miércoles, 10 de septiembre de 2025

CLUB DE LECTORES ADULTOS 40

 Convendría distinguir entre:

*El yo lector que busca al asistir a un club de lectores su propia identidad: efímera, cambiante, contingente, etc

*El yo lector que busca al asistir a un club de lectura la verdad común y permanente con otros lectores. Es lo que da forma al discurso amistoso, no de oposición, que es la lectura. 


Para Roland Barthes el placer del texto, es decir, ante el texto, es un placer individual, entendido por ello “asocial” y entendiendo, por “asocial” ni comunicable ni transmisible. Entiéndase hoy el término “asocial” como sinónimo del “narcisismo extremo”, aunque confunda el verlos todo el día exhibiéndose en las redes sociales donde militan. Aquí es donde se refugian y camuflan todos los lectores perezosos que asisten a los clubs de lectura. Si hacemos caso a Barthes nos meteríamos de coz y hoz en una pura paradoja, a saber: la experiencia lectora interior, asocial o narcisista, no se produce en contacto con lo asocial sino en contacto con una de las partes más convencional o más representada de la experiencia, el texto, sagrado o profano. No en balde se siguen produciendo muchos más libros de los que se compran, y de estos no digamos ya los que no se leen. El resultado es una extraña asimetría: por un lado queda el texto y por el otro lo que nos pasa con el texto. Es decir, lo que incita a la comunicación, lo que tiene estructura de transmisibilidad, nos incomunica y nos precipita en el fondo hermético de nuestra individualidad. Mi placer al leer es solo mío, piensa para sus adentros, y nada de mi se proyecta en la existencia gracias a su opuesto más patente: la escritura. Entonces, ¿para que asistes a un club de lectores adultos?


Esta decisiva actitud de los lectores irrazonables a la hora de decidir asistir a un club de lectores adultos, forman una burbuja donde se refugia ese activismo de la ignorancia disfrazada de certeza que tanto se da en esos club de lectura. La racionalidad no es suficiente al asistir a un club de lectores. La mayoría de los lectores persigue sus desnudos intereses al margen de cualquier consideración acerca del bien común. Falta valor y coraje, más que erudición académica como tantos se empeñan cínicamente en exigir (no es que no estoy preparado, no, es que soy un cobarde irredimible), es lo que el lector adulto debe poner sobre la mesa común que lo une a los otros lectores adultos en el acto que los convoca, para desprenderse del fardo de sus desnudos intereses y descubrir el bien común que existe al dejarse acompañar en la lectura de un cuento o una novela.


Como resistirse perceptivamente, más allá de la actualidad, ante la avalancha de tópicos y lugares comunes que se nos echan encima desde la actualidad de cada día a través de los medios de comunicación.


Del valor y el coraje surge principio de responsabilidad, no de la erudición académica. Entonces, ¿como legitimarse como lector no generalista o consumista de lo que hay, sino como lector de lo que puede haber más allá de lo que hay, como lector democrático, simbólico y desarraigado, digamos, para estar así a la altura del narrador y de los otros lectores que ahí, más allá de lo qué hay, más allá de las cuitas de la actualidad y sus arraigadas servidumbres, se hacen esta misma pregunta? Para salir así de las meras opiniones sobre el argumento de un texto y alcanzar su sentir sobre su capacidad ejemplar. Dejando así, también, de conformarse, o de apalancarse en la condición de ser un lector callado.