viernes, 26 de enero de 2024

LA GALLINA CIEGA 4

 COMO LA SOMBRA QUE CAMINA

No deja de esperar que algo que espera suceda. Y si sigue así, le digo, acabará sucediendo, como cuando entonces. Se ríe con desgana. Luego se dio la vuelta y dejó que el siguiente turista ocupara su puesto en el Km 0, y sin pensárselo mucho se dirigió a la esquina de la calle Carretas, donde en su tiempo y hasta hace pocos años, estuvo la librería de San Martín. Aquí fue asesinado, el 12 de noviembre de1912, José Canalejas, jefe del gobierno liberal de entonces, mientras miraba los libros expuestos en el escaparate, me dijo Maxaub, interpelando no tanto a mi ignorancia como a su tristeza. La crisis de la Restauración, que provocó este asesinato, se puede considerar como el primer antecedente más relevante de la caída de la monarquía y la proclamación de la II República 19 años después. Noté su confusión con esta vuelta al pasado, con ese amontonamiento del tiempo en ese instante que estaba mirando el escaparate que sustituye hoy al de la librería San Martin. Noté que no sabía salir de ese embrollo metafísico, como Don Quijote, de esa trampa del tiempo lineal, tan fija tiene la mirada puesta en su tiempo y en su forma de pensar absoluta, como si no hubiera otro tiempo, ni otra forma de pensarlo, como si no tuviera noticias de Niels Bohr, el inventor de la física cuántica, como si diera las gracias a Manuel Pardiñas por haber asesinado a José Canalejas, poniendo así el primer peldaño de la caída de la monarquía alfonsina y el advenimiento de su querida II República. El paraíso soñado. Ahí seguía, delante del escaparate de la librería San Martín, en 1912. Vamos, se despertó, te invito a una café en el Pombo, y saludo de paso a Ramon Gómez de la Serna, que a esta hora tiene tertulia. Dicho y hecho. No se me paso por la cabeza, ni por asomo, enmendarle la plana al honorable nostálgico. El café del Pombo está al lado de la librería San Martín, detrás de la casa de correos que hoy es la sede del gobierno de la Comunidad de Madrid. Fue allí donde Ramon Gómez de la Serna inventó, por decirlo así, las tertulias del siglo XX. No le pregunté si había asistido alguna vez a la tertulia del Pombo en sus viajes a Madrid. Prefería no sacarlo del ensimismamiento entusiasta y triste, al mismo tiempo, con que habitaba su ayer y su hoy. Me lo imaginé yo mismo haciendo el recorrido de José Canalejas. Después de contemplar el escaparate de la librería, no podía resistirse a entrar y comprar alguna de las novedades que ofrecía el librero San Martín, o recoger el encargo que le hubiera hecho en la visita anterior, o las dos cosas a la vez. Para a continuación, salir despacio de la librería y dirigirse orgulloso, con su libro envuelto, al café del Pombo donde haría presentación oficial de su compra, que se convertiría de inmediato en un tema más a debatir entre los tertulianos asistentes ese día. 


De vuelta a la Puerta del Sol Maxaub me indicó, como saliendo milagrosamente de la meditación soleada en que se encontraba, el lugar donde se encontraba el mentidero de la Iglesia de San Felipe, al lado de la casa de correos, mencionado como sede del gobierno de la Comunidad de Madrid. Acertó a decirme, ya de vuelta del todo de su pasado republicano, la diferencia que había en su época entre mentidero y tertulia. Lo hizo de una manera muy ilustrativa. Mentidero es donde uno se pone al día del estado del cotilleo municipal y estatal, mientras que en la tertulia se conversa sobre los mismos asuntos con método y rigor. En la tertulia se aprende. En el mentidero se está. Chin pum. Lo cogí del brazo y nos dirigimos, como si lo acompañara a un viaje a su futuro, a la calle correo colindante. Ahí fue, le dije, en la cafetería Rolando donde en septiembre de 1974 la organización ETA perpetró uno de sus escasos atentados antes de la muerte de Franco. Murieron más de una década de parroquianos, que en ese momento estaban dentro de la cafetería. 


En tan pocos metros cuadrados el recuerdo de tantos hechos significativos para la historia moderna de España empezaban a transformar a Maxaub en un extranjero, que es lo yo creo que quería ser. No le quise mencionar la placa conmemorativa del levantamiento del 2 de mayo de 1808, que hay cerca de la entrada de la casa de correos, no siendo que dimitiera del paseo y quisiera irse a su hotel. Un extranjero con tendencia a ser confundido con un espía, un refugiado con permiso de residencia, un traidor. En fin. Un espía extranjero que se acercó al kiosco de prensa de la Puerta del Sol, como una sombra que camina, para comprobar si su fotografía aparecía en la portada de algún periódico, o en todos, de los que habían salido ese día. Demasiado, tal vez, para la mirada de un hombre acoplada, como un guante a una mano, a su pasado republicano, y que estaba en Madrid de permiso para coger información del cineasta Luis Buñuel, pues quería escribir una biografía sobre su vida y su trayectoria profesional. El aragonés había dicho en el periódico el Parador, con fecha 18 de agosto de 1971, que tenía una atracción fatal con España. No se que podía salir de tantas chispas en acción.