miércoles, 1 de septiembre de 2010

VISA POUR L'IMAGE 1


CONTEMPLAR Y PACIENCIA

La gente no cree en las palabras, ¡¡si serán chisgarabís y majagranzas que ahora creen en las imágenes!! Entiéndame, no es inquina. Cada año, cuando empieza a acabarse el verano y me acerco a Perpiñán a dar una vuelta por su excelente festival de fotoperiodismo, coloco esta jaculatoria en el limpiaparabrisas del cerebro como medida preventiva, ante la avalancha de instantáneas que me esperan.

La prevención es también ante la osadía de unos organizadores que en la edición de este año se presentan así ante los espectadores: “Ya no resulta nada original hablar de la proliferación de las imágenes, porque están por todas partes. Vivimos en un mundo lleno de fotos y de videos: en las calles, en los medios de transporte…Incluso, cada vez más, las imágenes llenan nuestros bolsillos, refugiándose en las pantallas de nuestros teléfonos móviles. Sufrimos un bombardeo de imágenes que nos llegan a un ritmo cada vez más acelerado. Ya no dedicamos tiempo a analizarlas ni a ordenarlas. La mayoría de las veces recibimos esta masa de elementos visuales con pasividad. El festival Visa pour l’Image pretende luchar contra esta situación, con sus múltiples iniciativas. Por una parte, propone elecciones reflexivas. Además, dota a los temas de más o menos importancia, ya sea durante las exposiciones o durante las veladas de proyección”.

De acuerdo con el diagnóstico, guardo parte de mi desconfianza para esa lucha que pretenden entablar contra la enfermedad de la situación, y que quieren que sea el santo y seña del festival. Yo abandonaría esas veleidades curativas y salvíficas, y lo dejaría en el cumplimiento de la promesa de la fotografía desde su mismo origen: democratizar todas las experiencias traduciéndolas en imágenes. El bombardeo de imágenes a que alude la organización no significa otra cosa que nadie ha traicionado aquella ambición original. Y no lo ha hecho por la misma razón que nadie ha vuelto a desplazarse en burro desde que usa el coche, el metro o el autobús ni a roturar la tierra con el arado romano desde que tiene un tractor a mano. Supongo que habrá otras explicaciones pero la fotografía es sobre todo un rito social, una protección contra la ansiedad de fijar el tiempo que se nos escurre entre las manos dejándonos el alma seca y un instrumento de poder. Más que suficiente para ser fiel al clic de la cámara en tiempos de falta de compromisos. Así en una boda, en un cumpleaños, en un viaje a la costa del Pacífico, en una campaña electoral, o en este mismísimo festival. Otra cosa es la forma de narrar con imágenes esas experiencias aludidas.

Yo creo que a este festival le sobran maneras explícitas de contar las experiencias y le falta oblicuidad. Hay mucho horror en las imágenes, pero no se hace evidente, como decía Conrad, como una neblina atravesada por un resplandor, sino como un vómito sobre la cara del espectador que se acerca a la foto porque no lo acaba de ver claro. Y una vez ahí tiende a rechazarla, o a que le sea indiferente, antes que encontrar sus múltiples sentidos. Me refiero a todas las fotografías que dan cuenta de las experiencias que tienen que ver con las diferentes catástrofes naturales y las provocadas, como es el caso de las múltiples guerras que asolan al planeta, y que tienen un protagonismo dominante sobre las otras propuestas. Diría más, el festival se organiza a beneficio y gloria de esos fotógrafos, que se arriesgan con su cámara para traernos las experiencias de las zonas calientes del planeta. Llegado a este extremo es inevitable la pregunta, ¿lo importante es el valor del fotógrafo, convertido en un héroe moderno, o el de la fotografía?

En el arte del siglo pasado, en el que de momento seguimos, sigue prevaleciendo la percepción inmediata, el seco impacto visual; también la enfática declaración de principios. Se me ocurre que una manera de entrar en el nuevo siglo sea no enunciar nada (porque todo se ha visto y porque todo se ha dicho). Queda, por tanto, contemplar y tener mucha paciencia para que las imágenes y las palabras de siempre empiecen a revelarse de otra manera. De esto también hay en este festival, lo que le otorga ese perfil de frontera secular que más me interesa, y que es el mismo que alienta su futuro.