jueves, 24 de agosto de 2023

CRÓNICAS DEL RIO SPREE 4

 BERLIN: LA GARITA DEL MURO


Era modisto, lo ametrallaron y dejaron desangrar cuando iba a entregarse: el primer asesinado en el muro de Berlín, Günter Liftin, tenía 24 años, vivía en el lado oriental y trabajaba para figuras del cine en el Oeste. Cuando el paso se cerró quedó en el sector comunista. Urdió un plan para pasar al lado oeste y continuar con su profesión. Le salió mal y le costó la vida. Era el 24 de agosto de 1961, 11 días después que los soviéticos empezaran a levantar el muro de Berlín. Fue a partir de noviembre de 1989 cuando esta historia de Günter Liftin - y la de todos los que de una forma u otra sufrieron la ruptura abrupta de sus vidas con la presencia del ominoso muro, que partió en dos, a su vez, la traza urbana de la ciudad de Berlín - tuvo la posibilidad de acabar de una forma digna, digámoslo así sin más abalorios. Fue su hermano el que pidió que se conservase la garita desde donde los soldados soviéticos dispararon contra Günter, como homenaje al asesinado. Hacer una visita a esa garita, donde se rompió fatalmente la esperanzada vida de Günter Liftin, fue una de las citas que nos propusimos en este viaje a Berlín.


La historia del muro de Berlín es un capítulo más, por decirlo así, de la fragilidad de la democracia en la ya dilatada historia de la humanidad. Fue Esparta quien levantó ese primer muro contra a la democracia ateniense, en lo que se llamó las guerras del Peloponeso. Conviene recordar aquí el el famoso discurso de Pericles en defensa de la democracia, conocido como la Oración Fúnebre. La Segunda Guerra Mundial, heredera de aquella del Peloponeso en cuanto a la partición del mundo en dos mitades irreconciliables, puso su final inclinado al mismo tiempo la Era Atómica y su acompañante bélico inevitable la tercera guerra mundial, más conocida con el eufemismo de la Guerra Fría, entre dos concepciones del mundo, como no, irreconciliables, a saber, la democrática occidental y la tiránica soviética. Entremedias un telón de acero simbólico y un muro de cemento real. Esta concepción del mundo es en la que toda vía nos encontramos, pues aunque el muro de cemento fue derruido hace más de treinta años, el telón de acero prevalece todavía en la mayoría de las mentes actuales de ambos lados. 


Esta viva contradicción berlinesa, y al mismo tiempo tan europea, es lo que hace que te sientas en Berlín como en casa, pues es la mejor atalaya para comprender, fuera ya de la frivolidad turística, la tragedia de la Segunda Guerra Mundial y su secuela de la Era Atómica donde vivimos, se pongan como se pongan las campañas publicitarias del corte Inglés y todos sus imitadores, que crecen como hongos en cada nueva temporada, invitándonos sin desmayo a una felicidad colorista porque nosotros lo valemos. 

El caso fue que, antes del viaje, vimos en una serie de televisión relativa a la Charité, que situaba la garita desde donde dispararon a Günter Liftin cerca del antiguo hospital de la capital alemana. Allí que nos fuimos dando pedales. 


Charité es un hospital público universitario alemán que se cuenta entre los más grandes de Europa.1 Llamado Charité - Universitätsmedizin de Berlín, forma parte de la Facultad de Medicina de la Universidad Libre de Berlín y la Universidad Humboldt de Berlín. Cinco premios Nobel de Medicina se formaron en él. Inicialmente construido en 1710 en Berlín-Mitte en previsión de un brote de peste bubónica, se convirtió en hospital de caridad pobres después de que la ciudad se repuso de la plaga. En 1727 Federico Guillermo I de Prusia le dio el nombre de Charité, cuyo significado es "caridad". Tras la partición de la ciudad después de la Segunda Guerra Mundial, la Charité quedó ubicada en lo que pasó a llamarse Berlín Este, y a partir de 1961 estuvo limitando directamente con el muro de Berlín. Así la Charité fue adscrita a la Universidad Humboldt. A partir de la reunificación alemana de 1990,2 se inició una amplia remodelación de la Charité, que fue concluida en 1998.


Tardamos en descubrir donde se encontraba la garita. Como es fácil deducir su actual entorno, después de la reunificación alemana, está irreconocible, si nos atenemos a las fotografías de la época de construcción del muro, que están dentro de la garita. Pero al final la encontramos. Se puede visitar sus diferentes pisos, y así hacerse una idea de la perspectiva de los disparos que acabaron con la vida de joven modisto. Ver foto adjunta.