miércoles, 16 de agosto de 2023

BERLIN OCCIDENTE 2

Después de la Segunda Guerra Mundial (La Era Atómica es como se llama técnicamente a ese después) convendría que nos hiciésemos las siguientes preguntas: ¿la posibilidad del Apocalipsis es ya cosa solo de nuestra voluntad como humanos, no de la voluntad divina como hasta entonces? ¿Somos capaces de comprender y de representar esa pregunta que nos hacemos? ¿Cuántos muertos somos capaces de acoger en nuestros sentimientos: uno, dos, tres todo lo más? ¿Cuántos muertos podemos acoger en nuestra imaginación: cuatro, ocho, doce todo lo más? ¿Lo experimentamos como una carencia o como una liberación, o simplemente forma parte de nuestra ignorancia en la época de la máxima información y conexión? ¿Inocencia culpable?

La Era Atómica inauguró las matanzas que desbordan nuestra capacidad de comprender y de representar, nuestra capacidad de acoger en nuestros sentimientos y en nuestra imaginación a millones y millones de muertos. E inventó también dos eslóganes, ocultos detrás de ideologías totalitarias, para justificar aquellas atrocidades: “lo puedo hacer y lo hago” y “porque yo lo valgo.” Eslóganes muy queridos hoy, ya sin tapujos ideológicos, por los consumidores de la sociedad actual. ¿Somos capaces de comprender el significado profundo y el destino final que dibujan ambas locuciones más allá del ámbito del mercado, donde ahora nos entrenan como soldados fanáticos de cara a la conquista de ese inquietante futuro no ya tan lejano? Si podemos pensar así el futuro, es que ya forma parte de nuestro presente, no es ciencia ficción.