martes, 16 de enero de 2024

MUERTOS, VIVOS Y POR NACER 2

 CRÓNICA DE UNA FIESTA ANUNCIADA

El caso fue que me invitaron a la fiesta de la Epifanía de 1904, que las hermanas Morkan celebran cada año en su casa de Dublin. No me dijeron cuál era el protocolo de comportamiento viniendo como yo vengo, y ellas lo saben, de un futuro más de cien años después. Yo acepté a sabiendas de que había ha leído las andanzas e industrias de Leopoldo Bloom, el 16 de junio del mismo año de 1904, y había salido indemne. Vale decir, sabiamente indemne. Por tanto, tenía motivos para no inquietarme demasiado con lo que me pudiera deparar la fiesta de las hermanas Morkan y su tropa. Únicamente debía fijarme mucho en donde se apoyaba la estructura festiva de la invitación para que no se me cayera encima nada más entrar en la casa. Probablemente esta era la razón por la que las hermanas Morkan me habían invitado. Un invitado del futuro les podía explicar mejor cuál era su presente. Y viceversa. Las hermanas Morkan sabían que querían invitar cada año a su tropa de amigos, pero no sabían por qué lo hacían. Me di cuenta entonces que a mí me pasa lo mismo. Fue entonces, al leer por tercera vez la invitación formal, cuando entendí la razón profunda de la llamada. Ellas dejarían a la vista los detalles de su fiesta de Epifanía. A saber, parabienes de recibimiento y de despedida, bailes, intercambio de miradas, recuerdo y recitación de las promesas rotas de Lady Gregory, como no Freddy Malins y su borrachera tataja (que grande es Freddy), Mary Jane y su talento pianistico, sus alumnas, la cena copiosa, los brindis ruidosos, el discurso de Gabriel, etc. y, como no, la canción de “la doncella de Aucrin” con la que Gretta recuerda su amor de juventud por un muchacho llamado Michael Furey que murió por ella, eso dice según recuerda,… Siguiendo ese itinerario podría yo imaginar el sostén de esa arquitectura que ellas no podían ver y, de paso, comprobar si los hallazgos que pudiera hacer seguirán valiendo o teniendo continuidad más de cien años después. Y, también, que discontinuidades se han producido con el paso del tiempo. No hay satisfacción más apreciada para un ser humano que saber que hay vida después de la muerte. Que su vida no ha sido en balde, pues ha tenido repercusión en la de sus herederos.

Ya lo he dicho. El tema de la peli son las continuidades y discontinuidades que produce el paso del tiempo en la vida que viven los seres humanos que todavía no han muerto. El espacio, también lo he dicho, que elige John Huston para llevar a cabo esta proeza narrativa tiene su límites entre las cuatro paredes de la casa de las hermanas Morkan. La película empieza cuando los invitados y protagonistas entran en la casa y acaba cuando salen. La escena final de Gabriel y Gretta en la habitación de hotel podría verse como el epílogo de todo lo anterior. 


El paso del tiempo, o mejor, lo que nos pasa y lo que hacemos con lo que nos pasa cuando el tiempo va pasando, a sabiendas del destino final de ese recorrido: la muerte. Lo cual quiere decir que todos somos, con más o menos disimulo o intensidad o conciencia de ese a sabiendas, muertos vivientes o muertos en vida. Sin malosentendidos, claro está. La peli transcurre, sin embargo, sin miedo ni arrepentimiento, ante esa toma de conciencia por parte de los protagonistas, a utilizar la ternura con conductas reposadas e irónicas, tal cual la nieve que cae, como correlato de la naturaleza fuera de la casa. Al final, lo que queda claro al espectador es que la peli no es un réquiem ni un artefacto de la ciencia ficción. Es un canto a la vida, mejor dicho a la continuidad de la vida, por parte de un director que estaba a punto de morirse.


Ese deseo que viene del pasado remite a una felicidad incumplida que está presente, junto a la algaravía de la fiesta que se celebra, en toda la noche de la Epifanía de 1904. Siempre nos falta algo, y no consuela el dicho populista “que me quiten lo bailao”. A no ser que reconozcamos que también se organizan fiestas y se baila en ellas a cuento de la felicidad incumplida. Atraviesa con total intensidad el presente de  Greta pero no deja de alcanzar con diferentes intensidades y tonos a todos los protagonistas de la película. Valga como ejemplo destacado el contraste entre el discurso en la cena de Gabriel y su meditación silenciosa en la escena final.


Esos aspectos de la existencia humana, algaravía y felicidad incumplida, los conjugamos juntos - aunque de forma explícita la una y oculta la otra - dan forma cabal, a mi entender, al significado del paso del tiempo de la condición humana en la peli de Houston.