jueves, 4 de septiembre de 2025

CLUB DE LECTORES ADULTOS 39

 LA NUEVA CULPA POR NO LEER

Entre una Democracia de consumidores o una Democracia de ciudadanos.


​Desde pequeños nos dicen que hay que leer, que leer es bueno, que leer nos hace cultos, que leer nos hace libres, que leer nos hace sabios. Los maestros insisten, las instituciones gastan papel, presupuesto y carteles para fomentar la lectura, los editores se quejan pero paran de editar libros, los libreros también se quejan de que no venden lo suficiente, los escritores no dejan de hacer bolos para dar a conocer sus obras. En fin, que no leer se ha convertido en una culpa, en un nuevo pecado, en una mancha. Y nadie quiere sentir se culpable.

Pero el problema empieza entonces: ¿qué leer? para redimir el pecado y librarnos de la culpa. Leer todo es imposible y leer casi todo también. La única opción posible y razonable reside en intentar leer los libros necesarios. El problema sigue porque nadie se pone de acuerdo sobre la composición de esa lista imaginaria. Alguna hay circulando pero ninguna, afortunadamente, es fiable. Digo afortunadamente porque esa lista debe ser un descubrimiento personal - aunque transferible- que cada lector y lectora debe hacer por sí mismo, aun sin renunciar a ayudas y recomendaciones de otros.


Cada època necesita de palabras que le empujen a mirarse en el espejo. No importa que esas palabras sean del pasado o del presente. Cada època hace una literatura acomodaticia (como servicio público y mercado) destinada a proponer eso que los lectores de esa época quieren escuchar. Los consumidores. Y otra, mas intempestiva (como aprendizaje y conocimiento), que le habla a esos mismos lectores sin servidumbre ni contemplaciones. Los ciudadanos. Solo esta última está en condiciones de ir mes allá de la oferta y de la demanda de su época. 


Los narradores buenos se encuentran, aunque parezca increíble, en los libros remotos en el tiempo (más allá de la actualidad), aquellos que no corremos peligro de encontrarnos a la vuelta de la esquina (los de plena y rabiosa actualidad). Para el uso cotidiano del lenguaje - ese que no nos hace correr ningún riesgo cuando hablamos o leemos - preferimos los libros donde los narradores y personajes sean más manejables, menos desconcertantes, con los que sepamos a qué atenernos. Vamos, narradores mas acordes con quienes están a nuestro lado, o nos encontramos en el deambular por la vida cómoda y acomodada que llevamos.


​Para encontrar los libros necesarios se requiere, ante todo, descubrir cuales son las preguntas con que uno convive, es decir, es necesario, pensar el mundo personal y el colectivo. Pensar la vida que llevamos. Si uno conoce esas preguntas se puede orientar en la selva editorial y en la herencia literaria. Puede escapar de las modas y de los prejuicios estériles. Puede empezar a ir más allá del me gusta o no me gusta del imperativo digital, para empezar a responderse: este libro me interesa o este libro no me interesa. Por ese camino se puede llegar, incluso, a descubrir los grandes libros, los grandes autores: los que nos ofrecen las preguntas que nunca nos habíamos imaginado. Esos son los imprescindibles. Son pocos seguramente. Pero valen mas que mil campañas publicitarias. Nos hablan en voz baja en estos tiempos de tanto ruido.