LO DEMÁS TE LO ENSEÑARÁ EL RELÁMPAGO
Para viajar hace falta creer:
creer en la promesa de lo no visto
todavía, en eso apenas intuido
al quitarse los zapatos el día anterior.
Creer de la misma manera que para enamorarse
o escribir libros: al filo del descreimiento,
en la frontera de la duda con el fulgor.
Viajar, escribir libros, enamorarse son bellas ficciones
que nos ayudan a vivir: si son buenas,
se convierten en verdades
por las que vale la pena casi cualquier otra cosa.
Incluso a riesgo de ser un amante lastimoso,
un mal poeta y un viajero extraviado.
Yo he sido los tres en un parpadeo.
Viajo poco últimamente. Gasto casi todas las energías
que me quedan en las otras dos ficciones.