jueves, 30 de septiembre de 2010

29 DE SEPTIEMBRE

SEÑOR, ¡QUÉ TROPA!

El dia de la General solo podía existir en la misma medida que lo fuese el espectáculo que lograse levantar la complicidad entre los convocantes y los medios de comunicación. Lo que pudiera dar de si la normalidad de la jornada frente a esa apisonadora poco iba a contar. Tampoco el baile de cifras de unos y otros. Vivimos en la sociedad del espectáculo y las huelgas no se libran de quedar atrapadas bajo el peso implacable de su influencia.

El plato gordo del guión está determinado basicamente por la imagenes que puedan escupir Internet y las televisones, donde predominen como protagonistas coches ardiendo, manifestantes ensangrentados, policias cogidos en su momento verdaderamente gorila, etc. Por lo que se refiere a lo verbal basta con añadir las veces que se puedan oir o transcribir eruptos como hijo de la gran puta o fascista, y algúna que otra perla lingüistica. Todo ello bien adobado con una apabullante profusión del banderío colorista que da mucho juego frentre a las cámaras. Repítase las veces que haga falta a lo largo de día y la General habrá sido un éxito. Que no es así porque los medios tienen sus mas y sus menos frente al cotarro huelguístico y sindicalista, ya sea porque cotiza a la baja, ya sea porque los actores de la tramoya no son lo suficientemente telegénicos, empate técnico o siniestro total. Como en cada espectáculo, usted, que es el espectador y paga, tiene la última palabra.

Fuera del foco espectacular y mediatico la vida siguió como solo ella sabe seguir. El de Renfe me dijo que de servicios mínimos na mas na. Na. Pues muy bien y gracias. La del pan que el dia anterior habian atracado el supermercado de enfrente, a cara descubierta y a plena luz del día. Estaba acojonada y no sabía a donde vamos a llegar. Claro. La de las verduras que el huerto no entiende de huelgas y que las acelgas frescas hay que venderlas en el día. La farmacia estaba de guardia. El policía municipal que ellos no tienen ese derecho reconocido. Los estudiantes del instituto, más zangolotinos que un día corriente, vagaban por los alrededores del centro educativo con normal despreocupación. La personas mayores no dejaron el bastón en casa y las madres siguieron andando con sus bebés encima y estos con su biberon en los morros. En la sucursal bancaria comprobé que había una cola inusual para sacar la pasta a esas horas de la mañana. Estuve tentado de preguntarles si lo hacían por una necesidad ordinaria, porque era una manera de matar el tiempo libre del día o porque sospechaban que las cosas, el día después del de la General, podían acabar en corralito de gallos enfrentados. Pasé de largo, tampoco vi que fueran a recibir de buena gana mis nobles intenciones de sociólogo casero. Y así hasta la hora de comer en el restaurante, cuyo dueño me hizo esperar media hora porque había ido a pasear al perro, que tampoco podía esperar al dia siguiente.

Al final de la jornada se me ocurrió quedarme delante de la tele para seguir una tertulia que, como no podía ser de otra manera, iba sobre el dia de la General. Un grupo de filósofos, un sindicalista retirado y una periodista independiente intentaban dar cuenta acertada de lo que habia dado de sí el evento. Me quedé, sobre todo, por lo de los filósofos, ya que por una vez eran mayoria ante una pantalla de TV. Ya sabe, por lo de Platón y su gobierno y tal. Ingenuo de mí, qué tropa. Definitivamente me quedo con la forma de analizar y resolver los conflictos que tienen la familia de los Soprano. No solo por el guion, sino porque se que estoy frente a auténticos profesionales del espectáculo.