Distingamos a los mercados de quienes, sabiendo lo que son los mercados, que lugar ocupan y quienes son sus capitostes, se pasan el día tocandose la entrepierna. Distingamos, también, a quienes, sabiendo lo importante que es el cariño, gastan todo su tiempo únicamente en traer dinero a casa. Distingamos y relacionemos a ambos grupos humanos.
Delante de tal asociación la razón con la que hasta ahora hemos venido interpretando el mundo ha quedado definitivamente derrotada. Cuanto antes lo aceptemos, antes comenzaremos a terminar con esta agonía.
Los gigantes y los dragones en la Edad Media, no eran diferentes a los especuladores y los políticos en la nuestra. Son frutos de nuestra imaginación, maneras con las que tratamos de combatir o protegernos de nuestro miedo ancestral al desconocimiento de la realidad exterior y de nosotros mismos. Existen en tanto en cuanto nosotros los imaginamos así. Si frente a los gigantes y dragones nuestros antepasados inventaron su héroes, a nosotros nos toca hacer lo mismo. La diferencia estriba en que ellos no distinguían entre ficción y realidad, par ellos era un todo donde pasaba todo lo que que era importante que pasase. Nada era literal. A nosotros nos dio por separar la ficción de la realidad, creyendo a pies juntillas que son dos entidades que no se tocan. La una para ganar pasta, la otra para distraerse del
cansancio que produce ganar pasta. Y así no damos crédito a lo que nos está pasando, porque nos parece cosa de ficción que todo dependa del estrés de los mercados. Y lo que creíamos que era nuestra realidad contante y sonante ha quedado hecha añicos. ¿Quienes somos? ¿Donde estamos? ¿A donde vamos? Y todo lo demás. Otra vez esa murga.
Nosotros los modernos, que siempre nos creímos esa tabarra de que íbamos a cambiar el mundo de tal manera que no lo reconociera ni la madre que lo pario, ¿vamos a ser aniquilados sin que sepamos por quien? ¿Nos van a llevar al patíbulo los mismos a quien votamos? Los antiguos se avergonzarían de nosotros si levantaran la cabeza. A ellos nunca se les ocurriría estar trajinado con los mismos gigantes y dragones, construyendo siempre el mismos relato. Sin embargo, nosotros somos incapaces de tener el dinero en otro sitio que no sea un banco y votamos y volvemos a votar a los mismos cabezas de lista o a alguno de su cuadrilla. Contra todo pronostico pereceremos pues de involucion, de atraso, mientras nuestros gigantes y dragones, ya fuera del control de nuestra imaginación, alcanzaran las mas altas cotas de prosperidad. Solo falta saber si la muerte será seca, por falta liquidez, por inanición. O lo será por ignorancia y quietud general.