la mano izquierda, y el tampón de sellar en la derecha a la espera de quien nunca llega, paso las horas recordando cuando mi vida laboral era un trasiego permanente entre billetes y monedas de calderilla. Mi horizonte, entonces, se dibujaba nítido entre billete y billete y la charla que, de vez en cuando, le daba a quien quería ser un héroe pasándose sin pagar delante de mis narices. Después de oír todo el repertorio que le caía encima, siempre con el guardia de seguridad a mi lado (un tipo de dos metros, que de espalda parecía un armario de tres cuerpos), la aventura épica del listillo se acababa pidiéndome disculpas, como un pordiosero, por el despiste que había tenido. Eso era vida. También recuerdo las caras de precipitación de muchos de los viajeros, que en el momento de las horas punta escupían su ira sobre el cogote de quien tenía delante en la cola, quien torpemente asumía su culpabilidad disculpándose, o bien se enfrentaba dispuesto a que la sangre llegara al suelo.
Esas vidas de los otros vistas desde mi antigua cabina me devolvían un sentimiento de intruso que me hacia sentir bien. De hecho era lo mas interesante de mi trabajo. Ellos a mi ni me veían, balbuceaban algo parecido a unas palabras al pedirme el billete y salían disparados hacia el andén. Iban como animales a cumplir el imperativo de sus destinos. Eso de ver en el gesto de muchos de ellos el atisbo de lo que, con toda probabilidad, les podría amargar el día, me producía, allí dentro, una total ausencia de alarmas que tuvieran que ver con el miedo o con que estuviera cometiendo una mala acción. Simplemente me regodeaba al saber de que no estaba en su lugar, desquiciado como ellos al otro lado de la ventanilla.
Ahora puedo preguntar lo que quiera. O mejor dicho, todo se resume en una pregunta, ¿quien es la autoridad que me ha traído hasta aquí? Ya no hay nadie que me mire. Ni a nadie a quien le pueda preguntar airado y amenazante, ¿has pagado el billete?. Los dias pasan, y las cucarachas y las ratas también. La pauta la marca el mal olor que viene de las alcantarillas.
martes, 3 de enero de 2012
THE ARTIST, de Michel Hazanavicius
LA PUREZA DE LA INGENUA SENCILLEZ
Que la evolución del cine ha estado determinada, en la centuria larga que tiene de existencia, por los avatares, a su vez, de la evolución tecnológica es algo, al día de hoy, bastante aceptado por la mayoría del personal que tiene tratos con el llamado séptimo arte. Tanto es así que me pregunto si, al cabo de estos cien años, lo que llamamos cine y que domina el cotarro de su industria asociada no sea únicamente eso. Lo otro, eso que no se porque le llaman cine independiente, es lo que sobrevive como las especies al borde de la extinción. Cualquier día nos levantamos y ya no está.
Cuando vi anunciada la película de Michel Hazanavicius lo primero que me vino a la cabeza fue las carreras o exhibiciones de coches antiguos. De repente, igual que se ha puesto de moda organizar carreras, o paseos, de seiscientos o hispanos suizos o fords o porches de hace medio siglo o setenta años, a la peña le va a entrar la fiebre de filmar en mudo. Sobre todo si a “The artist” le dan el Oscar y tal. Como mola.
Pero después de verla, lo que me vino fueron las preguntas en cascada. ¿Por qué desapareció el cine mudo de las carteleras y de los festivales? Porque llegó el sonoro, es la respuesta que he oído siempre. De las palabras, porque llegó el sonido de las palabras, su sintaxis, su música y todo eso. Esto nunca se añadía a lo de porque llegó el sonoro. ¿Pero el cine no es el arte de la imagen en movimiento? ¿Qué pintan las palabras en este invento? Entonces, ¿los hermanos Lumiere no proyectaron su primera peli en 3D porque esta técnica no se había inventado todavía? Pero eso de que si ahora no existe ya existirá mañana, ¿no es propio del pensamiento científico y su fe indestructible en el progreso lineal y previsible? ¿Es que el corazón de los cineastas, y de los demás trabajadores de la imagen, no ha sido, ni es, el lugar primordial de donde nacen los sueños, como siempre nos han enseñado, sino el laboratorio en donde se ponían, y se ponen, a prueba los prototipos mecánicos y tecnológicos del futuro? Ahora caigo, ¿por qué el capitalismo cinematográfico tenía que ser mas honesto que el financiero a la hora de manejar sus activos? ¿Por qué la prima de riesgo iba a ser de peor calaña y mas nociva que una peli o una serie de TV? Si todo depende de la celeridad y oportunidad con que nos las vendan. Si todas son de usar y tirar a la espera del último invento tecnológico que las haga mas atractivas de nuevo. ¿A que hemos venido llamando sueños en los últimos cien años? ¿Son de la misma materia y factura que las hipotecas basura? ¿Son los mismos, o intercambiables, sus fabricantes? Sus pecados sin duda: todo lo nuevo aniquila a lo viejo, porque es mejor y mas necesario. ¡Qúe passsa! ¿Qué hay que hacer para que “el maquista de la general” emocione a un chaval de ahora, lo mismo que me emociona a mi y lo mismo que emocionó a mi padre, que fue quien me enseñó a emocionarme? ¿Qué tienen que decir a esto los productores, los distribuidores y los exhibidores? No sigo. Fatalmente todas esta preguntas se han quedado sin respuesta para siempre.
