martes, 7 de junio de 2011
LA LEYENDA DEL SANTO BEBEDOR, de Ermanno Olmi
LA VIDA ES UN CONSTANTE MILAGRO
Que hubiera pasado si en lugar de un hombre que le sobra el dinero, y cree en los milagros, fuera un miembro de una ONG o de un sindicato. Que hubiera pasado si en lugar de creer en santa Teresita Lidieux se confiesa ateo irreductible. Que hubiera pasado si en lugar de un pordiosero borracho, que solo cree en la virtud del vino, fuera un obrero del metal o un inmigrante recien llegado, que creen en la fuerza que proporciona la unidad de la clase trabajadora o en los efectos mediáticos de los medios de comunicación. Que hubiera pasado si en lugar de estar viviendo bajo un puente de Paris, conocemos al protagonista encerrado en un fabrica durante un huelga o en una concentración en una plaza pública pidiendo los papeles. En fin, siempre que aparece alguien que no tiene nada que ver con uno conviene hacer este eficaz ejercicio de ucronía para tratar de colocarse lo mejor posible delante de la pantalla, evitando la deriva incontrolada.
El que sea lo opuesto a mi vida no significa que en la suya no haya un mundo sensible e inteligente. Este es el primer fruto de interés de tal determinación en el posicionamiento aludido. El segundo tiene forma de pregunta, ¿somos realmente tan distintos Andreas Kartak y yo?
Cierto que su espiritualidad milagrera tiene que ver con la de las gentes devotas, pero no es menos cierto que eso tiene poco que ver con la religión católica y mucho con el arte primitivo. A mi no me provoca ningún sentimiento de superioridad sino más bien lo contrario, la certeza de haber perdido la inocencia del dolor, esa capacidad para mudar el sufrimiento inútil, la pasión absurda, en fuente de sentido que alivie nuestra desesperada mortalidad.
¿Que significa ese recorrido de milagro en milagro que se le abre a Andreas, a partir del momento que tiene cumplir la promesa de devolver los 200 francos que le presta el enigmatico hombre rico? Descubre, segun va dando tumbos por la ciudad, el mundo que hay encima de los puentes. Descubre el sentido de vivir bajo la influencia de la luz de los milagros frente al sinsentido oscuro de vivir bajo el puente.
La vida bajo el puente es espantosa porque no tiene sentido, pero la luz del mundo de los milagros le resulta verosímil. Es entonces cuando, por contraste, la vida bajo el puente se convierte en una ficción resultante del juego de otras leyes que lo han condenado a vivir allí, sin culpa alguna y sin haber sido acusado de nada. Solo cuando tiene que cumplir lo prometido, comienza a recordar. Se mantendrá, de este modo, la esperanza de que el espanto y el dolor tengan un final.
¿Qué es, de repente, una peli o una novela, un cuadro o una sinfonía? ¿Qué es un nuevo amor o una nueva amistad? Milagros que aparecen, sin pevio aviso, en nuestras vidas, que tantas veces se encuentran bajo el puente de la dictadura de la rutina y la monotonia, del dolor y del fracaso, sea en el trabajo, la vida famliar o la de los amigos. Pues eso, hay que bajar allí y habitarlo. Sentir sus materiales, sus ritos y sus sacramentos. Verá, entonces, como Andreas no es tan diferente a nosotros. Comprobará que lo importante no es tener, sino dar sentido a lo que se tenga, que da igual que sea mucho o poco.