Por alejarnos del origen hemos llegado a donde estamos. Mi amigo resume así su visión como espectador después de ver la peli The artist. Yo creo que es un acertado diagnostico, que, a su vez, da cuenta de un sentimiento no por escaso palpable. No sabemos la forma que tiene, o lo que es lo mismo, cada uno se refugia detrás de la que piensa mas adecuada a sus intereses. Intereses que vienen determinados ,por ofrecer algún tipo de resistencia, o interrumpir si fuera posible, a la deriva hipócrita y megalómana que ha adquirido la marcha del mundo.
Sin embargo, fatuo y desquiciado como se ha vuelto, la mirada que ofrece el mundo a un espectador actual, digamos, víctima propiciatoria de las leyes educativas vigentes, es la misma que debe de tener un dios aburrido. Todo le es posible y todo lo quiere ya, porque en los tiempos muertos no sabe que hacer. Los limites que ofrecía la parquedad y la estrechez del mundo antiguo han desaparecido, tecnología mediante.Y con ellas, ha desaparecido también el sentimiento de perplejidad que las acompañaba. Esa inmediatez se ha comido el futuro y el pasado a fuerza de aplacar las iras del aburrimiento, pero matando cualquier idea de perspectiva. Es decir, el tipo en cuestión se aburre menos a cambio de estar mas ciego. La nueva jerarquía de prioridades que permite la hipertecnologia dominante determina una nueva escala de valores. Lo cual se podía entender como algo avanzado (cada cual tiene derecho a vivir su propia vida, y tal y tal), pero alberga algo desconocido, que será también la herencia de quien coja el testigo. Una herencia así es una tomadura de pelo y un peligro para quien la reciba.
Los efectos al mismo tiempo devastadores y catárticos de las guerras, nos son conocidos porque forman parte de nuestra trágica historia. Presente, pasado y futuro le cogieron digamos, la horma, como el pie al zapato después de un uso continuado. Pero que una víctima de las crueles leyes educativas actuales tenga la posibilidad, fuera del campo de batalla inhóspito del aula, de obtener fácilmente y a su antojo datos directos y en tiempo real convirtiendolos en un alejado, exuberante y prometedor (o aterrador) futuro, o en un reversible y habitable pasado, solo a servicio del entretenimiento algodonoso y complaciente de su presente, aunque resulta fascinante y hasta vertiginoso a primera vista, no es finalmente nada más que algo episódico puesto que esa velocidad no disminuye su ignorancia sobre lo hay detrás de los datos. No lo devuelve ni en forma de futuro ilusionante ni de tradición, ni lo convierte en su heredero. Lo hace mero fetichista de sus cacharros y de su entretenimiento diario. Pero ademas, semejante practica le produce una experiencia inesperada e inopinada: el constatar que los confines mas alejados del universo, bien hacia el pasado o bien hacia el futuro, no le devuelven otra imagen que no sea la de si mismo. Allí no hay nada ni nadie. El dios aburrido en su eterno presente, confundiendo la facilidad de acceso a los datos con el conocimiento y la creatividad cultural, constata, al cabo, que allí solo se encuentra un tipo normal y corriente, huyendo de su condición de condenado a muerte desde su nacimiento. El mismo. Y ahora le toca volver a donde partió, pero allí ya no queda nadie para recibirlo. De repente se da cuenta que no tiene memoria ni imaginación. Sus archivos están muertos y siempre repiten lo mismo. Lejos de ser esto una distopia mas, en esas estamos.