El tiempo artístico y el de los sueños no tiene nada que ver con el tiempo histórico, que es el mismo que el de la actualidad periodística y el tecnológico, y el mismo que el del entretenimiento, esa agónica necesidad que surge entre el tiempo de trabajo alienante y el del ocio estéril. La industria del cine, contemporánea de la física cuántica, supo esto desde el principio. Nació como espectáculo en una barraca, a la espera de que llegara el 3D en las salas multigalácticas. Todo lo de la monserga de los sueños se ha reducido a esa espera. Ya ve.
No se trata de tecnología si o tecnología no, y toda esa discusión estéril. Es su imperiosa y excluyente celeridad aplicativa, inasimilable por el tempo y el ritmo propio de la creatividad humana, que es constante e inmutable desde las cavernas. Los ferraris son una obra de arte y las carreras de fórmula uno son el mejor relato deportivo que existe actualmente. Pero me taladran el cerebro el ruido diario de tantos coches en la ciudad. Es así y no me resulta contradictorio.
El sabio Yuang Tsi, hace dos milenios y medio, lo explicaba de otra manera en clave de fábula. Le dejo muestra.
“Cuando Tsi Gung andaba por la región al norte del río Han, econtró a un viejo atareado en su huerto. Había excavado unos hoyos para recoger el agua del riego. Iba a la fuente y volvía cargado con un cubo de agua, que vertía en el hoyo. Así, cansándose mucho, sacaba escaso provecho de su labor.
Tsi Gung habló: hay un artefacto con el que se pueden regar cien hoyos en un día. Con poca fatiga se hace mucho. ¿Por qué no lo empleas? Levantóse el hortelano, le vio y dijo: ¿cómo es ese artefacto?
Tsi Gung habló: se hace con un palo un palanca, con un contrapeso a un extremo. Con ella se puede sacar agua del pozo con toda facilidad. Se le llama cigoñal.
El viejo, mientras su rostro se llenaba de cólera, dijo con una risotada: he oído decir a mi maestro que cuando uno usa una máquina, hace todos su trabajo maquinalmente, y al fin su corazón se convierte en máquina. Y quien tiene en el pecho una máquina por corazón, pierde la pureza de su sencillez. Quien ha perdido la pureza de su simplicidad está aquejado de incertidumbre en el mando de sus actos. La incertidumbre en el mando de los actos no es compatible con la verdedera cordura. No es que yo no conozca las cosas de que tú hablas, pero me daría vergüenza usarlas.”
Con este espíritu salí de ver The Artist. A ese es a quien interpela y quiere a su lado su director. Ese es su valor de uso y su oportunidad en este momento, tío oscar a parte. ¿Que hubiera sido de nosotros como espectadores, si el cine mudo hubiese continuado su existencia al lado del sonoro? ¿Y el blanco y negro al lado del color? Mas preguntas sin respuesta. Pero si sé que la películas de Chaplin, de Keaton, de Laurel, de Hardy, de Lloyd, de Valentino, de Eisenstein y de tantos otros, me devuelven, cada vez que las veo, ese sentimiento perdido de pureza que transmite su ingenua sencillez. No confundir con simplicidad. O lo que es lo mismo: me dan la posibilidad de darle una nueva oportunidad a mi segunda inocencia. La misma que reclamaba Machado para su mundo en llamas.
Si no queremos acabar todos locos, es perentorio recuperar este sentimiento en el cine, porque lo es igualmente necesario en la vida. El mundo en que vivimos se ha desquiciado, aunque a unos los atontoline y los empobrezca más que a otros. No soy capaz de imaginarme nada en 3D que sea útil para mi vida, lo mismo que no me imagino en Marte, o fuera de esta galaxia. En esto también hay un límite, mas allá del cual cualquier forma de imaginación se hace inhumana. Imaginar en 3D solo les resulta posible y, sobre todo, rentable a los de Lehman Brothers y sus cuates. El dinero si tiene esa ilimitada ductilidad imaginaria. Por eso saca tajada lo mismo en un secarral que un vergel. Con las armas mas letales que con las ideas mas hermosas. Pero eso no quiere decir que le haga igualmente bien a la necesidad de entretenerse que buscan con desespero los damnificados por sus fechorías. A ésa lo que le hace falta es desprenderse de las dos maldiciones temporales que la emparedan. Repito, el trabajo alienante y el ocio estéril. Y ahí, el 3D y Lehman Brothers no pintan un carajo.
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