jueves, 10 de febrero de 2011

ATRAPADO

Si hubiera sido educado en un lugar apartado, mezclado entre las ruinas de alguna montaña o junto a un lago, mis padres no hubieran quedado a salvo de los dardos de mi reproche. Pero, ya le digo, no fue así. Mi madre todavía me lo recuerda cuando la visito en su casa. A la hora del café le gusta sacar las fotografías de entonces y enseñárselas a sus nietos, renovando así su orgullo por mi carrera de estudiante. En la pared del comedor tiene colgados, en lugar preferente, los títulos que conseguí. Como si fuesen trofeos propios los ha enmarcado con mucho esmero y cuidado. Nunca se les ve afectados por mota de polvo alguna. Perfectamente alineados y equidistantes unos de otros, decoran la pared mas importante de la casa.

Formarme para llegar a ser como dios manda, no ha significado que en la meta me haya encontrado solo con el deber cumplido. Ni que la meta que me impusieron fuera siempre un lugar cercano. Cuando llegué allí había algo más, y aqui radica el fundamento de mi malestar y mi repoche. Como ya le dije, no me cupo ninguna duda de que ese algo más tenía que ver con quienes habian colaborado al triunfo de mi etapa educativa. No es que quiera ponerme transcendente, pero oí tantas veces que debía estar orgulloso porque había hecho lo que tenía que hacer, que acabé por hartarme.

El deber cumplido supe en seguida lo que era y los beneficios que me iba dando también. Mi débil curiosidad, sin embargo, me impidió darme cuenta de que aquella plenitud no coincidía exactamente con mi satisfación. Cualquier pregunta que surgiera donde fuera, dada la debilidad de mi pensamiento, quedaba compesanda con la primera respuesta, sin preocuparme lo mas mínimo por el sentido de todo ello. Así, sin percibirlo, me fui quedando encerrado dentro de una muralla impenetrable. Mi dí cuenta cuando empecé a quedarme en casa, dejando de lado mi intensa y exitosa vida social. Todo empezó como siempre ocurre con estas cosas, de forma inopinada. Contra toda costumbre por mi parte, un dia decidí no ir al cumpleaños de unos amigos alegando que tenía que acabar un informe del trabajo. Mi mujer si quería ir, así que dejó a los crios con mi madre y se fue, dejándome solo. Al igual que me pasa con la música, que a los pocos minutos me siento rodeado por un anillo que inutilmente intento traspasar para tratar de entenderla, de repente me sentí oprimido por las tenazas del aburrimiento, y después del miedo. No esperé mas, cogí el coche y me presenté en la fiesta de cumpleaños de mis amigos. Pero ya nada volvió a ser lo mismo. Lo que vino a continuación es facil de imaginar, dada la educación exitosa que había recibido.

Ahora no intento atravesar nada. Me quedo en casa y no tengo la necesidad de quedar con nadie. Mi mujer creo que vive con otro. A mis hijos, según ordenó el juez, los puedo ver una vez al mes. Simplemente permanezco tranquilo con mis pensamientos, que van discurriendo y desarrollándose en su estrechez sin que la perturbadora y obsesiva observación de mi mismo consiga afectar a su trabajo hacia todo lo demás. Sí, es verdad que estoy solo, pero ahora se que los días tienen música.