sábado, 14 de septiembre de 2024

CRÓNICAS DEL RÍO MENO 9

 DE OBISPOS, ESTUDIANTES Y ANDROIDES AHUMADOS

Cuando piensas hacer un viaje a Baviera podrás pensar en qué ruta seguirán tus pasos o que río acompañarán a tus golpes de pedal, pero lo que no se te ocurre pensar, o recordar lo que alguna vez ya habías pensado, que es el más católico de los estados federados de la República Federal Alemana. Lo cual supone, como no puede ser de otra manera, encontrarte con la cruz de Cristo en cada cruce de caminos o en los lugares que menos te lo esperas, dada tu imaginación de agnóstico o laico o cualquier de las variantes donde militen tus creencias. Sirva lo primero para orientar y consolar a los peregrinos que en su día fueron y a los que hoy pudieran serlo por causa de las contradicciones mundanas tan apabullantes en su contenido como aceleradas en su manifestación, y lo segundo para homenajear a un notable del lugar o resaltar un acontecimiento pretérito que realce ese lugar en el mapa de la geografía y en las crónicas de la historia del país. Esa catolicidad, por decirlo así, se manifiesta, entre otros símbolos y significados, en las catedrales y los obispos, sobre todo en los obispos. Los unos ocultan su quehacer ecuménico detrás de las otras, que se ofrecen al ciclista con toda la evidencia que les permite su forma de viajar sobre la bici así como con todo el misterio del que son capaces estas milenarias piedras, que cobijaron en su interior, en tiempos de bonanza como en tiempos de pendencias, a quienes tuvieron la fuerza suficiente para desplazarse hasta allí y poder presentar el carnet de catolicidad preceptivo ante las autoridades episcopales del momento. En Bamberg ese ocultamiento episcopal no solo no se da sino que se hace explícito en dos majestuosos edificios cerca de la catedral, a saber, la residencia antigua y la residencia nueva, que fue el lugar donde vivieron los señores obispos hasta el siglo XVII, en el caso de la primera, y después del siglo XVII en la segunda.Téngase en cuenta que alrededor del siglo XIII, los obispos presionaron al Imperio, permitiendo así construir grandes edificaciones en Bamberg. Esa fuerza de la que hicieron gala en aquellos siglos, se percibe hoy todavía al pasear entre los amplios espacios empedrados que hay entre las dos residencias episcopales y la catedral. También puede intuirse el trapicheo de compraventa de propiedades entre instituciones de que está hecha la ciudad actual, guerras incluidas, a partir de ese tempranero patrimonio episcopal.


En 1647, se funda la universidad de Bamberg, en un principio con el nombre de Academia Bambergensis. Cuenta hoy con cuatro facultades y una población estudiantil que asciende a más de 12000 estudiantes. Al ser verano. no se percibe con toda su intensidad el impacto de esa demografía estudiantil en la vida cotidiana de la ciudad. Aunque la información recabada nos dice  que en Bamberg, en la residencia nueva episcopal, se encuentra La Biblioteca Estatal que se encarga del abastecimiento de la ciudad y de la región administrativa de Alta Franconia con bibliografía para la realización de proyectos científicos, profesionales o personales. De esta manera el edifico antiguo de los obispos y la biblioteca moderna de los estudiantes queda vinculada o entrelazada en ese edificio emblemático. En Baviera este tipo de asociaciones mentales y urbanísticas no debe sorprendernos. La catolicidad de este estado lo hace posible. En un estado federal de mayoría protestante, Baviera mantiene su lealtad al catolicismo de forma tranquila, diría yo. Lo folletos turísticos así lo subrayan y animan a los visitantes a tomarse en serio esta particularidad de la región. Los que venimos de regiones que también participan de esta tradición de la cristiandad no deja de producirnos cierta extrañeza esta anomalía, por decirlo así, en un estado como el alemán que se encuentra bajo la influencia de la cosmovisión de la Reforma protestante luterana. Por eso nos hubiera gustado poder hablar con algún estudiante, sobre cómo es su vida cotidiana durante el curso académico en una ciudad tan episcopal como Bamberg. Sabemos que hoy los artefactos digitales uniformizan las conductas externas, pero no es menos cierto que, siguiendo el dicho cristiano, la procesión del sentir interior va por dentro. De tal manera que es muy difícil distinguir a un creyente de un ateo, por tirar de las dicotomías dominantes. Cuando bajamos desde la explanada de las residencias episcopales hacia el centro nos encontramos con la prole turística agolpada en las tabernas y bares, o paseando por las calles o fisgando en los comercios cuyos escaparates no pueden la ocasión de secuestrar la atención de aquellos. Como debe ser. Tomamos un vino y luego buscamos sitio en la taberna Schlenkerla, que es famosa en Bamberg por su cerveza ahumada, además de por todo tipo de ahumados. Tuvimos que esperar unos minutos pues la cola así nos lo impuso.

La pernocta la habíamos reservado en un hotel de la franquicia Ibis, a las afueras de la ciudad. Son hoteles para hombres y mujeres sin corazón. Si los llamas androides estas retratando con acierto lo que son los,sujetos que caminan por ahí y ocupan lo de mas allá, todo con un único objetivo apoderarse del planeta una vez que conviertan a los humanos en simios serviciales. Kafka ya lo adelantó en su “informe para la academia” y C. S. Lewis lo dejó escrito en su libro “la abolición del hombre”. La cita de este último dice así: “Hacemos hombres sin corazón y esperamos de ellos virtud y arrojo. Nos reímos del honor y nos sorprendemos de ver traidores entre nosotros. Castramos a las personas y luego les pedimos que sean fértiles.” Pues eso el hotel de Bamberg estaba preparado para recibir androides. No vimos a ninguno, a no ser que fuéramos nosotros y no lo sabíamos. No en balde en la recepción no nos pidieron el carnet de identidad, sino que miráramos a través de una lente que había sobre la mesa. Se duerme bien en este tipo de hoteles, no hay ruidos extraños ni apariciones repentinas. Todo parece como si nada estuviera cambiando, aunque al salir de nuevo a la calle y encaminarnos al centro de la ciudad vemos de nuevo a los androides ocupando las aceras y los demás espacios públicos. Se me ocurre pensar bromeando en serio, al volver al carril bici del río Meno, que estos androides se les nota menos su inhumanidad porque están bajo la influencia de los vapores que salen de la taberna de ahumados Schlenkerla y que afecta tosca la ciudad, aunque no lo parezca.