miércoles, 29 de septiembre de 2010

INES Y LA ALEGRÍA, de Almudena Grandes


LLEGA UN NUEVO OTOÑO Y SEGUIMOS LEYENDO DE LA MISMA MANERA

Compartiendo tan parecidos caminos y con tan parecidas conclusiones, compartiendo tantas cosas, no sé de donde salen tantas formas distintas que vemos, y en donde se encuentra la esencia o verdad que da lugar a todo ello.

Leer y mirar es enfrentarse a esta paradoja y al misterio que lleva asociado. Sin esperanza, pero con un compromiso sin fisuras con las preguntas que de esa atención puedan surgir, que nos hagan experimentar con más fuerza su presencia.

No son pocos los escritores y los lectores que no aguantan semejante tensión. Tiran la toalla y rápidamente intentan que quede claro que es lo verdadero, y que no, en el libro que tienen entre manos (en las otras formas artísticas la cuestión no es muy diferente). Son gente que si saben dónde se encuentra la esencia o verdad antes aludida. Por decirlo de forma abreviada, es verdadero todo aquello que puede ser avalado Científica o Históricamente, no lo es todo lo que cae dentro del campo de la ficción. Las preguntas por parte de alguien que como yo no tiene nada claro el asunto surgen de inmediato, así como su compromiso con ellas: ¿qué le lleva a un escritor y a un lector a necesitar la ficción si lo verdadero ya lo encuentra en la Historia, en la Ciencia, en la Sociología, etc? ¿O es que las mentiras de la ficción también son verdaderas? ¿O ese coctel, un poco de verdad y otro de mentira, es lo que hace a la novela auténtica? Entonces, visto así, Historia y ficción no se contraponen, pero ¿la verdad y la mentira que anuncian se complementan? ¿No será que la mentira es una de las formas ocultas de la verdad? ¿No será que la única posibilidad de verdad está dentro del campo de la ficción? ¿No será que la Historia son únicamente datos estadísticos cuyo aliento expresivo no puede ir nunca más allá de lo que significan como tales datos? En fin, lo que creo es que no sabemos conjugar todo eso en medio del galimatías de nuestro presente.

Todavía nos gusta mirar dentro del paradigma cartesiano con su ojo de geómetra situado fuera y por encima de la escena escrutada. Pero en realidad estamos en medio de un espacio ya computado, donde ocupamos el punto cero de cada especialidad (Merleau-Ponty). Creemos a pies juntillas en el alcance y profundidad de la verdad literal de los datos históricos (tiempo pasado), pero su vocación concluyente y con tufo a naftalina nos deja insatisfechos, y además nos aburre en nuestras expectativas de futuro. Entonces hay que poner en el libro la guarnición ornamental de la ficción. Así, con ese tono de evocaciones bíblicas, seguimos leyendo. Un poco de Historia y luego un poco de ficción, en línea recta y de manera acumulativa, bien salpimentado con una dramaturgia sólida y con unos diálogos solventes, con unas imágenes que preconicen ya su película hermana. Pero esto no es algo que tenga que ver con la rentrée editorial ni con la verdad de la Historia ni la mentira de la ficción en las que se apoyan algunos escritores, eso tiene que ver con la ubicación de los lectores, que son los que acaban por determinarlo todo. Desde donde quieren seguir mirando el mundo, casi cuatrocientos años después de la muerte de Descartes, y una vez que Stephen Hawking ha vuelto a recordar que la existencia de Dios no es necesaria para entender el mundo en el que vivimos.

Almudena Grandes, escritora de estirpe cartesiana, levantó acta de manera impecable de todo lo que le digo en la presentación de su libro, “Inés y la alegría”. Y sus fieles seguidores, que se contaban por centenares, le acompañaron como mandan los cánones de semejante modelo geométrico. La autora en un lado los lectores enfrente. Ella hablando, los lectores escuchando. Ella diferenciando, una y otra vez, lo que tiene de Verdad Histórica su libro y lo que tiene de ficción, los lectores satisfechos, identificándose a la primera con esa manera de presentarles el coctel, y sacando ya su tarjeta de crédito para mostrarle su agradecimiento. Después, algunas preguntas de aliño y la autora se reafirmó en lo dicho con sus respuestas. Para acabar, dio las gracias a los asistentes y se dispuso a dedicar su libro a quien así lo quiso.

En el punto cero de la geometría de al lado, otros autores y lectores languidecen. Basta con no escucharles para que parezca que nunca han hablado.